11. Humo y Viento

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Sus ojos no la engañaban. Mientras Gin tiraba de ella a través de la maleza, Breta no podía dejar de mirar el aura que le envolvía suavemente; ligera y trasparente. Observaba maravillada cómo se movía, asemejándose al viento... bailando a su alrededor. Unos granos de arena negra se mezclaban grácilmente en su ligera y simple belleza, revoloteando como ascuas encendidas.

Algo extraño le estaba sucediendo a su esclavo. Esas virutas negruzcas podrían ser los restos del hechizo deshaciéndose. No pensó que pudiera hacer algo así. Creyó que con ese sortilegio bastaría... pero no estaba sucediendo como había planeado. Gin lo deshacía con su propia voluntad, haciendo desaparecer las pequeñas dudas que pudiese tener la bruja sobre su Alma Gemela.

El amor es complicado; un sentimiento que se puede dar multitud de veces durante la vida y que hace complejo diferenciarlo del verdadero, del que forma parte de uno mismo. Es difícil porque no se ha experimentado nunca... pero cuando llega, suele ser inconfundible. Las reacciones ante este amor son infinitamente más intensas: el corazón se encoge de la impresión, los pulmones se ensanchan y todas las terminaciones nerviosas se activan.

Breta se sonrojaba mientras pensaba en todo esto porque las había sentido todas. Para ella ya no había duda.

"Si este hechizo sólo lo puedo eliminar yo significa que él es una parte de mí. No necesita de embrujos para permanecer a mi lado, es un hechizo inútil y como para demostrarlo, la voluntad inquebrantable del amor incondicional del Alma Gemela lo está deshaciendo". Breta sonreía en su interior y también lo hacía su rostro mientras se dejaba llevar por Gin. "Sólo demuestra que su alma es la de un Lemuria, no necesita tanta protección al fin y al cabo".

Si la casa estaba por desaparecer, el hechizo de propiedad ya no importaba mucho. Había hecho a Gin su esclavo con la intención de protegerle de otros brujos... aunque muchos de ellos no respetaban ni las leyes que ellos mismos establecían. Quizá el hechizo fue una inutilidad pero... ¿cómo explicarle a aquel universitario cuál era la naturaleza de su alma? ¿La hubiese creído?

¡A quién quería engañar!

Si utilizó ese sortilegio fue para protegerle de una sola persona: frenar como fuera, los impulsos que pudiera generar Rei ante una parte de sí misma. Estaba segura de que el brujo lo eliminaría, lo consumiría. Si no lo había hecho ya es porque el hechizo "disfrazaba" el alma de Gin. A Paradox no se le podía engañar con facilidad y era muy probable que se lo estuviera tomando como un juego. Si no existía el contrato... ¿podría contenerse?

¿Querría? Ya había probado el sabor de su esclavo en aquel bochornoso y libidinoso enfrentamiento...

A su otra parte.

No podía dejar de admirar la figura de Gin con los ojos encendidos y las mejillas ardiendo, cogida de su mano... sintiendo su pulso...

Los pasos del muchacho continuaban zigzagueantes. Disipaban a golpes la arena de su brisa y se desvanecía hacia la copa de los árboles.

Gin pisoteaba con fuerza la maleza del robledal que atravesaban para abrirse camino... y también para acallar la voz irritante del Hechizado.

No podía evitar en esos momentos pensar en sus padres biológicos. Había replegado en el fondo de su mente todo lo que tuviera relación con ellos. Se adaptó a su nueva familia, obviando su niñez.

Aquel sueño... le había devuelto imágenes conocidas pero apartadas. El cajón de los recuerdos reprimidos se había abierto. Necesitaba regresar a casa para verles... para...

"¡Oh! ¡Estás nostálgico... y por eso te avergüenzas! Como si fueras un niño abandonado. Te lo llevo diciendo desde hace rato... eres un debilucho —su risilla se prolongaba larga e irritante—, como una niña..."

El Esclavo de la Bruja(Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora