CAPITULO 9- REENCUENTROS QUE ALEGRAN EL ALMA

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Nicolás Pov.

¡Mi abuelita, mi abuelita, mi abuelita! ¡Por fin! Yo salí corriendo al interior de ese lugar, no me importó nada, no escuchaba nada, lo único que quería era abrazar nuevamente a mi abuelita, cada vez me adentraba más a ese lugar, veía a las personas a mi alrededor como si estuvieran paradas o moviéndose en cámara lenta. No sabía exactamente para dónde iba, pero lo único que me importaba era ver a mi abuelita. Iba con eso en mente cuando siento que alguien me toma del brazo derecho y me da vuelta y me zarandea un poco. Era el señor Samuel, no me hizo daño ni nada, solo me trajo a la realidad.

- ¿Para dónde vas? Me preguntó. Yo lo miré directamente a los ojos, como si hubiera despertado de un bello sueño. -Yooo... ibaaa... Mi abueeela... ¡Quiero verla! Medio exigí, medio supliqué. -Claro que vamos a verla mi vida, pero no es por aquí, tu abuela está en el jardín, con tus hermanos, ¡acompáñame!, te llevaré a verla.

Ya de vuelta a la realidad, seguí al señor Samuel a dónde estaba mi abuela. A penas la vi arranqué a correr a su encuentro, aunque tenía un poco de miedo que el señor Samuel me detuviera, sin embargo, no sentí ni su agarre ni nada, por lo que, en menos de un dos por tres, estaba agarrado de su cuello, respirando su rico aroma a flores que tanto me gusta y que hubiera dado mi vida para volverlo a sentir.

-Abue qué alegría tan grande, pensé que nunca te volvería a ver! Le dije con lágrimas de emoción. -No llore mi perrito hermoso, que ya estamos juntos. Me dijo mi abuelita y me recordó cuando estábamos viviendo con mi mamá y por alguna travesura que yo había hecho me había castigado con la chancleta, y mi abuelita no estaba. Yo me sentí desolado y me fui a llorar al rincón más apartado de mi cuarto, cuando mi abuelita llegó, me atrapó en sus brazos y me dijo exactamente las mismas palabras que me dijo hoy. – No quiero que te vayas nunca le dije tratando de controlar las lágrimas que caían por sí solas. -Mientras esté aquí nunca estarás solo. Esas palabras me reconfortaron un poco por lo que me atreví a hacerle una pregunta. – Abue, ¿por qué no te vienes a vivir con nosotros? Ella me miró con sus ojitos tristes, me acarició la cabeza y me dijo – Mi perrito, tu sabes que si pudiera lo haría, pero por mi estado de salud, es más conveniente que me quede aquí donde me pueden atender y ayudar en lo que necesite, pero tú me puedes venir a visitar las veces que quieras. Ahí ella volteó a mirar al señor Samuel y la señora Alejandra, quienes asintieron levemente, dándole a entender a la abuela que nos traerían seguido a verla. ¡Estaba que saltaba en una pata al ver eso!

Mi abuela nos contó a todos como había estado durante el último tiempo que no la habíamos visitado. Nos mostró y regaló las manualidades que hace dentro del hogar, en el espacio que tienen de creatividad. Verla fue muy reconfortante. Ya llevábamos ahí como 2 horas cuando mi abuela nos dice que llevemos a los niños pequeños a jugar en una especie de parque que hay al fondo del jardín. A regañadientes me fui con ellos, porque lo que era yo, no me quería separar de ella, pero sabía también que tenía que hacerle caso.

Sandra POV

Los niños, sobre todo Nicolás y Samantha, se fueron a regañadientes, se notaba que no se querían separar de mi ni un minuto, pero lo que tenía que hablar con sus papás era cosa solo de adultos y ellos no podían estar presentes. – Les quiero agradecer en el alma lo que están haciendo por mis nietos, ahora ya puedo descansar tranquila, sabiendo que ellos están en muy buenas manos. Sobre todo, tú Samuelito, gracias por no juzgar a mi hija y por querer a todos sus hijos por igual y sin ningún resentimiento. Gracias a ti Alejandra por recibir en tu familia a tres niños que están carentes de amor. No les voy a negar que mis nietos son un poco traviesos y algo contestones, pero tienen un corazón enorme.

-Doña Sandra, descuide, sus nietos se robaron nuestro corazón desde que supimos de su existencia y ahora que están con nosotros haremos todo lo que esté en nuestras manos para que sean felices. Me dijo Alejandra mirándome firmemente a los ojos, como quien hace la más solemne de las promesas.

Mi Vida, Mi Fortuna, Mi TesoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora