Desde que soy niña, siempre he tenido contextura delgada.
Sí, desde chiquita he tenido brazos de pollo, y piernas de popote. Toda mi vida.
A lo largo de mi vida siempre he sido humillada, siempre he pasado vergüenza, al algo que todavia no me acostumbro, todo eso, por el simple hecho de ser una chica flaca. Nadie a quien yo haya conocido tiene pelos en la lengua cuando critican mi cuerpo. Siempre me preguntan lo mismo, una y otra vez: "¿No comes?", "¿Eres anoréxica'", "¿Como haces para no romperte cuando hay brisa?".
Anoréxica.
Anoréxica.
¡Anoréxica!
Incluso, mis propios padres me han hecho pregunta similares, obvio, más disimuladamente.
Pero puaj, es lo mismo.
A partir de los cinco años, cuando mis padres notaron como estaba tomando forma mi cuerpo, dicidieron llevarme al nutricionista. Pero tampoco fue por sus decisión propia, mi familia empezó a murmurar sobre, y ellos, mis padres, les incomodaban. O les daba vergüenza.Llegué a la clínica, me hicieron pasar como a una sala, donde atendían a los niños. Al rededor, las paredes estaban pintadas de animales, con mucho colores; había Jirafas, Elefantes, Monos, pintados. Habían niños que hablaban con otros niños, pero habían otros, como yo por ejemplo, que se limitaban a estar sentados juntos a sus padres.
Tenía miedo, por alguna razón le tengo miedo a los médicos, pero también le tengo miedo a las inyecciones, tan solo ver como la aguja traspasa la piel, empiezo a llorar, que tal si, ¿Traspasa mi brazo? Tan delgado que es, no le costaría muco la aguja en llegar al otro extremo.
Pero nunca pasó, pero igual lloraba cuando me decían que me tenían que sacar la sangre.
—Leyla Johnson—se asomó una enfermera que en su mano yacía una tabla con un bolígrafo. Me había llamado, era mi turno. Mis piernas habían empezado a temblar, y después empecé a llorar. No quería entrar. Mamá me empezó a calmar, diciéndome que todo iba a estar bien, que no me iban a sacar la sangre. pero sabía que era mentira, porque desde ese día, la misma rutina de ir al medico cada mes, se empezó a repetir.
Mi mamá me cargó y me llevo con el doctor quien me esperaba sentado en su escritorio.Yo me empecé a mover desesperadamente, estaba dando un berrinche, con tan solo de que nos fuéramos lejos del hospital. Pero no funcionó. Cuando ya me había calmado, y que mi mamá se asegurara de que no me fuera a escapar, me bajó de sus brazos.
Sí, por mi mente pasó la idea de escaparme, incluso me fijé si la puerta estaba abierta, y no lo estaba, además papá la estaba cuidando, procurando de que la idea loca que estaba pasando por mi cabeza, no funcionara.
—Y bien, ¿Qué tiene la niña?—preguntó el doctor, se quito los lentes, se talló la frente y luego vió intercaladamente a mis padres. En cambio, mis padres se vieron entre ellos, preguntándose con los ojos quien iba hablar primero.
Y fue mi papá quien habló.
—Doctor—lo llamó, el doctor se fijó en él, mi papá se aclaró la garganta— no sé si esté bien, pero Leyla ya tiene cinco años, y la veo muy delgada.
Já, sí, desde ese día sabía que mi vida iba ser un caos, solamente por la forma tan delgada que soy.
El doctor y mis padres se pusieron hablar entre ellos, algunas cosas no la entendía. Lo único que entendí es la palabra "vitaminas", y fue porque desde ese día, me mandaron a tomarlas.Antes de irme,me hicieron mi chequeo, me sacaron la sangre —sí, me resistí, pero tres podían mas que uno. Y más si era una niña—mi mamá me repetía una y otra vez que era por mi bien, ¡Pero yo apenas era una niña! Quería jugar, quería comer helado hasta que mi cerebro se congelara, ¡Quería divertirme! Que iba a saber yo, con cinco años, que era bueno para mi.
Y, por último me tuvieron que subir a una balanza, para saber cuanto pesaba en ese tiempo. Y era muy poco. Mis padres se sorprendieron, pero el doctor no, solo les dijo que tenía que subir de peso, y que, el próximo mes, tenía que por lo menos subir dos kilos. Desde ese día, mis padres, a parte de darme las asquerosas vitaminas, me daban de comer más. Yo les decía que ya no quería, que mi pancita estaba llena, pero ellos me exigían comer más y más.
Llegó el siguiente mes, y mis padres me veían igual. Estaban preocupados, pues, temían a lo que fuera decir el Doctor.
Llegó el día en que tenía que ir al hospital, mis padres estaban nervioso, se les notaba en la cara, y yo, solo quería ver mis programas infantiles.
Volvimos a estar en la sala con la paredes pintadas con animales y muchos colores. Esta vez, no estaban los niños de antes, habían diferentes niños, incluso había un bebé llorando que ya me estaba empezando a irritarme.
Mamá me acariciaba el hombro para tranquilizarme, a lo mejor para no dar nuevamente un berrinche como lo había hecho la última vez.La misma enfermera que antes, se asomó a la sala diciendo m nombre. Antes de entrar un niño salió llorando, haciendo que me entrara los nervios.
Ese día me volvieron hacer el mismo chequeo que me habían hecho hace un mes. Y cuando llegó el momento de subirme a la balanza, a pesar de mi corta edad, pude notar tensión la tensión que había entre los adultos.
No había aumentado de peso.
El doctor al notar los rostros de mis padres, y lo decepcionados que estaban por no hacerme de subir de peso, les dijo que no se preocupara, que con el tiempo, iré subiendo de peso.
Sí, subí de peso, pero era porque mientras mas crecía, más comía, pero seguía igual de flaca.
Todavía sigo siendo una chica flaca.
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¡Holaaa espero que estén súper bien!
Bien, sé que este cap no es muy relevante que digamos, pero quiero que conozcan más a fondo a Leyla, y eso quiere decir que también conozcan su pasado.
Lo más probable es que hayan otros capítulos que relaten su niñez.
Ahora sí, no tengo más nada que decir, solo espero que les haya gustado el capítulo, y que no olviden votar y comentar, les agradecería muchísimo ❤.
Hasta el próximo capitulo ❤💫.
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Chica Flaca [COMPLETA]
Teen FictionBORRADOR Esta historia es un borrador, por lo tanto, contiende muchas faltas ortográficos. Poco a poco las iré arreglando. ♡♡♡ Algo que ella no aceptaba, era su cuerpo. Lo veía tan diferente a las demás, que se sentía excluida. Quería ser como ella...