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Jimin

— ¿Qué?

¿Por qué no estoy acostumbrado ya a eso? Inevitablemente pongo los ojos en blanco para hacer notoria mi frustración. — Ya te dije. — Espeto secamente. — Necesito cuchillos para un proyecto.

Mi madre sigue viéndome perpleja y con la boca ligeramente abierta. Froto el tronco de mi nariz y cierro mis ojos para conservar la calma. He estado más irritable que otras veces y mi grado de paciencia es muy limitado.

— Olvídalo, veo no que sirves. — Paso a su lado mostrándome molesto.

— ¿No te sirven los que tenemos acá? — Pregunta ella provocando que me detenga.

— Jimin ayer compraste unas esposas, cinta adhesiva, en la semana fuiste por bandas, tus cajones están atascados de alfileres y velas, ¿qué estás haciendo?

— Proyectos escolares.

— ¿Qué clase de proyectos escolares?

— No puedo decirte. — Alzo los hombros. — ¿Me ayudarás o no?

— ¡No hasta que me digas qué está sucediendo Jimin!

Estoy a punto de contestar cuando la radio me interrumpe. Me callo y dirijo mi vista a ella con una ceja alzada, mi madre imita mi gesto.

"El nuevo grupo "L" de Europa ha vuelto a hacer un ataque hoy. Hubo veinte fallecidos y poco más de ochenta heridos. La ola agresiva del desconocido de grupo se ha comenzado a revelar en Estados Unidos igualmente, el ejército responde rápido pero aún no tenemos información..."

— Jimin. — Llama mi madre.

— Te lo diré después, déjalo. — Me cruzo de brazos. — Tengo tarea qué hacer, te veo luego.

— Jimin. — Llama ella nuevamente pero la ignoro. — ¡Jimin!

— ¿Qué? — Volteo a verla definitivamente más desesperado que antes.

— Muéstrame tus manos. — Ordena fríamente.

— No haré eso. — Retrocedo. — Tengo tarea qué hacer, ¿te importa?

— ¡Te dije que me mostraras tus manos! —Grita ella.

— ¡No voy a hacerlo! — Grito de vuelta. — ¡Déjame en paz!

Antes de que diga otra cosa voy a mi cuarto y cierro con llave. Escucho sus golpes del otro lado pero ya me encuentro sentado en mi cama respirando profundo y negando con la cabeza. Muerdo un poco mi lengua y me voy a sentar al escritorio donde hay un espejo instalado que me permite ver perfectamente mi rostro.

— Muñeco. — Le digo al espejo con una sonrisa. — Muñeco de trapo, muñeco roto, muñeco sexual... ¡Oh! ¡Esa es buena!

Río inevitablemente y abro los cajones sacando varios alfileres que están amontonados. Saco un puñado que dejo en el escritorio y de otro cajón saco la navaja suiza que también coloco de lado. Muerdo mis labios con fuerza y alzo el alfiler a la altura de mi rostro, observando el brillo que se refleja en él.

— Uno. — Doy un pinchazo en mi pulgar. — Dos, tres. — Otros pinchazos. — Cuatro, cinco. — Paso al índice. — Seis, siete, ocho, nueve, diez.

Pequeñas gotas de sangre asoman por mi piel y el ardor se vuelve presente. Me apoyo en el escritorio observando la sangre deslizarse por mi muñeca y brazo hasta tocar el escritorio. Gruño un poco y me golpeo la frente maldiciendo.

— ¿Qué carajos me hiciste...? — Susurro roncamente.

Me reincorporo y succiono la sangre de mi índice y pulgar durante un rato mientras guardo lo que he sacado. Saco unos cuadernos sin dejar de succionar y leo unos textos que me han dejado pero apenas presto atención a ellos, mi mente está volando ya en otro lados.

01001001 01101110 01101110 01101111 01100011 01100101 01101110 01110100Donde viven las historias. Descúbrelo ahora