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Oikawa se sentía enojado,frustrado y tal vez confundido, pero más allá de tener esas emociones parecía querer aferrarse a su teléfono. Con la esperanza de que kageyama haya pensado mejor las cosas.

Había mandado enviado varios mensajes, podría decirse que cientos, pero ninguno de estos era contestado.

Kageyama:Oikawa, démonos un tiempo...

volvió a leer aquel mensaje que hace tres semanas había sido enviado por parte del azabache y leído por Tooru.

El castaño estaba sintiendo la más pesada y oscura soledad, había recordado el como se sentía estar solo después de conocer a su primer amor y antes de conocer a Tobio.

—Los odio—se envolvió en una de sus frazadas, ocultándose en su cama.

—Te dije que te quedarías solo—habló la madre del castaño quien se encontraba del otro lado de la puerta—Si Kageyama no le interesas, a nadie más le interesaras.

No respondió.

El castaño limpió sus mejillas las cueles se humedecieron por haber llorado, no quería que kageyama se fuera de su lado, pero tampoco quería que se quedara a su lado por obligación.

Sin embargo, solo quería tenerlo a su lado hasta que por fin tomase una decisión, o tal vez ya la tenía pero para el castaño, su decisión parecía aterradora.

Se levantó de su cama dirigiéndose a la entrada de su habitación. Salió por la puerta mirando a su progenitora quien lo rodó los ojos al mirarlo.

—Saldré afuera—tomó una bocanada de aire mirándola a los ojos—Regresaré por la tarde.

—Entre más tardes por mi mejor—rechistó otorgándole un suspiro.

Salió de su casa dirigiéndose a los edificios departamentales, en el cual se encontraba el restaurante donde Tobio trabajaba.

Los rayos del sol bañaban al castaño mientras caminaba y pensaba en que decirle al azabache cuando le hablara.

—¡Los rayos de sol, son tan molestos!—gruñó por lo bajo.

Oikawa seguía caminando hasta que llegó hasta su destino. Al entrar al local, buscó a Kageyama con la mirada. No obstante, este parecía haber faltado.

—Oh, hola Oikawa—lo saludó desde la barra.

—Yuki...—susurró caminando hacia él—¿Sabes dónde esta Kageyama?.

—Pidió el día libre—comunicó limpiando los vasos.

—¿Y el joven Azumane?—preguntó dudoso.

—Él ha ido a Kyoto junto con Nishinoya.

Parecía el día de Oikawa iba empeorando, al no encontrar respuestas del azabache decidió ir a caminar. Tooru prefería caminar junto los molestos rayos del sol que, llegar a casa y encontrarse con su madre.

                      ~

Para sorpresa de Hinata la visita de su hermana se había adelanto, a decir verdad el pelirrojo sentía que era una broma. Pero, en el momento que su mamá le había llamado informándole que su hermana estaba por llegar a Japón, el pelirrojo tomo el primer tren hasta a Tokyo.

Claramente que Hinata no estaba viajando solo, el azabache había tomado el tren junto con él, al pelirrojo le había costado que Kageyama accediera. Al final Tobio había aceptado en hacerle compañía.

Sin embargo Shōyō cayó dormido unos minutos después de haber abordado, los movimientos del tren hicieron que la cabeza del pelirrojo cayera en el hombro de Kageyama.

Tobio lo miraba por el rabillo de sus ojos tratando de evitar hacer movimientos para que el menor no despertase, su teléfono vibró, sacó el aparato de su bolsillo dejándole ver mensajes de Oikawa en la pantalla de inicio, frunció el caño. Y unos momentos después el azabache recostó su rostro sobre el de Hinata.

Sonrió ligeramente aspirando el aroma que desprendía de su cabellera, se relajó por unos instantes haciendo que unos ligeros movimientos se introdujeran en su estomago, retumbando por todo su ser para después caer en morfeo.

—¡Eres un diota!—protesto el pelirrojo—¡Nos hemos bajado en otra estación!.

—¡El único idiota aquí, eres tú!—asesinó al pelirrojo con la mirada—Ha sido tu culpa por no haberte despertado.

—¿A quién le dices idiota?, idiota—le devolvió la misma mirada que el azabache mantenía en el—¿Podemos dejar de discutir por un momento?, tengo a una hermana a la cual tengo que llevar a casa.

—Me lo pensaré—dudo por unos segundos—Hinata...

—Hinata—volvió a hablarle al pelirrojo quien estaba siendo absorbido por sus pensamientos—¡Hinata!.

—Qué—contestó deteniendo su caminar.

—El aeropuerto queda hacia el otro lado—señalo el lado contrario al cual estaban caminando.

El pelirrojo achinó sus ojos haciendo un sonoro chasquido caminando hacia el azabache.

—Ya lo sabía—dió un pequeño empujón al puente de sus lentes.

Se encaminaron hacia el aeropuerto a pasos lentos ya que les quedaba un poco de tiempo. No obstante, el azabache tuvo que tomar la mano del pelirrojo para que no se perdiera entre tanta multitud.

—¿Puedo hacerte una pregunta?—inquirió el azabache mientras guiaba al pelirrojo entre las calles.

—Ya la has hecho—sonrió burlonamente obteniendo una mirada asesina por parte del azabache.

—¿Por qué disfrutas de dibujar?—cambió su semblante por uno sereno.

El pelirrojo se quedó en silencio por varios segundo, tomó aire para volver a hablar y apretujando la mano del contrario junto con la suya.

—Cuando nació Natsu y la miré en los brazos de mi mamá fue un momento único, había quedado maravillado con mi pequeña hermana—sonrió nostálgicamente—En ese momento quería impregnar aquel sentimiento en algún lado, uno donde resaltará tanto que no podrías quitar la mirada de aquel lugar. Tomé una hoja de papel junto con muchos lapiceros que brillaban por sus colores, me dejé llevar por mis sentimiento y al final terminé haciendo simples garabatos—caminaron lentamente al ver que habían llegado al aeropuerto.

—No—replicó mientras entraban al gran edificio, ganándose una mirada extrañada por parte del pelirrojo—No eran simples garabatos. Eran tus sentimientos uniéndose a una base blanquezca.

—Lo eran—concluyó sintiéndose comprendido.

Tal vez, era porque sus sentimientos al tomar una fotografía lo hacía ver más allá que un simple paisaje impregnado en un mismo papel.

Hinata pensaba que en algún punto hablar con Kageyama era cálido, sintiendo aires a despreocupación y al mismo tiempo sentía una brisa refrescante y llena de satisfacción...

NUESTRA HISTORIA -KAGEHINA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora