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Me despegué lentamente de Nathan, aunque internamente mi cuerpo pedía gritos quedarme así con él por horas.

Llevé mi vista a sus ojos, y pude notar que estaban llorosos. Estaba reteniendo las ganas de llorar. Sentí otro pinchazo en mi pecho, porque me desesperaba verlo así, y no saber que hacer.

Cuando yo estaba mal, el buscaba la manera de hacerme sentir bien, pero ahora que él está mal, yo no sé que hacer, y me odio por eso.

Una lágrima se había deslizado por su mejilla, me tomé el atrevimiento de acercar mi mano y quitar la gota con delicadeza. Cuando iba a retirar mi mano, Nathan la sostuvo y la acercó otra vez a su mejilla mirándome fijamente y con el pulgar acarició mi dorso. Nuestras manos unidas de esta forma, hizo que una corriente de escalofríos pasara por mi, nunca habíamos estado tan cerca, y se sentía muy bien.

Mi cerebro hizo despertarme, y con cuidado alejé la mano y de él también, aunque no mucho, quedamos a escasos centímetros de ambos. Nathan subió sus piernas a la altura de su pecho y con sus brazos las envolvió, y yo me senté en forma de indio. Ambos no decíamos nada, dejamos que el silencio nos inundara.

Transcurrieron varios minutos así.
Volví a mirar Nathan y noté que estaba viendo a un punto fijo pero perdido en él, eso me recordó a cuando lo conocí, que tenía una expresión sombría y decía a leguas de que no quería hablar con nadie.

Tragué saliva ante aquel recuerdo.

—Si quieres desahogarte, adelante, aquí estaré para escucharte—dije a penas en susurro jugando con mis dedos. Intentar ayudar a otra persona, no es lo mío.

Fue entonces cuando de su rostros, atisbé una pequeña sonrisa.

—No eres buena en ayudar a los demás—era como su me hubiera leído la mente. Yo solté una leve carcajada.

—Para nada.

Yo lo codeé en el brazo.

Esta vez, Nathan llevó su vista a mi, haciendo que me removiera incómoda en donde estaba.

—Gracias por venir—susurró. Su aliento a olor alcohol había llegado a mis fosas nasales.

—N-no te preocupes—tartamudeé, traté de aclarar mi garganta para sonar mejor y no como una chica que se iba a desmayar porque un chico a escasos centímetros de ella la está viendo fijamente–Digo, eres mi amigo, tenía que venir y no dejarte solo.

Él soltó una pequeña carcajada, pero volvió a estar son su expresión seria.

—¿Te puedo hacer una pregunta?—inquirí.

Nathan se tomó unos segundos antes de responder, y en un babulceo respondió: —Sí, claro.

—¿Desde cuando bebes?

La pregunta hizo que el chico se tensara un poco, pero después trató de relajarse.

—Desde que ella falleció.

Su respuesta me había dejado sorprendida, pero más que todo, había alimentado mi curiosidad, ¿Quién es ella?.

—Disculpame por preguntar mucho, pero ¿Quién es ella?

Nathan, está vez, se movió de donde estaba, poniéndose frente de mi y de la misma forma que estaba sentada yo, el se sentó.

Con una pequeña sonrisa, respondió:—Mi prima-Hermana.

Nuevamente me ha llevado de sorpresa su confesión. Y lo entendí. Creo que todos tenemos a algún primo que lo queremos como un hermano, aunque ese no es mi caso, porque a ninguno de mis primos los considero así, pero sin embargo los quiero.

Chica Flaca    [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora