CAPÍTULO II: UN SABOR AGRIDULCE LLENO DE COLOR

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Por las mañanas el pelirrojo se quedaba solo, Noya había vuelto a la prefectura después de que lo suspendieron por unos días. Sin embargo, el pelirrojo había tenido una rutina diferente el último mes.

Una rutina la cual se había convertido en un color. A decir verdad, parecía que muchos colores se habían impregnado en esta rutina.

—Quemarás la cocina, te lo puedo asegurar—a través del teléfono se podía escuchar que estaba levemente agitado.

—Deberías darme ánimos Kageyama—trataba de cocinar  huevo mientras hacía un mohín al teléfono.

—Hasta aquí se puede oler el aroma a quemado—habló burlonamente—Acabo de llegar a la prefectura, colgaré.

El pelirrojo contestó con un simple "sí" , haciendo que Kageyama colgara y siguiera el camino hacia sus estudios.

Las llamadas, los pequeños paseos, las bromas y las visitas repentinas, inconscientemente se hicieron parte de aquella extraña pero al mismo tiempo colorida rutina.

El pelirrojo seguía preguntándose cómo el pequeño papel con el contenido  del número telefónico de Tobio, había llegado a los bolsillos de su delantal, tenía vagas ideas pero ninguna de ellas era certera.

—¡Santo Dios!—respingó al darse cuenta que su almuerzo estaba apuntó de quemarse.

Hinata muy pronto tendría que ir a su taller ya que, por lo regular él tenía clases por la tarde pero ese día quería llegar sumamente temprano.

Hinata había pasado lo que restaba de la mañana pensando en su pequeña hermana Natsu, pensaba en que muy pronto la tendría entre sus brazos para ser estrechada en ellos.

Por otro lado, Kageyama pensaba en que al terminar su labor como estudiante, iría hacia una de las máquinas dispensadoras para poder obtener una pequeña caja de leche.

~

Había llegado el momento justo, la hora indicada, el minuto con el segundo más esperado para el azabache.

Por supuesto que era así.

Había recorrido gran parte de la prefectura. Pero cada paso que había dado valió la pena, tan solo el tener dos cajitas de leche entre sus manos y dedos era como un sueño para él.

Un sueño tan magnifico, tan embellecedor y tan...

Tan...

¿Colorido?.

Tobio dejó sus pensamientos atrás al ver la cabellera pelirroja con varias manchas de diferentes colores de pintura, parecía estar dormido, la sala de clases se sentía desolada.

Kageyama caminó silenciosamente pasando por la entrada y dirigiéndose a Hinata, quien estaba recostado en el extenso escritorio. Cuando el azabache llegó hasta él, tomó asiento a su lado recostándose sobre el mismo escritorio como lo hacía el pelirrojo.

—Me asustaste—murmuró tallándose su ojo derecho pasando por el lente de sus anteojos—¿Qué haces aquí?.

—Pasaba por aquí y me pareció ver una bonita cabellera multicolor—su semblante parecía ser el mismo de siempre, sin embargo se podía notar que se sentía relajado.

—Suelo ducharme todos los días—río suavemente.

—No lo parece—bramó, mirándolo atentamente.

El azabache se percató que en el mismo escritorio se encontraba un lienzo, lo miró por unos segundos más deleitándose con los trazos y colores que tenía esta.

El cuadro estaba repleto por girasoles, los tamaños de estos variaban, los tintes se mantenían serenos pero brillantes. Y, por alguna razón el azabache se sentía complacido por poder apreciar este tipo arte.

Y también parecía ser que Tobio había encontrado una motivación, una motivación para realizar las mejores fotografías que algún día podrá mostrárselas al mundo. El cuadro era hermoso. Sí lo era, pero más allá del cuadro, había otra cosa en la sala de clases que lo hacía sentir bien.

—Si no empezamos a caminar, perderás tu trabajo chico de la mirada asesina—salió por la entrada dejando al azabache.

—¡No te adelantes idiota!—lo alcanzó en segundos dejándose llevar por el momento.

—Uh, Kageyama tienes algo en el cabello—tomó el mechón que caía de su frente, no obstante su semblante parecía malicioso.

Hinata comenzó a soltar pequeñas carcajadas, el azabache sin entender tocó su flequillo. Al notar que dejaba rastros de pintura entre sus dedos su ceño se frunció.

—Si sigues frunciendo el ceño te harás más rápido un anciano—esquivaba cualquier golpe que tratara de hacer el azabache.

—En este momento desearía poder estrangularte—sonrió dándole un pequeño escalofrío al pequeño.

—Esa no es una bonita manera de morir—retomó el camino hacia los edificios departamentales.

—Créeme, claro que lo es.

Shōyō miraba atentamente el cielo, comenzaba a notarse los diferentes anaranjados que empezaban a ser amarillos y rojizos, el sol parecía esconderse detrás de ellos haciendo que sus siluetas en pavimento se hicieran de gran tamaño.

Era una tarde que no siempre podías ver, la ventisca del verano era levemente pegajosa, los días eran más largo y las noches cortas. La estación favorita del pelirrojo.

Kageyama parecía estar muy concentrado mirando al menor, quien miraba y disfrutaba de la vista y, mientras el pelirrojo lo hacía el azabache también.

El teléfono de Tobio recibió una notificación sobresaltando al mismo, sacó el aparato de su bolsillo y lo miró.

Oikawa:Siento haberte hecho pasar un mal momento, lo siento.

"Un círculo sin salida", por un momento pensó el azabache. Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo sentía la necesidad de dejar aquel círculo tan repetitivo, y volar. Volar lo más alto que pudiera, recorrer un camino con maravillosos paisajes para fotografiar.

Miró a Hinata quien al sentir su mirada también lo miró, él nombrado le sonrió dejando escapar los últimos rayos del Sol que los iluminaba.

—Maldición, llegaré tarde al trabajo—desvío la mirada hacia su teléfono.

—¿Te habían dicho que te quejas por todo?—tomó la muñeca de Tobio tironeándola un poco, para después comenzar una carrera contra el tiempo.

—Me lo dicen a diario—corría al compás de Hinata.

—Es bueno saberlo.

Kageyama por primera vez pudo experimentar lo que era volar, si ese sentimiento era el de ser libre. Lo quería sentir en cada momento que pudiera.

Un sentimiento energético, la alegría y felicidad que emanaban estaban llenas de calidez, el temor y los pequeños palpites de su corazón, hacían que deseara más de ese sentimiento.

Y Kageyama no parecía ser el único que quería más de ese sentimiento...

NUESTRA HISTORIA -KAGEHINA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora