8. Puerta y Muerte

95 15 6
                                    

Aquella neblina que le había atravesado era sin lugar a dudas, un rastreador. Eso es lo que danzaba en la mente de Rei mientras caminaba con decisión por los pasillos más húmedos y polvorientos de la Casa Rams. Tras de él, un curioso Ben, que no entendía muy bien a dónde se dirigían, pues como había dicho su Amo, serían atacados. Lo más lógico –pensaba el pequeño– sería o hacer frente a los invasores o abandonar la casa. Que Rei caminase por aquellos lóbregos pasillos le tenía algo desconcertado. Pero él confiaba en su Amo ciegamente, así que se limitó a seguirlo en silencio.

Rei ignoraba cómo había llegado hasta allí aquella niebla densa; cómo fue que la amenaza que esperaba a las afueras de la casa agazapada en el bosque preparándose para atacar, se había colado hasta tan adentro sin ser advertida. Estaban ya perdidos esos viejos. Aunque en el fondo, era algo inevitable. Sobre todo desde que él mismo había ido minando los sellos que el consejo había distribuido a su alrededor para mantenerla oculta. Por diversión.

La vida en la casa era muy aburrida para él desde que llegó. Agrupados como estudiantes en un internado, siendo adoctrinados en las tareas de convivencia y magia, por supuesto. Respeto y educación ante los más longevos del lugar. Obligados a leer cantidades ingentes de libros para luego ponerlos a prueba en un examen escrito. Aburrido. Esos conocimientos ya los había adquirido en su familia, no le suponían ninguna dificultad. Soporífero.

Así que, para hacer su día a día algo más divertido, se dedicó a rastrear los sellos —el primero lo encontró por pura casualidad. ¡Qué ironía!—, distribuidos alrededor de la mansión y los fue eliminando poco a poco. Mientras la casa se iba haciendo más visible, el consejo ya había comenzado a nublar sus sentidos con la lascivia del éxtasis de las energías, que primero robaban a mendigos y viajeros perdidos... para irse perdiendo por el placer que su consumo producía... hasta esos días, alejándose de su auténtico objetivo: tener el suficiente poder para abrir la Puerta de nuevo.

La verdad... fue una tarea lenta y algo tediosa, pero comprobar día tras día que sus actividades no eran advertidas le provocaba un estado de cínica ironía de la cual disfrutaba enormemente. La posibilidad de que las sucias acciones de la casa fueran descubiertas cada día era más probable y lo hacía emocionante. Pensar en ello atenuaba su tediosa estancia. Estaba claro que este acto de eliminación paulatina del hechizo que ocultaba la casa no fue la principal causa para que esos brujos estuvieran ahí fuera. Claro que no. No era tan arrogante para pensar que era obra suya.

Mina y su consejo habían perdido el rumbo inicial de la absorción de almas. Se habían dejado dominar por el placer extremo que esas energías les producían, convirtiéndolos en unos yonkis descuidados. No sólo no supieron advertir que cada día estaban más expuestos a ser localizados, si no que su descontrol y confianza ilusoria les había llevado a levantar sospechas de otros aquelarres del país. Y esto lo advertía Rei con claridad cada vez que salía de la casa; bien para acudir a reuniones puntuales en fechas clave para cualquier nigromante o bien por su propia distensión... pues estar tan cerca a diario de su Reina en ocasiones le nublaba la razón y se dejaba dominar por sus sentimientos desbocados, provocando en ella más y más odio. Desaparecer una temporada le hacía bien para no perder el control de sus salvajes deseos de tomar su alma a la fuerza, como otro yonki más de la casa.

En uno de esos viajes, llegaron a sus oídos habladurías sobre la apertura de la Puerta. Llegaban como fábulas o inventos en ocasiones, y como objetivo de búsqueda también de otros grupos. El poder, siempre tan codiciado... El poder de lo desconocido. Supo por entonces, que algún idiota morador de la Casa Rams, en algún desvarío alucinógeno o borrachera etílica, se había ido de la lengua. Y que algunos nigromantes tuvieran como realidad y no como cuento la existencia de, no sólo otras dimensiones, sino de la posibilidad de viajar a ellas en busca de poderes desconocidos... Hambrientos de conocimiento, no cejarían en su investigación. Y Rei no quería que eso sucediese. Sólo él, sólo las familias Paradox y Lemuria tenían por derecho ese conocimiento. Y obviamente, tampoco quería compartirlo con nadie. Al igual que no quería compartir a Breta con ese mulato odioso.

El Esclavo de la Bruja(Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora