Una grata sorpresa

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Si pudiera correr seguro lo haría, pero ahora estaba muy cómodo en la cama con los brazos detrás de su cabeza, descansando, aunque no tenía porqué si no había hecho nada en todo el día. Ni siquiera había salido a tomar aire. Estaba toda la mañana en esa incómoda cama, escuchando a Petunia Dursley gritar como loca sobre la novia de Dudley.
Cosas cómo: "¡No merece a mi niño!"–o–"No debimos invitarla Vernon".
Harry ya se sabía aquel sermon de memoria y no deseaba escucharlo. Además, la tal "novia" de Dudley no sabia que Harry existía.
A Harry solo se le ocurría una cosa ¿Quién en sano juicio podría querer a Dudley? Ni siquiera por dinero entonces ¿por qué?
Tal vez estaba ciega, pensó Harry y dejo que su mente divagara con un millón de cosas, la pared, Hedwig. Pensar en Sirius le dolía, pues no estaba pasando un verano increíble en Grimnauld Place y ni siquiera una carta le había escrito. Al menos Blake sí lo había hecho y hasta dos por día, pero aquel día simplemente era caluroso y lleno de los gritos de Tia Petunia.
–Lo siento Hedwig–dijo Harry–. Aqui nos quedaremos un largo rato.
Harry cerró los ojos y se concentró en la nada, no tenía nada feliz en qué pensar.
Bufó y escuchó pasas apresurados, la puerta se abrió y Tia Petunia lo miró desde la entrada con una mirada de desaprobación total.
Parecía que quería ver que Harry no estaba ahí y su cara parecía estar decepcionada.
–Potter, ven.
Harry con enorme flojera tuvo que levantarse y sus pues se empezaron a entumir, caminó como si estuviera manco y así bajó las escaleras hasta llegar a la cocina en donde daba el olor a comida preparándose.
Tia Petunia, coloco sus manos en los bolsillos del mandil de flores que llevaba.
–¿No tienes a un lugar a donde ir?
Harry se sorprendió.
–¿Eh...?
–¡Oh vamos Potter!–dijo Tia Petunia–. ¿Amigos cerca? Eres muy molesto como para tenerte aqui de invitado y...–bufó, le dolía decir las siguientes palabras:–Dudley quiere que todo sea perfecto.
Harry arrugó la nariz ¿eso que significaba?
–¿No me quieren en la casa? Ni siquiera hago ruido.
–Mira Potter, vete a pasar la noche con la señora Figg o sino, pues vete al parque. Estás demasiado pálido.
Harry gruñó.
–Tal vez si te cae bien la novia modelo de Dudley–comentó Harry.
Tia Petunia le lanzó una mirada acusadora.
–No, Potter, no. Pero por Dudley lo haré. Regresa después de las ocho–dijo Tia Petunia.
Harry no tuvo otra opción más que obedecer, sacó su chamarra roja y después de ponérsela, bajo las escaleras y vio a los tres miembros de la familia Dursley muy cambiados.
Dudley, con un extraño saco negro y tio Vernon estaba igualito, tia Petunia llevaba un vestido color miel. Los tres miraron a Harry como si fuera una especie de fantasma.
–¿Ya te vas Potter?–gruñó Tio Vernon, Harry asintió.
Salió de la casa de los Dursley y el aire caliente le dio directo en la cara.
Estaba unas cuantas casas lejos, cuando vio un carro llegar y de ahí bajo una chica que no podía decirse que era igual a Dudley. Harry rodó los ojos y siguió su camino, con las manos en los bolsillos y unas enormes ganas de dormir.
Llego al pequeño parque después de sentir que la brisa calurosa le quemaba la cara ¿que haría en todo el día?
Podía pasear varias veces por el parque o incluso por Privet Drive. Pero no, Harry estaba tan aburrido que solo se sentó y observó a la nada.
¿Sirius se estaría divirtiendo?
Bueno, para Harry eso era una preocupación ¿qué haría Sirius para divertirse?
Su mente divago en la pelota roja de una niña, en los zapatos azules de un bebe y en el sonido de la voz de una mujer cantándole a un bebe en carriola. Tal vez no todos los padres eran iguales a los Dursley.
Harry se balanceo en el columpio, sus pies tocaban el suelo y Harry se estaba quedando dormido. ¿Dirían que era un vagabundo?
Sus ojos se abrieron de golpe al escuchar a alguien decir su nombre.
–¿Harry?
El muchacho volteó en todas direcciones hasta que vio a un hombre parado a unos metros de él, detrás de un arbusto.
–¿Señor Williams?
Claro que era él, se dijo Harry, tenía el cabello castaño no muy claro con algunas canas visibles. Llevaba un largo saco color crema y un maletín.
El señor Williams salió del arbusto y se puso a caminar en dirección a Harry.
–¿Qué haces aquí Harry?
No queriendo decir la vergonzosa verdad, Harry tuvo que mentir un poco.
–Pues quise venir a caminar.
Dario Williams pareció sorprendido.
–Oh, no sabía que vinieras aquí. Yo llego del trabajo y paso por aquí seguido.
–No siempre lo hago–dijo Harry.
–¿Quieres venir a mi casa Harry?
Harry lo pensó. No quería verse tan desesperado, pero por una parte no. Alana, la bruja mala del cuento estaría ahí y a Harry no le dio muy buena impresión. Pero sí quería ver a Blake.
–Eh...
–¡Vamos Harry! Come algo–dijo–. Blake esta en casa.
Harry asintió. ¿Si Blake estaba en casa porqué no lo busco? Oh, seguramente por la loca de su madrastra no pudo, ya se lo había dicho en sus cartas: <<Oh, Harry me gustaría ir a sacarte de los Dursley pero yo también estoy esclavizada>>
–Esta bien.
Harry comenzó a seguir al señor Williams. Jamás había estado en el otro lado de Privet Drive, estaba bastante lejos del parque.
Además pasaron por varias calles y casas grandes, no eran muy pequeñas como la numero 4 en donde vivían los Dursley, estas eran más grandes.
Harry dejo que sus ojos exploraran las diferentes casas, unas parecían tener faroles en sus techos, otras elegantes chimeneas y dos carros.
Dario se detuvo en una casa bonita, de acabado de piedra, con una pequeña torre y una chimenea; un enorme jardín con varios gnomos y una fuente en donde estaba estacionado un auto color negro.
Saco sus llaves y abrió la puerta, Harry sintió la brisa del ventilador directo en la cara.
–¡Llegue!–gritó Dario–. Traje a un invitado.
Harry apenas había puesto un pie en la casa cuando escuchó un grito.
–¡HARRY!
Ni siquiera había terminado de girar la cabeza cuando ella lo rodeo con los brazos. Harry reacciono y le devolvió el abrazo, su cabello olía a rosas y tenia un toque a miel y limón.
–¡Harry!–Blake dijo su nombre tantas veces que Harry se mareó.
Harry sonrió.
Blake se había puesto más bonita, sus ojos azules radiaban de felicidad y tenía una enorme sonrisa en el rostro. Su cabello estaba suelto y lo había cortado un poco, sus mejillas se habían ruborizado y Harry solo saludo.
–Hola.
–¿Cómo...?
–Estaba en el parque.
–Lo invite a cenar–dijo Dario recibiendo a su esposa.
Blake miró a Harry y rodó los ojos.
–Bienvenido Harry–dijo Alana, con su voz melosa y odiosa.
Harry solo sonrió de manera falsa.
–Ven, Harry, vamos.
Blake empujó a Harry hacia un pasillo y luego bajó las escaleras, un sótano.
Abrió la puerta y entró.
Ahí estaban todas sus cosas de Hogwarts, sus libros, el baúl y su lechuza.
Había una cama, un tocador y una lámpara rota con un foco nuevo.
Blake se tocó las manos y Harry vió que las tenía vendadas, las vendas tenían unas leves gotas de sangre.
–¡Y este es mi hermoso cuarto!–dijo riendo–. ¿Qué te parece?
Blake solo se soltó a reír.
–¿Fue tu decisión o no?
–No–dijo–. La bruja le dió mi habitación a Rose.
–Oh.
–¡Pero ni modo!–dijo sonriendo.
Harry notó que estaba muy contenta de verlo.
–Cuéntame Harry ¿que hacías?
–Nada.
–¿Sirius te ha hablado?
–No.
–A mi tampoco–dijo ella–. Creo que se esta divirtiendo demasiado.
Harry soltó una risa.
–Anda–dijo Blake al ver que Harry de había puesto serio de golpe y miraba a la nada–, pregunta.
–¿Que noticias hay de él?–preguntó Harry.
Blake chasqueó la lengua, caminó hacia el tocador y de ahí saco un periódico con imágenes que se movían.
–Ten, ahí debe haber información.
Harry tomó el periódico y se sentó a ver la primera página, su cara estaba en ella. Era una foto de cuanto habían estado en el ministerio hace unos mese. Harry sintió algo de rabia en su estomago.

El Elegido (Secuela del Olvido)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora