Al llegar la hora pautada ambos se encontraron frente a frente en el pasillo que dividía sus apartamentos sin saber bien a donde dirigirse, por lo que, decidieron quedarse cada uno sentado frente a su puerta, y dado que la distancia entre ambos no era mucha, permanecían bastante cerca como para mantener una conversación informal.
Lo bueno para Ava era que podía dejar su puerta, que se encontraba justo a su derecha, un poco abierta; de esta forma se escapaba solo un poco de calor por el resquicio de la misma gracias a la calefacción, esperaba le ayudase a no terminar congelada. El clima gélido no perdonaba a nadie, por lo que también se encargó de buscar una manta tejida lo suficientemente gruesa como para abrigarse.
Ella había preparado chocolate caliente, como era de esperarse. Luego del primer sorbo y cuando ambos estaban cómodos, él habló:
—Bueno... no sé por dónde comenzar. Cuando propuse esta conversación no me pare a pensar como iniciarla.
Estaban volviéndolo incómodo innecesariamente. Esa incomodidad, y de qué lado provenía, no podía distinguirse fácilmente. Quizás gracias a Ava que no sabía dónde comenzar o quizás de parte de Jonah que se sentía un poco cohibido al tener la posibilidad de decir cualquier cosa sin procesarlas antes, esas cosas que podían estropear completamente esa primera buena impresión que quería dejarle a la chica. O quizás primera cuarta impresión, como sea, daba lo mismo.
Después de todo se sentían más o menos de una forma similar, para ambos era un poco incómodo por el hecho de que eran desconocidos... o quizás ya no tanto, eso si contaban las veces en las que se habían encontrado inesperadamente ¿Pero no es así como inician todo tipo de relaciones? Siendo desconocidos hasta que una de las partes da el primer paso.
Ambos se sonrieron ante eso y, notando ella que él también estaba un poco nervioso, quizás por su actitud inconscientemente un tanto distante, decidió dejarlo fluir lo mejor que pudo. Fingiendo que era alguien que ya conocía o que se encontraba en un ambiente que le inspirase seguridad, ella habló:
—Me gustó el libro —susurró, para luego interrumpirse con un sorbo de la taza que tenía entre sus manos—; debo decir que no es a lo que estoy acostumbrada. Pero admito que me agradó leer algo nuevo.
—Es difícil saber a qué estás acostumbrada cuando no nos conocemos lo suficiente —enfatizó él suave y divertidamente a la vez que imitaba su gesto con respecto al chocolate—. Pero creo que podemos trabajar en eso.
Ella sintió que se sonrojaba por alguna razón, pero no era algo que pudiese evitar. Solía mostrarse más espontánea mientras más conocía a las personas, así justificaba su timidez ante todos; incluso si le habían regañado por ello anteriormente. En especial miembros de su familia, alegando de ser muy grande para actitudes "tan de niños". Pero esas pequeñas cosas simplemente formaban parte de su personalidad; le era inherente esa actitud a veces tan tímida y en otras muy espontánea, todo era definido por el ambiente en el que se encontraba.