CAPÍTULO III: NUESTRO VERANO.

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Ninguna palabra era pronunciada, la noche seguía siendo fresca y el único ruido que parecía no cesar era el de las pisadas las culés, provocaban un eco llenando aquel silencio.

—Kageyama—susurró el castaño—Odio tu cabello...

—Lo sé, aún lo recuerdo—frunció sus labios.

—Me alegro que lo recuerdes, probablemente será la ultima vez que lo escuches—sonrió deshaciendo el agarre de sus manos.

—¿Qué?—respondió sin entender.

—En algunas semanas viajaré a Tokyo—sintió que sus palabras se entrecortaban a medida que hablaba.

Para Oikawa el haber tomado esta decisión fue la más difícil que ha podido hacer, era como caminar por primera vez, siempre había dependido de otras personas por lo cual, se sentía aterrado pero también podía sentir una gran corriente de satisfacción recorriendo su cuerpo.

Lo había meditado varías veces y la respuesta siempre seguía errónea, pero el ver y sentir como Kageyama disfrutaba de estar sin su compañía fue el impulso para tomar la alocada decisión. El castaño quería florecer, quería sentirse libre y esa libertad no la conseguiría si seguía dependiendo de otras personas.

O al menos pensaba que sería una buena opción, empezar desde cero, en un nuevo lugar, en un nuevo hogar. No obstante, quería evitar a las personas, temía a hacerles daño y que el plan de: "Un nuevo comienzo" se fuera al tacho de basura.

—Me iré a vivir  a Tokyo así que, deberías ser más amable conmigo Tobio-Chan—volvió a hablar tratando que el ambiente no fuese pesado.

Kageyama parecía no querer hablar, pero más allá de no poder o querer, no tenía las palabras exactas para decirle al castaño. Estuvieron un tiempo juntos, a decir verdad por varios meses, su relación tampoco era la mejor
de todas, pero a pesar de todo eso Tobio estimaba a Oikawa.

—Ese chiquillo de cabellos pelirrojos tiene pinta de ser irritante—pronunció mirando la reacción del azabache.

—No lo es tanto como parece—sonrió ladinamente mientras metía sus manos a los bolsillos delanteros de su pantalón.

—Ya veo—murmuró en un hilo de voz—Bueno, aquí nuestros caminos se separan.

Su compañía debía terminar en el momento en que las calles se distribuían para llegar a sus hogares, Oikawa muy dentro de sí, le tenía miedo a la oscuridad pero entendía que esto lo debía de ser solo además, la luna y las estrellas le harían compañía en su regreso a casa.

—Oikawa.

—¿Hmm?—detuvo su caminar.

—Ten buena suerte—carraspeó por la fresca brisa que comenzaba a ser más sofocante.

—Deberías saber que yo no necesito de la suerte, la suerte necesita de mi Tobio-Chan—río mientras miraba el cielo estrellado.

—Entonces, procura cuidarte—susurró tomando su camino a casa, dejando a Tooru sorprendido.

El castaño se sentía ligeramente aliviado, estaba listo, se sentía seguro, hasta podría decirse que se sentía el rey del mundo, por primera vez se sentía tan feliz y miró una vez más las estrellas.

—Cuando te sientas solo mira las estrellas y recuerda que sólo hay un cielo el cual nos mantiene conectados—repitió las palabras que alguna vez escuchó.

                       ~

Dos semanas parecían volar en unos cuantos minutos, Hinata estaba aterrado y maravillado ya que, al día siguiente entregaría el cuadro que ya había acabado.

Sus nervios permanecían y carcomían todo su ser, muy en el fondo quería meterse en un frasco y dejar aquel mundo en el que vivía, Noya se encontraba junto a él tratándole de calmar aquellos nervios detestables.

—Estarás bien, sólo es una pequeña exposición—palmeaba suavemente la espalda del pelirrojo.

—Estoy bien...

Nishinoya oprimió pequeñas risas que querían salir a flote, al ver a su primo tomar su taza de café con tanto nerviosismo que parecía que regaría aquel líquido oscuro.

—No lo parece, por cierto—llamó la atención del menor—¿Kageyama se presentará en la galería?.

—No, no creo, yo hmmm..., ¿no lo sé?.

—¿Siquiera lo invitaste?—se recostó en el respaldo del sofá.

—Sí, lo hice pero...—desvió la mirada—Me dejó en visto.

—Uh, ¿discutieron?.

Hinata lo meditó por unos segundos, no parecían haber discutido, el azabache y él se encontraban frecuentemente en el trabajo. Tal vez no compartían palabras, sin embargo, las pequeñas sonrisas y las miradas discretas no faltaban. Ahora que lo pensaba con más claridad extrañaba aquel chico de la mirada asesina, le gustaba, le parecía el color más especial y llamativo de toda la gama de colores.

Y, muy en el fondo sabía lo que sentía.

El estómago de Hinata parecía revolverse cada que sus pensamiento viajaban más allá de lo que él quería, el pelirrojo parecía pensar que estar en la montaña más alta y gritar calmaría sus nervios.

Hinata sin pensarlo dos veces se levantó del sofá, dirigiéndose al ventanal el cual, abrió con fuerzas, tomó aire y decidió dejar salir lo que parecía pensar a horrores.

—¡Me gusta el color azul!—sonrió satisfecho cerrando los ventanales.

—¿Qué fue eso?—preguntó Nishinoya entre risas.

—He encontrado una nueva tonalidad que me gusta y al mismo tiempo me asusta pero, es divertido encontrar sus tonalidades, y entender el por qué son de esa tonalidad...

NUESTRA HISTORIA -KAGEHINA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora