Capítulo 1

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Abrí mis ojos y lo único que pude sentir fue el frio recorrer mi cuerpo, y es que por estas fechas el frio es tan cruel y las mantas que tengo encima están tan viejas que no ayudan en nada.

Volteé al otro lado del cuarto en busca de mi hermana y mi madre, las vi. Lottie estaba acurrucada, protegida por el cuerpo de mi madre, de seguro que tuvo pesadillas anoche y la entiendo, hoy es la primera vez que su nombre entrará en la urna gigante de cristal, donde estarán los demás nombres de los chicos y chicas de entre doce y dieciocho años de este distrito. Dos de ellos tendrán que despedirse de su familia con muy pocas posibilidades de regresar.

Sin embargo, sé que la angustia que ella siente es por mí, ya que mi nombre entrará veintiocho veces, y es que las reglas son así, por cada año que cumplas tu nombre entra uno más que el año anterior.

Me levanto, me pongo las botas y la chaqueta para cazar y salgo de mi casa sin despertarlas, prefiero que descansen un poco.

Empiezo a caminar entre callejones y calles solitarias, hoy al ser el día de las elecciones nadie trabaja y todos prefieren quedarse en sus casas. Mi casa es una de las últimas del barrio pobre del distrito 12, que para llegar a la alambrada no tengo que caminar mucho, del otro lado de la alambrada esta un bosque enorme. Cruzar esa cerca está prohibido y sin duda me ejecutarían en la plaza si me descubrieran, pero es la única manera en que los últimos años he conseguido comida, y es que, si me dieran a elegir entre un tiro en la cabeza o morir de hambre, la bala sería mucho más rápida.

Me arrastro por debajo de la cerca y al estar del otro lado empiezo a caminar hacia unos troncos huecos donde escondo varios arcos y flechas, mi única herramienta para conseguir comida, me he vuelto un experto cazando y es que mi puntería fue mejorando con el paso de los años.

Todavía recuerdo cuando era un niño de once años y mi papá estaba enseñándome a usarlo, era tan torpe que la flecha ni siquiera salía con fuerza y terminaba a pocos centímetros de mí.

Extraño a mi papá, me la pasaba tan bien con él que olvidaba todas las desgracias y todo lo malo que existía allá afuera, solo éramos él y yo compartiendo tiempo de padre e hijo. Cantábamos, reíamos, y cazábamos, él era mi mejor amigo. Me dolió mucho cuando murió, pero me aterraba más la idea de que a mi corta de edad yo me convertiría en el hombre de la casa.

Empecé a caminar hacia unos conejos que se divisaban a unos cuantos metros, eran conejos gordos que sin duda un par de ellos serviría para alimentarnos el día de hoy, cargué mi arco con una flecha y cuando disparé mi amigo salió de unos arbustos espantándome y mi flecha se clavó en un árbol espantando a los conejos.

Mi amigo es un chico de mi edad, moreno, cabello negro, ojos cafés y pestañas tupidas.

-Louis, idiota- dijo el negro y se echó a reír

-Cállate, que fue tu culpa que mi flecha se haya desviado- le dije enojado y es que no quería perder mucho tiempo cazando, quería pasar tiempo con mi familia.

-Lo siento, pero esta vez no será necesario cazar, el carnicero me regalo un trozo de carne. Supongo que servirá- dijo mientras le daba unos golpecitos a su bolso.

-¿El carnicero? Vaya, creo que hoy todos están muy sensibles- y es que sí, hoy era un día en el que realmente sentíamos pena por todos. -Entonces vamos a recolectar algunos frutos y regresemos a casa- Zayn asintió y nos dirigimos a los arbustos donde se encontraban bayas.

A Zayn lo conocí un día cazando cuando teníamos 12 años, y es que su padre al igual que el mío, murieron en el mismo accidente.

Estábamos tan delgados, con nuestra piel pegada a los huesos, bolsas debajo de los ojos y pómulos muy marcados, nuestra familia y nosotros muriendo de hambre. Que solamente intercambiábamos palabras para conseguir comida, cazar, recolectar o pescar. Fue hasta después de unos años que empezamos a conocernos y saber más cosas del otro.

Desde ese momento Zayn es la única persona a la quien confió aparte de mi familia, ha sido un buen compañero, él y yo nos quedábamos platicando hasta entrando a la madrugada, imaginándonos como seria nuestra vida si las cosas hubieran sido diferentes, si pudiéramos ser libres.

Pasamos un buen rato recolectando todo tipo de frutos hasta que decidimos que era suficiente. Nos repartimos el trozo de carne, guardamos las armas en el tronco hueco y nos dirigimos a la alambrada, de vuelta al mundo cruel. Caminamos un rato hasta que tuvimos que separarnos.

-Nos vemos en la plaza- le digo

-Claro, ponte guapo-

Cada uno se dirigió a una dirección distinta. 

Los Juegos del Hambre-Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora