05

498 83 7
                                    

Una semana, una semana desde la llegada de Hinata a Miyagi, una semana donde el pelirrojo frecuentemente comenzaba a asistir a una de las prefecturas de artes que se encontraba por este lugar.

Una semana en la cual sus tardes eran llenadas por lienzos, trazos, mezclas, y claramente con el cabello multicolor. Y simplemente por las tardes su vida se llenaba de color, mientras que por las mañanas la pasaba soñoliento, al menos hasta que el almuerzo estuviera listo.

—Noya, podrías pasarme el color azul—señaló el envase del colorante.

—¿Desde cuándo usas ese color?, regularmente no lo usas—miró extrañado al pelirrojo quien se encogió de hombros.

—Simplemente quiero utilizar nuevos colores—revolvió un poco del colorante azul con pequeñas gotas del colorante negro.

Hinata se encontraba más centrado en sus pensamientos que en el lienzo, en el cual, se encontraba pasando el pincel minuciosamente. Agregaba un azul oscuro, el cual daba una profundidad a los trazos, el negro denotaba misterio y un ligero toque a elegancia, mientras que el anaranjado mezclado un poco de tinte blanco resaltaba con gran intensidad.

El pelirrojo miró por un momento los tintes oscuros, los cuales por alguna razón le recordó aquel primer día de su llegada. A decir verdad le recordaba al chico que por unos instantes lo dejó sin oxígeno para respirar.

Parecía tener un rostro y al mismo tiempo una mirada profunda como el mar, parecía  tener mil misterios y al mismo tiempo tener una complexión ligeramente elegante.

El que tuviera el rostro molesto y el ceño ligeramente fruncido hacía que Hinata pensara que podría ser una persona que no estuviera en un buen camino, en otras palabras. El pelirrojo creía que aquel azabache sería un ladrón.

Sin embargo, sus ideas se fueron al bote de basura al ver la pequeña caja de cartón con el contenido de leche en su mano izquierda.

—¡Oh!. Hinata, fuiste por el lado del arte abstracto—habló la instructora la cual repartía la materia de "Arte Visual".

—¿Sí?...

El pelirrojo se había percatado que en todo momento que pintó aquel lienzo, sus pensamientos se habían sumergido en el chico de la mirada asesina.

—Lo mejor del arte abstracto, es no saber en qué y cómo terminará—sonrió satisfecha al ver la obra del pelirrojo—Claramente o al menos para mi, es un atardecer—meditó un poco la situación sonriendo ante su idea—Hinata quiero que tú seas quien haga el cuadro para el concurso de este año.

—¿Yo?, ¿concurso?, ¿qué?.

~

La mañana para el pelirrojo era muy perezosa y su estómago pedía a gritos ser llenado con alimentos, pero a pesar de ello Hinata ayudaba a Nishinoya quien llevaba algunas cajas con el contenido de documentos sobre el restaurante de la familia Azumane.

—¿Qué piensas sobre la propuesta de la instructora?—hablaba Noya mientras se dirigían al segundo piso donde se situaba la casa de su pareja.

—No negaré que me siento feliz, pero sólo de pensarlo me dan ganas de ir al baño—miró al castaño con un semblante de nerviosismo y preocupación.

—No tienes porque preocuparte—abrió el departamento dejando ese peculiar aroma en el aire—Eres un buen dibujante y pintor. Y no lo digo porque tengas mi sangre o algo así, lo digo porque realmente eres bueno.

Nishinoya miró a Hinata, una mirada en la cual el pelirrojo se sentía reconfortante y despreocupado, su primo tenía razón. Era hora de dejar sus nervios de lado y concentrase en aquel concurso.

Un concurso el cual tenía que ganar, pero antes de que ganara aquel cuadro sería revisado minuciosamente por personas, personas las cuales están más preparados en esta labor...

—Noya, necesito ir al baño—sintió su estómago estrujarse.

—Está en el segundo piso, es la última habitación—señaló mientras tomaba la caja que llevaba el pelirrojo consigo— Shōyō si llegas a ver a...

Guardó silencio en el momento que no encontró el pelirrojo en la sala de estar.

Hinata llegó al segundo piso, pero tenía un pequeño problema que a medida que avanzaba se hacía más grande.
No era tan difícil encontrar el cuarto de baño, o al menos eso creía, habían tres habitaciones y en una de ella debía encontrase el baño.

Para su suerte, al abrir la puerta, la cual sus instintos le decían que el baño se encontraba en esa habitación. Y claramente sus instinto no fallaban, se adentró al baño para poder hacer sus necesidades.

                         ~

El azabache se encontraba durmiendo plácidamente, tal vez en algún punto le gustaría ser un tipo de mamífero el cual pudiera invernar.

Sin embargo sus sueños fueron invadidos por las pequeñas pisadas en la planta inferior, con los ojos cerrados. Kageyama intentó seguir durmiendo.

No obstante al escuchar las pisadas en el segundo piso y adentrase en alguno de los cuartos hizo que este se sobresaltara. Saliendo de su habitación a pasos sigilosos abrió la habitación de Asahi, en la cual no había rastro de alguien merodeando por este lugar.

Siguió caminando hasta el cuarto de baño, giró la perilla y al intentar abrir la puerta. Esta fue impedida por el rostro de un pequeño pelirrojo haciendo que soltara un quejido de dolor.

—Nishinoya, deberías decir que te encuentras en la casa—miró soñoliento al pequeño cuerpo—por un momento pensé que era un ladrón.

—Debo admitir que Noya es parte de mi familia y tenemos la misma sangre. Sin embargo, físicamente no nos parecemos—se acomodó los anteojos los cuales se le habían caído por el impacto de la puerta—¡Oh!, eres el chico de la mirada asesina—volvió a hablar haciendo que el azabache dejara de estar soñoliento y lo viera detalladamente.

—¿Qué?—miró nuevamente esos ojos grandes de un color marrón claro—Y tú eres el chico de los ojos saltones.

—¡Hey!—objetó mirándolo a los ojos

Los dos jóvenes por primera vez habían apreciado los ojos del otro, y no era simplemente el verlos directamente. Era que por primera vez vieron las orbes más extraordinarias, hermosas, tan profundas,
llenas de color y de vida...

NUESTRA HISTORIA -KAGEHINA-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora