Ava caminó, lo más decidida que pudo, en dirección a uno de sus tíos, a ese en el que fijó su vista primero y que no le había traído muchos problemas con anterioridad, el esposo de la tercera hermana, pensado que era un buen comienzo.
Antes de poder llegar su otra tía, Eliana, le interrumpió. La segunda hermana.
—Hola, cariño. —La saludó con un beso en la mejilla en el que su largo cabello rubio le tropezó la cara, ataviada en un elegante vestido negro que resaltaba sus voluptuosas curvas. De sus otras tres tías, específicamente Eliana, solía invadir el espacio personal de cualquiera y eso a Ava no era la única cosa que le desagradaba de ella.
La chica le sonrió escuetamente, lo mejor que pudo, sin poder dejar a un lado como ella era quien más criticaba su comportamiento frente a sus padres, todo a sus espaldas. Ni siquiera tuvo el valor de hablar con ella, Ava solo escuchaba las conversaciones detrás de la puerta... después de todo era muy escandalosa y no temía hablar demasiado alto.
—Hola...
—Pero mira que has cambiado —dijo la mujer, tomando entre sus manos un mechón de cabello —. Nos alegra que hayas vuelto. Necesitamos más gente de confianza en la fábrica, ¿No es así, bebé? —le preguntó a su único y consentido hijo, unos siete años mayor que Ava, que se encontraba no muy lejos, este se limitó a asentir sin ganas. Ava sabía que él nunca quiso trabajar en la fábrica que su familia manejaba en el pueblo y por la que eran medianamente conocidos en él, fue obligado a hacerlo.
Creía fielmente que la razón por la que esto ocurría era que no se esforzaban en ir más allá. Ella quería, a pesar de no tenerlo muy claro, encontrar en que desempeñarse que le hiciera feliz.
Ava soltó un resoplido mientras ponía los ojos en blanco sin poder evitarlo.
—Todos tus primos y primas deberán pasar por allí, es un negocio familiar y no...
—Y nada. —La cortó, impresionada de haber podido hacerlo sin amedrentarse ante su mirada —. No estoy aquí para volver y formar parte de lo que sea que tengan... vine por Mia y también me iré.
Estaba comenzando a molestarse, pero Eliana, ajena a aquel comportamiento, le sonrió con suficiencia.
—No te puedes mantener alejada de aquí, niña,... estás obligada a cumplir con tu deber como miembro de esta familia. Ya sabíamos que te habías ido un tiempo a cambiar de aires, las vacaciones se acabaron.
Ava rio un poco sin gracia.
—¿Cambiar de aires? —preguntó —. Lo que yo hice fue alejarme de ustedes. No es un cambio de aires, aquí ni siquiera me dejaban respirar.
La chica estaba sorprendida de la frialdad con la que estaba siendo tratada, la gente en aquel lugar parecía falsa... todos con sus problemas fingiendo que son una familia unida que carece de ellos.