19. Rosas y Estrellas

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     Ambas barrían las hojas caídas con sus largas capas negras mientras caminaban hacia las tumbas cogidas de las manos. Las brujas Lemuria. Madre e hija. Con tristeza. La luz de la luna se filtraba a través de unas nubes encapotadas, y anaranjada la proyectaba sobre ellas. El viento estaba en calma, respetando aquel momento con silencio sepulcral.

     Al llegar a los pies de los túmulos recién cavados, Creta soltó la mano de la pequeña Breta para apilar frente a ellas un montón de hojas, y arrodillándose ante él, comenzó a pulverizar con sus manos la hojarasca reunida hasta hacerla polvo con la ayuda de su hija. Lo distribuyeron alrededor de los montículos encerrándolos dentro del círculo que dibujaron. Al terminar, se abrazaron con ternura intensa y duradera. El cielo se tornaba a cada minuto más y más cobrizo, similar a la mezcla pulverizada de las hojas caídas en el camposanto. Ambas hincaron sus rodillas fuera del círculo. Creta retiró la capucha que ocultaba su rostro, derramando a ambos lados los ondulados cabellos, cerrando la paleta de colores que las rodeaba. Enterró sus manos en la tierra y dejó caer de sus labios un hilo constante y abundante de saliva acumulada.

     El silencio fue quebrado por varios sonidos simultáneamente; el de las palabras de las brujas, extrañas para nosotros en sus cantos de invocación, el del viento que llegaba junto a la tormenta, haciendo crujir los troncos de los robles y encinas obligándolas a alzar sus voces, agitando las hojas secas con intensidad, y el de las pisadas destructivas de Olivia Black Paradox, aproximándose furiosas, llegando hasta ellas y abalanzándose sobre las brujas, aullando al mismo tiempo que las tumbas vibraban en el espacio sacudidas por las ondas combinadas y desapareciendo como humo negro.

     Sobre sus cabezas volaron virutas de azul eléctrico. Las Polvo de Estrella que Paradox portaba se deshicieron con el embiste de la histérica bruja escarlata, precipitándose sobre sus cuerpos tumbados, impulsados por las primeras gotas que escupía la tormenta.

     —¡¿Qué has hecho?! —rugió— ¡¡Creta!!

     La niña había caído sobre sus espaldas en el embiste. Las mujeres forcejeaban revolcándose por la tierra, lanzándose zarpazos como dos gatas salvajes. Creta consiguió zafarse de Olivia y ésta levantándose del suelo comenzó a dar saltos disgustada, al igual que una niña malcriada.

     —¡¿Dónde están?! ¡¿Adónde los has enviado?! —Olivia pisoteaba, revolviendo la tierra donde habían estado las tumbas hacía tan solo unos segundos.

     El furioso rostro de Creta, marcado por las uñas de la bruja, se hinchó desfigurando su belleza. Apartaba de su ropa los pétalos adheridos por la lluvia, asqueada.

     —¡¿Cómo te atreves?! —rugió—. ¿Cómo te atreves a venir aquí? ¡¿Qué pretendías trayendo esta ofrenda inmoral, bruja demente?!

     Los contornos faciales de Olivia también estaban deformados. Breta se acurrucaba en el suelo, invadiéndola un horror desconocido. Ambas mujeres parecían dos monstruos extraños a sus ojos de niña.

     Aunque la lluvia caía cada vez con más fuerza, el polen de las flores destrozadas flotaba en el aire, ajenas a la física, como si en realidad no estuvieran allí. Brillando, bailando burlonas alrededor de ellas. Pequeñas estrellas fugadas de un universo diminuto.

     —¿Cómo has podido? ¡Qué desperdicio! —se lamentaba Olivia ignorando las palabras de Creta—. ¡Qué gran oportunidad perdida!

     —¡Qué coño dices, loca! —rugió retorciendo sus manos, su cuerpo, inyectando en sus ojos un odio profundo—. ¡Jamás permitiría que experimentases con Mark! ¡¡Asesina!!

     Se abalanzó contra Paradox, sacándola a golpes de la parcela donde habían descansado los cadáveres. Ella se protegía, dejando que Creta desahogase su furia y agotase su cuerpo con aquel arranque violento. A la manera mortal.

El Esclavo de la Bruja(Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora