05 •Iwaizumi Hajime.

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Un punzante dolor de cabeza me llevaba atacando varias horas, impidiéndome dormir. Me volví a girar entre las sábanas, con cuidado de no despertar a mi acompañante. Mientras él permanecía plácidamente dormido, yo era incapaz de conseguir esa calma que tanto ansiaba.

Gruñí llevándome la mano a la cabeza, apenas escuchando su suave respiración contrastando con la bulliciosa circulación de las carreteras nocturnas.

Me incorporé y salí de la cama lentamente, intentando hacer el menor ruido posible. Caminé descalza sintiendo un agradable cosquilleo en la planta de los pies por la alfombra, pero no pasó mucho para que sentiera el suelo, enfriándome inmediatamente.

El dolor no había aminorado, ahora sentía como mi cabeza palpitaba como si fuese a explotar.

No tardé más de un minuto en entrar al baño y entrecerrar la puerta, para que la luz apenas llegase al cuarto. No quería despertarle, había estado trabajando mucho como entrenador últimamente y solía llegar a casa bastante cansado, por lo que preferí dejarle descansar antes que despertarle con alguno de mis problemas.

Abrí el grifo dejando que el agua fría corriese por el lavabo, aunque no tardé en poner el tapón para que se acumulase. Me senté en el mármol del que estaba formado el mueble y sumergí los pies en el agua, dejando caer la cabeza para apoyarla en las rodillas.

Suspiré sabiendo que esa era la única manera de calmar un poco el dolor de cabeza que solía atacarme con frecuencia. Hundí también la punta de los dedos en el agua fría, pasando después a la mano entera para coger agua y mojarme con ella la nuca.

El frío líquido resbaló por mi cuello, algunas gotas mojaron mi camiseta pero otras volvieron a caer al lavabo. Repetí esa acción varias veces, dejando escapar atenuados suspiros al tiempo que me relajaba.

En un momento dado una mano acarició mi espalda dulcemente, y levanté la cabeza para cruzarme de frente con el rostro de mi pareja, aún con los ojos rojizos y entrecerrados por haberse despertado recientemente. No sabía en que momento había entrado, pero tenía que haber sido hacía poco.

-¿Te he despertado? Perdón...- Me disculpé.

Iwaizumi besó mi frente pasando su mano por mi pelo despeinado, y me miró con una dulce sonrisa.

-¿Otra vez las migrañas?- Me preguntó, y yo asentí. -Deberías haberme despertado entonces, para estar contigo al menos.-

-Pero has estado muy cansado estos días, deberías volver a dormirte...- Empecé a hablar, pero sus labios contra los míos me hicieron callar.

-Ven, vamos al salón juntos.- Murmuró con toda la dulzura posible.

Saqué los pies del lavabo y él me cogió en brazos como si fuese una princesa, como si no pesase más que una pluma. Los músculos de sus brazos se tensaron de tenerme sujeta, dejándome apreciar sus horas de trabajo en el gimnasio.

Pero no era su cuerpo, por muy increíble que este fuese, lo que me había hecho enamorarme de él hacía varios años, cuando aún estábamos en nuestro tercer año. Fue la forma de tratar a los demás, preocupándose por ellos siempre y sin querer nada a cambio. También fue la forma en la que me miraba siempre, como si nunca hubiese visto nada más preciado.

Y ahora que estaba entre sus brazos, en nuestro penthouse juntos, me daba cuenta de la suerte que había tenido de haberle conocido cuando apenas era una adolescente.

Caminó conmigo en brazos saliendo del baño, pasando por nuestro cuarto y bajando las escaleras que llevaban al salón. Las grandes cristaleras que lo cubrían nos dejaban ver la ciudad, que nunca dormía por muy de noche que fuera. Y en eso se parecía a mí.

Suspiré apoyando la cabeza contra su pecho, escuchando débilmente los latidos de su corazón.

Me bajó al suelo poco antes de llegar al sofá, pero sin soltarme. Sus brazos me rodearon abrazándome tiernamente, y yo hice lo mismo relajándome entre su calor.

-Voy a quedarme contigo hasta que se te pase el dolor, no quiero que estés sola.- Indicó sin soltarme.

-No hace falta que lo hagas, deberías descansar para ir a trabajar en unas horas.- Debatí.

-Pero quiero hacerlo, así que ahora siéntate en el sofá y escoge algo que hacer en lo que yo vuelvo.-

-Vale.- Accedí yo con una pequeña sonrisa. Cuando se iba a alejar de mí, volví a tirar de su mano levemente llamándole. -Hajime... Gracias.-

Iwa sonrió y besó mis labios antes de alejarse definitivamente en dirección a la cocina.

Yo caminé a paso lento hasta la librería donde guardábamos algunos libros y cd's de películas o música, pero algo en mi me llamaba a escoger un libro en concreto. Una gastada edición de Cumbres Borrascosas que habría leído más de mil veces, pero que nunca me cansaba de repetir.

La sujeté entre mis dedos acariciando el lomo, y me dejé caer sobre el sofá cerrando los ojos. Los volví a abrir pasados unos minutos, cuando alguien se sentó a mi lado en el sofá. Claramente sabía quien era.

No tardó en acomodarse a mi lado, dejando que me subiese a su regazo para estar más cerca el uno del otro. Me pasó una taza humeante y besó mi sien, antes de mirarme expectante para darle mi aceptación sobre la bebida.

Bebí el chocolate caliente con gusto y una pequeña sonrisa, a la vez que dejaba el libro sobre las manos de Hajime.

-¿Puedes leerme esto en voz alta?- Le pedí acariciando su mejilla.

Mi novio asintió con una dulce sonrisa, cogió el libro el libro con una mano y entrelazó la otra con la mía, acomodándose para empezar a leer, aunque yo le interrumpí.

-¿No es más incómodo leer así?- Le pregunté. -Es complicado sujetar el libro con solo una mano.-

-Pero así puedo sostener tu mano.- Me respondió.

Apoyé la cabeza en su pecho notando como el dolor había disminuido considerablemente y me dispuse a escucharle narrar la historia sosteniendo con una mano la bebida caliente y con la otra la mano de mi pareja.

No supe cuanto tiempo había pasado cuando mis ojos se empezaron a cerrar inevitablemente. Hajime lo notó y dejó de leer, dejando con cuidado el libro sobre la mesa que teníamos justo en frente del sofá. Cogió también mi chocolate y lo dejo al lado del libro, aunque yo aún no me lo había terminado.

Sentí como sus brazos sujetaban mis piernas y mi cintura, y como se levantaba del sofá conmigo de nuevo en brazos.

Lo último que supe antes de caer dormida fueron sus suaves labios posándose sobre mi frente, acompasados de sus pasos subiendo las escaleras en dirección a nuestro cuarto.

Lo último que supe antes de caer dormida fueron sus suaves labios posándose sobre mi frente, acompasados de sus pasos subiendo las escaleras en dirección a nuestro cuarto

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One-shoots | HaikyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora