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Si después de la conversación con mis padres, tenía el estómago revuelto y quería vomitar el desayuno por los nervios, pues ahorita quiero vomitar todo que he comido en el año.

Vale, tampoco para tanto. Tal vez si sea un poco exagerada como dice mi padre, ¡Pero solo un poco! Pero, ¿Cómo no estarlo? ¡Me voy a ver con Nathan! Y por alguna razón, estoy que vomito de lo nerviosa que estoy.

Mi mirada se fija en el reflejo de mi espejo que yacía en mi cuarto, dándole un último vistazo poco convencida. Niego con la cabeza tratando de eliminar todos aquellos pensamientos intrusos que hace que dude siempre de mí.

Esto de tratar de verme de otra forma, "Como una chica bonita" No será nada fácil.

—Toc, toc—Escucho la voz de mama tratando imitar a los toques de una puerta. Mi vista de dirige a ella, está asomada con una gran sonrisa— ¿Puedo pasar?

—Claro.

Mama se adentra al cuarto y llega hasta donde estoy. Con sutileza posa sus manos sobre mis hombros, y ambas dirigimos la vista al espejo, en donde están se encuentran nuestros reflejos.

—¿Me veo bien? —pregunté mordiéndome el labio inferior.

—Hum—murmuró, y arrugo la frente como si no estuviera convencida—No te ves bien... te ves perfecta.

En mi rostro una sonrisa se ensancho satisfecha, si ella que es mi madre, la mujer que me dio la vida, dice que me veo bien, entonces debo estar segura que si me veo... bonita.

Y es que, si me siento bonita, me gusta como se ve la blusa vinotinto de tiritas que combina a la perfección con mi pantalón negro ajustados, junto a los botines negros. No debo negar que, si dude en vestirme de esa forma, pues los pantalones hacen que se me vean mas flacos las piernas y la blusa deja al aire mis brazos debiluchos. Pero como había dicho que iba a tratar de otra forma, aquí estoy, viéndome en el espejo y sintiéndome bonita.

—Bien, entonces creo que estoy lista—dije, solté un suspiro y me volteé ver mi mamá,

—Más que lista—respondió con una sonrisa que hacía que se arrugara un poco las esquinas de sus ojos—¡Ve por él muñeca!

—¡Mamá! —Le reñí, sentí como mis mejillas se empezaron a encender, y sé que ya habían tornado de color carmesí. Mamá no paraba de reír, burlándose de mi.

Después las dos soltamos unas carcajadas.

Nathan y yo habíamos quedados en encontrarnos en a plaza que queda cerca de mi casa, así que mientras iba caminando y me iba acercando a dicho lugar, mi corazón se aceleraba cada vez más con cada paso que daba.

Muchas personas se me quedaban viendo y arrugaban sus rostros como si hubieran visto una asquerosidad. Hice el mayor esfuerzo de no tomarle importancia, y así estuve hasta que llegué a la plaza. Antes de llegar al punto de encuentro, trate de calmarme, sin embargo, mi corazón no dejaba de latir frenéticamente.

1, 2, 3, 4... empecé a contar mentalmente.

—Bien, es hora—dije intentando darme animos a mi misma, aunque poco funcionó. me adentré a la plaza. Muchas personas caminaban de un lado a otros, había niños jugando con pelotas, y parejas caminando agarrados de las manos.

El sol ya se estaba ocultando, y el cielo se estaba tornando de color a naranjado difuminado con rojo. El viento sacude las hojas que ya están casi secas porque ya no falta casi para que llegue el invierno. Debí ponerme un suéter, se nota que hoy va ser una noche fría.

Nathan y yo habíamos quedado en que nos íbamos a encontrar en una banca cerca de una fuente, fue fácil de localizar porque la plaza solo tiene una fuente. Emprendí mi rumbo hasta llegar.

Chica Flaca    [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora