XIX. Bill.

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—Eres muy lento—. Comenzó Hinata, dándome un golpe en el abdomen y tirándome al suelo. A pesar de que era bajo, pegaba como el hierro, haciéndome pensar que tal vez si tenía algo especial. Estaba en el patio de práctica, esta vez Hinata iba a ayudarme, mientras Komaeda tomaba una taza de té y el resto miraban con reproche. Era molesto ser el insecto de pruebas.

—Y gordo—. Sonrió con ternura el albino. Miré mi pecho, pues estaba sin camisa. No era para nada gordo. Tenía el abdomen marcado y me esforzaba por hacer ejercicio y comer sano. Pero claro, ellos eran casi anoréxicos.

—No está gordo—. Gruñó Dipper en mi defensa. Komaeda simplemente se encogió de hombros con su sonrisita molesta.

Había estado practicando, recibiendo golpes. Siendo honesto, me dolían, pero no me dejaban moretones como a Dipper cuando hizo una muestra con Hinata, el cual no tuvo ni una oportunidad contra Dipper. No sabía cuán fuerte era mi chico hasta que lo vi. Ágil, pasivo, y se desenvolvía como un pez en el agua.

—Bien, descansemos—. Dio un alto Manson, levantándose de su trono y dirigiéndose al interior del edificio sur. Allá estaba mi hermano, pues estaban enojados, no sé por qué. Manson se había ido, y cada uno cogió por su lado, Komaeda corriendo con entusiasmo donde Hinata y ayudándolo a ponerse la camisa. No sé por qué a nadie se le veía extraño esos dos, porque tampoco pareciera que ocultaran su relación.

—Esos dos... —. Pregunté mirando a Dipper, que estaba limpiando el sudor en mi rostro.

— ¿Qué? No—. Los miró unos segundos—. Imposible. Hinata está casado y Komaeda no tiene interés en los seres sin poder.

— ¡¿Casado?! —. Nos miraron los que aún quedaban en el patio.

—Baja la voz—. Murmuró Dipper. Pasó por mi cabeza la camisa y yo me la terminé de colocar. Era una camisa de dólar y Dipper usaba una de mis favoritas de ojos amarillos. Le encantaban las camisas grandes, y yo media casi un metro noventa.

—Pero... —. No creía que debía decirle a Dipper que los había visto besándose. Pero, ¿y si yo me equivocaba? ¿Si solo estaba... no sé, soplándole el ojo?

— ¿Pero?

—Nada—. Me miró dudando, pero lo ignoró y me abrazó por la cintura, agarrando mi sudada espalda por debajo de la camisa.

—No le hagas caso a ellos. No estás gordo, eres divino—. Qué lindo era, me estaba tratando de animar, lo tomé de las mejillas, apretándolo.

—Te adoro—. Acerqué mis labios a los de él, con la intención de darle un beso, pero una pálida mano se interpuso en nuestro aproximado nexo. Miré al lado, y allí estaba Komaeda con su singular sonrisa.

—Nada de besos. Excitarte te exhausta, más porque tu cuerpo aún no está acondicionado. Eres muy lento y parece que no coordinas correctamente.

—No es tu asunto—. Masculló Dipper con odio.

—Oh, no te pongas así, lindo pino. Tú eres una estrella y no puedes dejar que un simple asteroide te saque de orbita, ¿entendido? —. No entendía su forma de hablar, su singular manera de congeniar palabras y escupir un diccionario de astronomía. Lo que no me gustó para nada, fue que Dipper se separó. No entendía por qué le molestaban tanto las relaciones románticas—. Hazme un favor y aléjate de él—. Me dijo, frívolamente, como si me quisiera clavar un cuchillo, cosa que así sentí.

— ¿Perdón?

—Como dije: Tú eres muy ordinario, y aunque tu belleza física es singular, no quiero que obstruyas el gran futuro que tiene mi pino—. Apreté los puños, tan fuerte que de mis palmas comenzó a salir sangre. Lo miré fijamente, imponiendo mi alta figura frente a su pequeño cuerpo. Él no lo vio venir, pero agarré su cuello y lo levanté del suelo. Dipper y Hinata me miraron casi asustados.

—Tú no me impondrás nada, ¿está claro? —. No me reconocía—. O si no todos sabrán tu secreto.

— ¿D-d qué hablas? —. Komaeda se veía como un debilucho, como lo que era, y siendo honesto, me gusto esa sensación de poder. Él trataba de soltarse, pero no en vano era súper fuerte y absorbía la energía de un poder.

—Que te andas besando con Hinata. Oh, él gran tío que es correcto se besa con un simple empleado. ¿Quieres que todos lo sepan? —. Él abrió los ojos a más no poder, y lo tiré al suelo. Hinata de inmediato se iba a lanzar con un cuchillo a mi cuello, pero Dipper se puso en frente, y el puñal se clavó en su brazo.

No gritó, lloró o se quejó, sencillamente se lo sacó y le dio un golpe a Hinata, lanzándolo al suelo.

—Si alguno lo llega a tocar sin estar en entrenamiento, lo voy a matar—. Su determinación los asustó, y Dipper me jaló del brazo, sacándome de allí, no sin antes dar unas últimas palabras—. Quedan advertidos—. Nadie se imponía ante Dipper, pues él era el más singular y poderoso.

.

— ¿Qué le dijiste? —. Dipper cerró con candado la puerta del cuarto, y me sentó en la cama, parándose él frente a mí.

— ¿De qué hablas?

—Mira, Bill, no quiero que me ocultes algo, ¿bien? Te estoy protegiendo ante ellos, y con lo que acabas de hacer, tocando al irritante muñeco de mi tío, no te van a dejar en paz.

— ¿Por qué me proteges?

—No me cambies el tema—. Diablos.

—Bien, bien—. Suspiré, agotado—. Vi algo...

— ¿Qué viste? —. Dudé unos segundos, pero, ¿por qué? Confiaba en Dipper, tenía un hueco en el brazo por mí, porque me protegería a costa de todo. ¿Estará bien contarle? Puede ser una carta maestra que me servirá en el futuro.

—Los vi besándose—. Dipper no necesito que le dijera quienes, para abrir los ojos sin poder creerlo. Comenzó a reír, a carcajearse, y al final, dio un grito que no salió del cuarto.

—Así que el perfecto muñeco de Ford esta liado con un don nadie. Qué maravilla.

— ¿Qué tiene eso?

—Tiene mucho—. Mordió su labio—. Si notas, ninguno de nosotros esta con uno de diferente raza.

— ¿Raza?

—Ford, mi tío abuelo y patriarca de Pinetree, le dice pseudo humanos a nosotros, los que tenemos alguna habilidad especial. Gleeful no tiene algún talento además de su agudeza y perspicacia, así que puede libremente estar con quien se le venga en gana. Pero los pseudo humanos no deben mezclarse con los comunes, una cosa bastante estúpida en la que está de acuerdo Komaeda.

— ¿Entonces por qué estabas conmigo si no sabíamos de eso?

—Porque me importa una mierda. Y a la mayoría les importa una mierda—. Sonrió con malicia—. Pero a Komaeda no, y aun así esta liado con alguien corriente. ¡Qué maravilla! —. Nuevamente comenzó a reír.

— ¿Esto nos sirve?

—Claro, lo chantajearemos para que se largue.

—Pero eso es malo—. Me miró con ternura, para acercarse y darme un beso.

—No seas tonto, nosotros somos los malos.

Acababa de darme cuenta de eso, y en realidad eso me daba miedo. Se me había olvidado con quienes estaba metido, no estoy en una organización, estoy en una mafia, algo peligroso y que no era para tomar a la ligera. Y yo ahorque a un miembro de la mafia.

Pero, lo que más me preocupaba, era mi futuro, porque no quiero terminar en una cárcel, o en el peor de los casos, muerto.

Avaricia y orgullo. |BillDip|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora