Día 21. Sirenas

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Como cada día en que el sol comenzaba a unirse con el horizonte, Thor, el joven pescador, salía en su barca rumbo al mar abierto en el que los grandes bancos de peces nadaban en libertad.

Cuando los vientos estaban a favor de su suerte, el joven pescador lograba atrapar en sus hilos peces de todas la clases, desde los vivaces atunes, hasta caracolas de colores preciosos que en su centro resguardaban valiosas perlas. Pero cuando el viento soplaba despiadado y estéril, no importaba cuanto se quedara navegando por las aguas hasta el anochecer, pues los peces nunca salían a su encuentro.

Esa tarde en específico había sido una de infortunio. Estuvo atento al movimiento de las olas y a la espera de algún pez de gran tamaño que pudiera atravesar con su arpón voraz, hasta que el momento de alzar la red llegó, y con ello la alegría de comprobar el peso que en ellas reposaba.

—Sin duda he atrapado un monstruo marino que asombrará a los humanos, o un gran bacalao que me permitirá comer bien por largas semanas —río complacido, apartando los rizos rubios de sus ojos que se asemejan al color de las aguas que lo suspendían.

Sin embargo, sus deseos no se comparaban en la belleza que allí encontró. Era un hermoso y pequeño tritón que dormía plácido en los hilos tejidos por sus manos.

Tan hermoso era aquella criatura que su piel se asemejaba a la palidez y pureza de la sal que gobernaba los océanos, y su cola era color esmeralda del más precioso jade, luciendo destellos de plata cada vez que la luz del sol besaba sus escamas. Y su rostro, ¿Cómo empezar a describir su rostro? dotado de la belleza más deslumbrante, con labios color granate y envuelto en un velo de cabellera tan oscura y brillante, que parecía contener un millón de estrellas y cometas. El universo parecía haberse creado en aquellas hebras que se alargaban hasta el comienzo de su pecho.

Tanta era la hermosura del pequeño tritón, que Thor sintió su corazón estremecer por un sentimiento nuevo y profundo: amor. Sentía tanto amor, que parecía querer desbordarse de su pecho y ahogarlo a través de su garganta. Y tanto era su amor, que se atrevió a alzar el tritón entre sus brazos y un grito desgarrador agitó las olas.

—¡Por favor suéltame! —pidió el asustado tritón. —Mi padre y mis hermanos me esperan en casa.

—No lo haré hasta que me digas tu nombre —el joven pescador cerró más su brazos.

—¿Me soltaras si te lo digo? —preguntó, cesando su llanto.

—Te doy mi palabra.

—Loki, mi nombre es Loki —respondió. —Y ahora por favor cumple tu promesa, y suéltame.

Y a su pesar, el joven pescador lo hizo, viendo con pena como el pequeño tritón se lanzaba al agua y desaparecía en las profundidades.

***

Los siguientes días, Thor regresó una y otra vez al mismo punto en el océano. Lanzaba sus redes, y aunque estas casi siempre estaban llenas, esto no lo hacía feliz, pues su amado tritón no había vuelto. Su amor lo había estado matando poco a poco, hasta que un suave canto se abrió paso en el horizonte, y como si de un sueño se tratara, unas hebras azabaches salieron a la superficie.

—Has vuelto —la alegría destilaba vivaz en las palabras del joven.

El tritón dio unos pequeños brincos alrededor de la barca, y así se quedó durante horas. Nadando grácilmente, mientras que de su boca brotaban las melodías más dulces, que hacían querer saltar al pescador al agua y beber aquellas canciones directas de sus labios húmedos.

—Te amo, Loki, te amo tanto —jadeó conteniendo las lágrimas por lo conmovido que estaba. —¿Qué debo hacer yo para que tú también me ames?

Thorkinktober 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora