18 •Sugawara Kōshi.

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Solo éramos dos enamorados sin querer pensar en el futuro.

-Estaremos juntos, para siempre.- Murmuró con su sonrisa a centímetros de la mía, con esos ojos brillantes en los que me había fijado aquella lejana primera vez.

* * *

Cuatro meses. Un verano y un poco más.

Eso es lo que había durado el pequeño pedazo de paraíso que había conseguido arrancar y alargar hasta que me dolieron las puntas de los dedos.

Eso era el tiempo en el que habíamos estado Suga y yo juntos.

Un verano en el que recordaría el calor del sol, las innumerables tardes en la piscina, las risas o retos entre nuestro grupo de amigos que quedábamos juntos desde hacía casi dos años, sus brazos alrededor de mi cuerpo o sus labios sobre los míos.

No llegamos a salir, pero cualquier persona que nos viera podría haber asegurado que cualquier pareja de enamorados era igual que nosotros.

Pero yo no salía con nadie, porque eso me asustaba, porque no estaba preparada, por siete razones mas que Suga no necesitó escuchar. Porque como él dijo, él me amaba.

Y eso iba a ser suficiente.

Eso quería pensar, hasta que una tarde fresca a finales de septiembre me di cuenta de que eso no estaba bien, después de que sus manos se entretuvieran en la curva de mi cintura y mis manos sujetaran la parte baja de su cuello para besarle.

Porque se sentía como si estuviera jugando con él, por mucho que estuviera enamorada de él, porque esa relación entre nosotros no iba a llegar a nada más por mucho que los dos nos esforzáramos.

Y en esos primeros días de nuestro tercer curso fue cuando me di cuenta, de que tenía que dejarle ir.

Aunque el simple pensamiento me hiciera temblar y me aterrara.

Aunque eso le hiciera daño.

* * *

-Si para ti es lo correcto entonces deberías hacerlo.- Habló Daichi sujetando una de mis manos.

-No quiero que me odie.- Murmuré.

-No lo hará, Suga no es ese tipo de personas.- Me aseguró. -Le va a doler, eso seguro, pero se le pasará después de un tiempo.-

-¿Tu crees?- Pregunté solo por asegurarme.

-No lo creo, estoy seguro.-

Y así lo hice, armándome de valor unos días después. Volvíamos a casa junto a Daichi y Asahi, aunque siempre conseguíamos tener cinco minutos al final de nuestro trayecto solos Suga y yo.

Uno de los últimos días de Septiembre, un día nublado en el cual todavía no hacía demasiado frío. Pero las hojas ya habían empezado a caer, dejando solos a los árboles.

Inspiré hondo y le miré. Él y su preciosa sonrisa, él y sus ojos que siempre resplandecían cuando me miraba, con esa alegría contagiosa que parecía nunca abandonarle. Y por un segundo conseguí guardarme esa imagen en mi mente.

Hablé.

Hablé, se lo conté todo y vi como su sonrisa se desmoronaba poco a poco, sus ojos fijándose en cada detalle de mi rostro como si fuera a desaparecer.

One-shoots | HaikyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora