FINAL

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Dos años parecía pasar efectivamente rápido, y el inicio del invierno recorría las calles de Miyagi, las familias del lugar parecían decorar sus hogares con la festividad de Navidad y las vacaciones de invierno habían comenzado, en una de las incontables casas se encontraba un azabache cocinando junto a un pelirrojo y una ya no tan pequeña pelirroja que había crecido en estos últimos dos años.

La nueva vida que habían elegido tomó una forma tan hermosa como los trazos que solía hacer el pelirrojo, tan llenos de color con delicadeza al enfoque pero con una determinación increíble. Hinata y Kageyama seguían trazando su vida en un enorme lienzo que parecía no tener fin, claro. A veces todo lienzo tiene un pequeño fallo pero nada que una buena platica y muestra de afecto no pueda arreglar.

—¿Se están quemando las galletas?, ¡Dios Hinata, se están quemando las galletas!—gritó el azabache sacando la bandeja con las que ahora sólo parecían ser piedras del horno—Te dije que les echaras un vistazo mientras iba al baño.

—Exactamente hice lo que me dijiste pero no me hablaste sobre hacer algo al respecto si algo como esto pasaba—explicó de manera filosófica el pelirrojo.

—¿Qué voy a hacer contigo?—rechistó para después atraer al pelirrojo en un abrazo y besar su mejilla izquierda.

—¿Amarme por el resto de tus días?—rodeó el cuello de Kageyama con sus pequeños brazos.

—¿Es lo que me queda, cierto?

El más alto rodeó la cintura del menor mientras daba pequeños y castos besos en los belfos del contrario, después de dos años aprendieron a volar juntos y en cada vuelo disfrutaban las victorias del otro, volando mucho más alto de lo que ellos mismos podían imaginar, lleno de colores tan vivos que brillaban sin necesidad de matizantes.

—Perdonen la imprudencia pero siquiera en su boda estuvieron así de mimosos, no lo tomen a mal pero estuvieron peleando por quién ganaría en comer más pastelillos—caminó la pelirroja hacía ellos tomando los trozos quemados de las galletas mirándolos con angustia.

—No era una pelea, se le llama "comienzo de recién casados", cuando crezcas lo entenderás pequeña—habló Kageyama llevando la bandeja con algunos aperitivos hacia la mesa.

—Si eso implica crecer entonces no lo quiero hacer—se cruzó de brazos mientras hacía un mohín.

—Es inevitable Nat, algún día lo harás. Vamos, la comida se enfría.

Salieron de la cocina para después tomar asiento y comenzar a comer, dentro de la casa de podía sentir tan cálido como el color amarillo o naranja, las risas y las pequeñas discusiones se hicieron presentes y una linda Navidad se impregnaba en todos los rincones de aquella casa.

Tanto Hinata como Kageyama seguirían volando, recorriendo, dibujando, trazando y matizando nuevos colores juntos, descubriendo colores y estilos diferentes de trazos al dibujar, un gran vuelo siempre los esperaría para ir en busca de descubrimientos que los uniera, ¿por qué? La respuesta es simple, el sentimiento que los unía era el mismo, tan lindo, tan puro y lleno de color...

                               ——

Se encontraba sentado, meditando la situación en la que se encontraba, estaba realmente feliz después de dos años esperando por tener una cita ocular en Tokyo y no volver a pisar Miyagi. Oikawa estaba internamente agradecido con su médico por cambiarlo de clínica. No obstante, por dentro sentía que algo se le saldría, no conocía al nuevo doctor que revisaría sus ojos, muchas preguntas lo rodeaban, ¿y si no sabe lo que hace?, ¿será tonto?, ¿por qué tarda tanto?

El castaño estaba abrumado, la impuntualidad lo ponía de nervios, miraba por la ventana mientras divagaba en sus pensamientos, tomó una gran bocanada de aire y suspiró, se sentía liviano como una flor bailando al compás de la brisa en invierno, tan suave disfrutando el frío que emanaba aquella estación. Miró su reflejo nuevamente en el gran ventanal y sonrió débilmente, había podido salir de aquel laberinto el cual parecía no tener puerta de salida, después de tanto había encontrado al Oikawa del que alguna vez había anhelado la llegada del invierno.

—Primera revisión, ¿eh?—revisaba las hojas del expediente del castaño—El doctor Nishimura fue tu doctor por más de trece años, debe ser un honor tenerte como mi nuevo paciente.

Tooru quería aventar al denominado  Doctor hacia la gran ventana por haber llegado más de media hora tarde, la paciencia y él no eran los mejores amigos por lo que fácilmente se irritaba. Siguió en su misma posición, el sillón era muy cómodo como para mover siquiera la cabeza.

—¿Vienes de Miyagi?—carraspeó ligeramente.

¿A qué venían tantas preguntas?, ¿no podían ir simplemente al grano?, ¿todos los médicos te hacían la misma platica? Pareciera que el castaño escuchaba discos rayados, mojó sus labios y masajeó ligeramente su ceño con las yemas de sus dedos. Suspiró.

—¿Oikawa Tooru?

El castaño no esperó más y se dignó a pararse de aquel sillón, miró la placa con el nombre de aquel chico con bata blanca, sus ojos se dilataron ligeramente, dio un pequeño respingo, su labio inferior era cuidadosamente atrapado por sus dientes, el cuerpo le tembló y tanto el cerebro como su pecho hicieron un cortocircuito, miró los ojos del contrario, unos ojos que si Oikawa estaba en lo cierto de a quién le pertenecían los estaría apreciando por primera vez.

—¿Iwa-Chan...?

Gracias por haber leído la secuela de TRES DESEOS, la actualización de esta historia fue mucho más lenta que la anterior pero el día de hoy damos concluida esta historia. Gracias por haberle dado tanto amor y cariño, espero que hayan podido sentir los sentimientos que se trataban de explicar.

¡Nos volveremos a ver!

Nuevamente gracias :3

NUESTRA HISTORIA -KAGEHINA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora