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Al abrir la puerta del apartamento se encontró con una cabellera pelirroja, parecían encontrarse en cualquier lugar en el que estuvieran.

No obstante, el azabache sabía que no era obra del destino, pero sí de que Hinata fuera familia del novio de su compañero de piso, eso hacía que se vieran más de una vez en el día.

Pero tampoco era como si le molestara, simplemente él era muy competitivo y el pelirrojo no se debajo vencer.

—¿Kageyama?—elevó su mirada dejando de ver la pantalla de su teléfono—¿Qué haces aquí?.

—¿Será porque aquí vivo?—lo miró con obviedad—La pregunta aquí sería, ¿tú qué haces aquí?.

—Lo mismo que tú, ver el partido de Argentina contra Japón—levantó su mano, tomando el mechón de cabello del azabache que caía por su frente para darle un leve tirón y, que este soltara un pequeño gruñido.

—¿Van a seguir hablando o van a ver el partido?—cuestionó Nishinoya desde el sofá.

Kageyama y Hinata se acercaron a donde se encontraba la pareja apagando las luces a su paso, tanto el pelirrojo como el azabache decidieron sentarse en la alfombra ya que no querían incomodar a los dos castaños.

Miraban atentamente el partido, podía notarse como los dos menores veían el partido con tanta euforia, sentían temor de quién ganaría y querían saber qué pasaría en transcurso del partido.

—¿Viste esa recepción?—tomó los hombros del azabache zarandeándolo levemente—¡Fue genial!.

—¡Lo sé!, odio admitirlo pero si esto sigue así lo más probable es que gane Argentina—y ahí estaba de nuevo, la parte algo infantil del azabache salía a flote—¡Fue genial esa colocación!, ¿no lo crees?.

Miró al pelirrojo quien también mantenía su mirada en él. Al mirarse los dos mantenían una ligera dilatación en sus pupilas por la emoción del partido, Hinata le sonrió al azabache en asentimiento de que pensaban igual, el rostro del pelirrojo era simplemente alumbrada por la luz que emitía la televisión.

Tobio pareció captar un buen momento en sus recuerdos, uno donde conoció una sonrisa cálida, que transmitía alegría, tranquilidad y emoción por el momento, mientras sus ojos eran cubiertos por esos enormes anteojos que reflejaban un poco del brillo que emitía el televisor, a pesar de ese detalle, los ojos del pelirrojo resaltaban por el brillo de estos.

Una sonrisa que no parecía desaparecer, al contrario. Parecía crecer más haciendo que sintieras el mismo pensamiento y sentimiento.

—¡Fue punto para Japón!—gritó Asahi llamando la atención de su novio y amigos.

—Esto es tan emocionante—recalcó el pelirrojo mientras se levantaba de la alfombra—Iré por agua.

Se dirigió a la cocina encendiendo la iluminación de esta, tomando uno de los vasos se sirvió agua pensando en que Kageyama también podía ser algo infantil.

Sonrió ante las expresiones que hacía el azabache. De un momento a otro dejó de pensar en él y se dió cuenta de que no había tomado café en todo el día y, que hoy sería una larga noche con una taza de café con un lienzo que tenía que terminar.

Bueno, si el pelirrojo era sincero no había empezado aquel cuadro que su instructora le había pedido. Empujó la puerta de la cocina para poder salir, no obstante. El pelirrojo no fue quien había sido golpeado por esta.

Ahora Tobio era quien recibía aquel golpe sintiendo una fina línea de sangre bajar por sus fosas nasales.

—Esto me hace pensar que tu maldición también es contagiosa—lo fulminó con la mirada.

El pelirrojo carcajeo mientras miraba el rostro del azabache, Hinata sabía que su vida peligraba por haber golpeado a Tobio, pero le fue inevitable no reírse de él.

Las carcajadas cesaron cuando el azabache golpeó suavemente con sus nudillos el cuero cabelludo de Shōyō.

—déjame eso a mí—le arrebató el pañuelo de sus manos—Con esto quedamos a mano por la cortada.

Estiró su cuerpo haciendo que las puntas de los pies fueran quienes sostuvieran su masa corporal, se acomodó levante los anteojos y limpió el rastro de sangre, cortó un trozó de papel haciéndolo en un pequeño rollo situándolo en el orificio izquierdo de la nariz de Kageyama.

Un ligero aroma a verano se mezcló con la fragancia agridulce del arándano, era como indagar adentro de un bosque dejándose llevar por los aromas que desprendían los pétalos de las flores y árboles.

—Sólo por esta vez te dejare vivir—canturreó el azabache mientras Hinata limpiaba el pañuelo.

—¿Estas teniendo compasión por mi?, chico de la mirada asesina—lo retó nuevamente.

—Por supuesto que no, chico de los ojos saltones—dió un ligero toque en el arco de sus anteojos haciéndolos que retrocedieran ligeramente.

NUESTRA HISTORIA -KAGEHINA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora