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Alfred se había detenido frente a una de las puertas mientras (t/n) escribía el mensaje. Apenas guardó su celular, el chico tomó su pequeña mano sonriendo brillantemente y la llevó detrás de un hombre que silbaba frente a un horno.

 Francis, my man!

La estridente voz de Alfred hizo que el hombre soltara el cucharón y girara soltándose el pelo rubio. Al verlo, las mejillas de (t/n) se pusieron rojas como manzanas. Era guapo. No guapo, guapísimo.

En realidad, no era como si (t/n) nunca hubiese visto hombres atractivos antes. No estaba ciega, sabía reconocer cuando un rostro era hermoso. Sin embargo, el hombre frente a ella superaba con creces a cualquiera.

— Bon jour, mes chers amies — saludó con una sonrisa deslumbrante —. La comida está casi lista.

Todavía algo impactada se quitó el bolso antes de sentarse. Todo le parecía extraño, como si estuviera soñando. Las paredes eran grises, los muebles eran grises. No veía más que gris. Las figuras frente a ella no dejaban de hablar, parecían estar de un excelente humor.

— ¿Qué hay de comer? — Alfred se acercó a las ollas y revisó su contenido antes de que pudieran responderle —. Oh, man. ¿Qué es esta cosa?

Aunque Alfred se quejaba del pot au feu en voz altael otro hombre lo ignoró y puso sus ojos en (t/n). Esta fingió sostener su mirada, pero sólo se concentró en mirar un punto entre sus brillantes ojos. No podía entenderlo, ¿cómo podía ser una persona tan hermosa? Parecía recién salido de la portada de una revista. Tenía el pelo más perfecto que había visto.

— ¡Prometí que comeríamos hamburguesas!

— ¿Quién es esta charmante demoiselle? — preguntó sentándose frente a ella —. No la había visto por aquí antes.

— ¡Ella es...! ¡Damm, lo olvidé! — exclamó Alfred abriendo y cerrando las alacenas −. ¿Cuál es tu nombre?

— (t/n) — respondió con sequedad.

— Es un nombre hermoso — dijo el hombre tomando su mano y besándola −. Perfecto para una hermosa demoiselle. Yo soy Francis Bonnefoy, de París.

El rostro de (t/n) se puso aún más rojo. No estaba acostumbrada a esa clase de galanterías ni a que tuvieran los ojos fijos en su rostro por tanto tiempo. Antes de que pudiera retirar su mano, Francis se levantó para apagar el gas. Sólo sirvió dos platos, pues Alfred había desaparecido. 

Con una pequeña sonrisa llevó un par de cubiertos y el guiso a la mesa. Comió tranquilamente mientras ella se debatía entre imitarle o no. Finalmente lo hizo, recordando la última vez que probó algo hecho por una persona que supiera cocinar. El arroz aguado y las patatas poco cocidas de sus amigos no contaban. 

— Esto es lo mejor que he comido en meses — confesó después de un rato sin hablar.

— Lo hice con mucho amor, ma chérie — sonrió visiblemente halagado por sus palabras —. Es el secreto de un buen chef.

Sus ojos eran azules. A (t/n) le recordaron las brillantes flores de aciano que crecían al borde del camino que conducía a su casa. Su corazón latió fuertemente, doliéndole el pecho por la nostalgia. Agradeció el momento en que el celular comenzó a vibrar en su bolsillo. Tras dejar la cuchara en el plato a medio comer, se levantó y contestó.

— (t/n), ¿es cierto que llegaste?

La alegre voz de Wendy hizo que sonriera. La niña contó que bajaba a mirar las calles de vez en cuando a través de la ventana de su habitación, sólo había visto una mujer inmóvil en una esquina. (t/n) explicó rápidamente lo que pasaba.

ᴅ ᴇ ᴠ ᴀ ꜱ ᴛ ᴀ ᴄ ɪ ᴏ ɴ - ʜ ᴇ ᴛ ᴀ ʟ ɪ ᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora