Llevamos a los niños a un restaurante campestre, en el que había no solo un prado hermoso y grande donde los niños podían correr y saltar a sus anchas, sino también un parque con columpios, rodaderos, balanzas y pasamanos. Apenas parqueamos, los niños corrieron hacia el parque y nosotros a buscar una mesa en la que tuviéramos vista a los niños.
Empezamos a hablar, cuando llegó el mesero, por lo que fui a buscar a los niños para saber qué querían tomar. Hubo unanimidad en jugo de fresa o de mora, en caso de no haber del primero. Me devolví a la mesa hicimos el pedido de las bebidas y unas entradas que sé que a los niños les encanta.
Estábamos hablando de todo un poco, de cómo será nuestra vida cuando volvamos a trabajar y los niños entren al colegio, cuando llegaron las bebidas, fui a llamar a los niños para que se refrescaran un poco. Vinieron como una tromba y se tomaron el jugo de un solo sorbo. Samuel le limpió la boca a Valentina y yo hice lo propio con Gabriel. Antes de que se volvieran a ir a jugar, les preguntamos qué querían comer y hamburguesa con papas fritas y malteada tuvo todos los votos. Así con eso hicieron una carrera hasta los rodaderos, sin embargo, Nicolás tomó otro rumbo. Se sentó en una pequeña montaña y sacó un papel y lo comenzó a leer.
-Es la nota que le envió doña Sandra, me dijo Samuel a la pregunta tácita que hice.
En eso llegó el mesero y pedimos la comida: hamburguesas junior para Gabriel, Julieta y Valentina; hamburguesas sencillas para los gemelos y Doble carne para nosotros. Todas con papas a la francesa y malteadas, pero ninguna con salsas ya que son muy grasosas y les ponen demasiada. Prefiero que cada niño le ponga a la suya un poco.
Samuel
Terminamos de hacer el pedido y retomamos nuestra conversación, cuando Aleja me dice, mira a Nico mi amor. Volteo para verlo y estaba muy triste, casi llorando y no dejaba de ver el papel que le envió doña Sandra. Me fui a hablar con él.
-Nico, que te pasa?
Él se limpió las lágrimas y volteó para el lado opuesto al que yo estaba y me respondió un triste -nada
Me agaché para quedar a su altura, le tomé de la barbilla con delicadeza y volteé su cabeza para que me mirara a los ojos, mientras que, con la otra mano, le acariciaba la cabeza.
-Qué pasa mi niño? Volví a preguntar
El llanto lo traicionó, pero igual me contestó frunciendo los hombros – Mi abuela no me quiereeee y se pegó a mi pecho cómo un koala. Por acto reflejo le acaricié la espalda, me senté cómo pude en la montañita dónde Nico estaba sentado y lo senté en mis piernas, todo esto sin despegarlo un ápice de mi pecho y seguí en la tarea de acariciarle la espalda. Luego de unos segundo volví a hablar - ¿Por qué dices eso mi vida, si tu abuela te adora?
-Noooo, ella no me quiereeee me contestó, o bueno eso fue lo que le entendí porque habló pegado a mi pecho.
Ahí le toqué el hombro derecho y le dije Mírame corazón él lo hizo, pero antes se limpió las lágrimas que escurrían por sus mejillas.
- ¿Por qué estás tan seguro de que tu abuela no te quiere?
-Porque ella solo me regaña. Yo le envié una nota como antes y ella me respondió con un regaño. Me gustaba más mi abuela de antes.
-Vamos por partes mi vida, ¿cómo así que le enviaste notas como antes? Le pregunté sin dejar de acariciarle la espalda, para relajarlo un poco, porque estaba muy alterado.
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Mi Vida, Mi Fortuna, Mi Tesoro
Non-FictionAlejandra quien siempre quiso ser madre estaba casi resignada a no ver su sueño hecho realidad, pero un día la vida le sonrió y pasó de ser una mujer soltera y solitaria a ser esposa y madre de 5 diablitos que le alegrarán la vida .