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Hinata se encontraba disfrutando del calor que emanaban sus frazadas, sentía melancolía por haberse despedido de su hermana menor hace unos pocos días atrás. Sus nervios se encontraban recorriendo su cuerpo por el simple hecho de que faltaran dos semanas para la entrega de su pintura y ser vista por cientos de personas.

Estaba dispuesto a quedarse en cama lo que restaba del día, preparándose mentalmente y sentimentalmente para la exposición, decir que tenía nervios era poco, cerró los ojos en busca de volver a dormir pero el recuerdo del azabache le retumbó por todos sus pensamientos.

Después de aquel beso se habían vuelto más cercanos, a decir verdad habían pasado la mayor parte del tiempo juntos. Hinata, al pasar más tiempo con el azabache se había dado cuenta que Kageyama era ligeramente opacado por la oscuridad del anochecer, parecía que él pedía salir de aquella oscuridad pero, había algo que lo detenía.

El pelirrojo conoció al anochecer descubriendo que dañaba a Tobio con sus palabras—aunque este no lo demostrara—,esa día Kageyama le había pedido que se retirase a su departamento dejándolos solos. Después de aquel día el ambiente se tornó un tanto incómodo lo que provocó que se alejaran. Sin embargo, cada que cruzaban miradas sonreían u hacían una acción que delataran aquel sentimiento de coloraciones extrañas.

—¡Shōyō!—gritaba eufórico Nishinoya, quien entraba a la habitación del pelirrojo—Deberías levantarte ya, o se nos hará tarde.

—¿Tarde, para qué?—cuestionó tratando de conciliar el sueño.

—Lo has olvidado, ¿cierto?—frunció el ceño—Hoy me gradúo de la prefectura.

Nishinoya no estaba molesto, puesto que se imaginaba que el pelirrojo olvidaría su graduación.

Sus manos tocaron las frazadas de Hinata arrancándoselas para después, dejar el pequeño cuerpo descubierto del menor. De los labios del pelirrojo salió un ligero gruñido buscando las telas para refugiarse entre ella. No obstante, esto le fue impedido ya que, Noya lo estaba llevando al cuarto de baño.

—Tienes veinte minutos sino quieres que yo mismo entre a asearte—concluyó dirigiéndose nuevamente a la habitación de Hinata.

                   ——

Los minutos habían transcurrido y tanto Shōyō como Noya se dirigían a la prefectura, los jóvenes corrían por las calles evitando llegar con tardanza ya que, a pesar de que faltaran un par de minutos, el castaño quería disfrutar de sus amistades antes de graduarse y claramente pasar tiempo con Asahi.

—Debiste usar ropa mas formal, Shōyō.

Noya rió al ver a su primo vistiendo un gran suéter azul marino que parecía ser una prenda de un mayor de edad—aunque claramente, Nishinoya guardaría aquel pensamiento—, dejando a la vista una playera grisácea la cual, estaba fajada por un chándal negro que hacía juego con su calzado color blanco.

—Deberías preocuparte por no saber arreglar el cuello del traje —acomodó un poco la prenda negra que vestía el castaño.

—Gracias, pero ese pequeño  detalle lo tenía que haber arreglado Ashai—juntó sus labios en una fina línea.

—Oh, así que era plan con maña—chasqueó la lengua para después reír.

—Lo era—siguieron caminando hasta divisar a varias personas vestidas de igual manera que el castaño—¡Asahi!, ¡Kageyama!.

la pálida piel de Hinata se erizó al escuchar el nombre del azabache, fijó la vista en los nombrados y se percató del castaño a quien había nombrado " el anochecer" , se encontraba junto a Kageyama, quien no parecía estar del todo cómodo.

—¿cómo te sientes Kageyama?, ¿listo para graduarte?—codeó el antebrazo
del azabache.

—Estoy bien—pronunció conectado miradas con el pelirrojo. Sonrió ladinamente—Hola.

—Hola...—le devolvió la sonrisa—Me alegra verte por aquí.

—A mi igu...

—Tobio-Chan—tomó la mano del moreno entrelazando sus dedos, mirando al pelirrojo con el ceño fruncido—Debemos ir a tomarte la fotografía de recuerdo.

Hinata había recordado que Tobio era territorio prohibido. Sin embargo, sabia que Kageyama y aquel castaño no     mantenían una relación sólida, pero el sabor agridulce no cesaba de su boca. En busca de Nishinoya quien parecía estar disfrutando de su compañía, decidió que lo mejor era esperar en algún lado con menos personas.

—¿Hola?—atendió el teléfono que comenzaba a vibrar.

—¡Enano!.

—Kuroo, es una sorpresa que me llames—tomó asiento en el verdoso pasto.

—Sólo quería saber cómo se encontraba mi enano favorito, ¿acaso eso es malo?.

—No, supongo—murmuró—¿Kuroo?.

Inquirió recibiendo como respuesta un "Hmm", por parte del mayor.

—¿Cómo puedo ayudar a una luz brillante que es opacado por la oscuridad?—miró el cielo que comenzaba a oscurecerse.

—Hinata, recuerda que no hay oscuridad como tal, siempre habrá un punto brillante en todo ser, aunque sea muy diminuto pero lo habrá y, eso es algo que las dos porciones deben buscar por sí mismos—musitó con tranquilidad.

Permanecieron hablando por unos largos minutos hasta que, Kuroo tuvo que atender la cita con la persona que asesoraba como su psicólogo. Hinata suspiró mientras el frío comenzaba a calarle los huesos, sus mejillas se encontraban sonrosadas por la fresca noche y sus ojos ojos parecían perderse en el oscuro cielo.

No odiaba la noche ni los días frescos, pero detestaba no poder sentir el calor que emanaba el sol o poder observar los paisajes acompañado de luz solar.

—¿Puedo sentarme?.

El pelirrojo sintió que el aire se le escapó por un segundo.

—Puedes hacerlo—sintió el cuerpo del azabache caer a un o lado de él.

Los dos jóvenes parecían tener el mismo sentimiento, ese sentimiento de haber vivido aquella situación en algún momento de sus vidas, tal vez con otro escenario, otras palabras e inclusive otra vida, pero el sentimiento seguía siendo el mismo.

—¿Algún día el cielo podrá estar junto el sol?, ¿algún día podrán hacer una maravillosa vista la cual yo pueda fotografiar?, ¿algún día las aves dejarán el nido y podrán volar?—habló entre murmullos los cuales, Shōyō parecía entender rápidamente.

—Los cuervos deben aprender a volar para después recorrer el mundo a su gusto. Cuando el cielo y el sol vuelvan a encontrarse harán una vista resplandeciente brindando calidez—tomaron de sus manos entrelazando sus dedos.

Estuvieron en silencio por unos minutos tratando de disfrutar el tacto que sentían, de la calidez que emanaban y de los colores que a pesar de la noche podían brillar.

—Estaré esperando por ese día—deshizo el agarre sintiéndose totalmente afligido, se levantó lentamente del lugar alejándose pesadamente y sin despedirse.

—Yo también—murmuró para sí mismo recibiendo de golpe la brisa que, revolvía el cabello pelirrojo.

NUESTRA HISTORIA -KAGEHINA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora