Perfección

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Un sonido agudo inundó la habitación mientras Vegetta se revolvía en la cama, miró con los ojos entrecerrados a Rubius, quién se tapó la cara con la almohada, a la par que él se giraba para buscar su reloj.

-¿Qué diablos es eso?- murmuró Rubius debajo de la almohada.

-Mi reloj- contestó Vegetta con la voz ronca. Logró verlo en el buró y lo apagó, a la vez que se tumbaba de nuevo en la cama, cerró los ojos por un minuto y después levantó el aparatito para ver la hora.

-Rubén, son las 9:30- comunicó mientras se levantaba, llevándose consigo parte de la sabana.

-Gracias por el aviso, mamá… el clima, por favor- bromeó, acurrucándose en su lado de la cama, dándole la espalda.

-Tu mamá debe ver los nuevos materiales a las 11:00- le recordó, moviéndolo del hombro, pero no hubo respuesta.

-Veg… ¿sabes el significado de vacaciones? Si, va-ca-ci-o-nes- aclaró de forma irónica, mientras él jalaba la sabana molesto.

-Levántate, ¡ya!- ordenó Vegetta, al pie de la cama.

-No- murmuró Rubius ya despierto, era divertido hacerlo enojar.

-Rubén- llamó Vegetta, pero él no contestó.

-¿No te vas a levantar?- inquirió en tono amenazador.

-Si ya lo sabes…- contestó Rubius con voz sosa, Vegetta tomó las dos puntas del edredón y lo jaló a la vez que  trataba que la sabana tapara su cuerpo, casi hizo un berrinche al notar sus boxer, él tuvo que habérselos puesto de madrugada.

-Vege...- advirtió Rubius con una sonrisa, mientras se paraba de la cama directo hacia él.

-¿Ves?… lo hiciste- informó en tono burlón, pero él no replicó nada y siguió acortando su distancia. Vegetta, al notar su intención, corrió hasta el cuarto de baño y abrió la puerta. Entró, pero Rubius colocó su pie en la orilla, evitando que pudiera cerrar.

-No son formas de despertar a tu perfecto novio- advirtió Rubius en tono burlón.

-¿Perfecto? ¡Diablos! Debes avisarme las cualidades que sean difíciles de identificar- replicó Vegetta pero Rubius estaba más concentrado en  recorrer la parte de su cuerpo que no era protegida por la sabana.

-Rubén, suéltala ya- se quejó, haciendo que la sabana dejara ver parte de su cintura y muslo.

-Por mi, nos podemos quedar así un buen rato- insinuó Rubius con una sonrisa torcida.

-Eres un cínico- le espetó Vegetta.

-Y tu... también- afirmó soltando la puerta mientras Vegetta le sacaba la lengua antes de cerrar.

Rubius comenzó a vestirse, unos jeans y una camisa. Su mente dándole vueltas al detalle de que ahora ya no podía sentir sus feromonas, su nariz no captaba ni el más mínimo olor proveniente del omega. Se dió cuenta que, cuando lo conoció, tampoco se notaba mucho su aroma, no ese aroma tan envolvente que había sentido anoche, era un aroma como camuflado. Era lo suficientemente fuerte para reconocer su casta, pero lo sorprendentemente vago como para no reparar mucho en él. Aquello le perturbaba, pues ahora es cierto que se sentía mucho más que antes. Pero nada comparado a los omegas con los que había estado, que dejaban que sus olores lo embriagaran lo suficiente para luego de un tiempo agarrarles asco, y dejarlos de ver...

Quería preguntar, pero decidió que no eran lo bastante cercanos como para hacerlo. Siendo sinceros, eran casi completamente desconocidos aún. Prefería no incomodar al omega, a satisfacer su tonta curiosidad.

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