Cuando el vehículo se estaciono frente a aquella gran casa seguía con los mismos ánimos: bajos. No quería mirar las calles ni los establecimientos que pasaban por las ventanas, por ello cerró los ojos de nuevo, como en el avión, y se perdió en sus audífonos. Aun así podía simplemente sentir como allí el ambiente era diferente, si pudiese verlo desde otra perspectiva, pensaría que utilizaban un efecto azul, como si estuviese lluvioso, que lo permeaba todo; incluso si allí el clima era agradable, podía incluso quitarse el abrigo y disfrutar del sol que resplandecía sobre de su cabeza... quizás aquella podría ser la única cosas que extrañaba del lugar.
Tocó el timbre de la casa, que retumbaba por las paredes de una molesta manera, tal y como recordaba, nadie contestó; lo intento de nuevo y nadie contesto, ¿Estarían ocupadas? Después de todo solo habitaban allí su prima y su madre, la única tía que además de criticarla preparaba buena comida, al menos. Ya iba a tocar por cuarta vez cuando una Mia, totalmente destruida por fuera, e intuía, también por dentro, la vio. Se quedaron un par de segundos paralizadas hasta que la más joven de ellas corrió a abrazar a la otra con demasiado fuerza.
—Si viniste. —Repetía una y otra vez, con alegría de que estuviese allí después de tanto tiempo, pero a la vez con lágrimas de tristeza desbordando de sus ojos, no podía evitarlas.
—Te dije que lo haría. —Le recordó, peinando con sus dedos su cabello rubio, esta vez no tan arreglado como recordaba, mientras la abrazaba con cariño. Ava estaba impresionada del cambio en la que es su prima más pequeña; su cabello rubio estaba más largo y en definitiva era un poco más alta que ella, aunque también más delgada. Un minuto después la chica se irguió y la invitó a pasar, Ava con toda la confianza lo hizo.
Esta última dejó su maleta y su bolso a un lado de la entrada y siguió a Mia en dirección a la cocina, admirando inevitablemente la inmensidad de aquella hermosa casa que no recordaba así, parecía remodelada en varios aspectos y eso le agradó.
Cuando entró a la cocina la joven tenía una jarra de jugo en sus manos que se movía como si hubiese tomado diez tazas de café, temblaba sin controlarse.
—¿Estás sola? —preguntó suavemente, acercándose y quitando de sus manos la jarra para servirse ella misma y a Mia un poco. La última se sentó en la mesa central de la espaciosa cocina, asintiendo suavemente, en lo que sus ojos muy azules se veían más claros por las lágrimas contenidas.
Ava, pese a tener cierta empatía por ella, sabía que toda persona reaccionaba diferente; por ello esperaba que caminar suavemente sirviera para que su prima le contara un poco más de la situación en general. Por el momento estaba intentando mantener su mente alejada de lo que estuviese fuera de esa casa y lejos de la chica que parecía un fantasma sentada en la mesa de la cocina. Aun así pensó por un segundo en Jonah, y en como seria si él preparara el plato del otro día en una cocina así de grande y, aparentemente, moderna.
—Mamá está resolviendo todo el papeleo... —Ava asintió en su dirección, obligándole con la mirada a que tomase el jugo que le había servido—. Todo ha pasado muy rápido, Ava, no sé ni cómo debería sentirme. No tengo un nudo en la garganta que me avise que voy a llorar solo... lo hago todo el tiempo, y tengo miedo de que no pare.