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La mancha en el espejo retrovisor se hacía más y más grande.  El coche aceleró, dejando espacio a las motocicletas, pero era muy tarde. Los contagiados pisaban sus talones.

— ¡Por la derecha! — gritó Gilbert.

Una avalancha de cuerpos se abalanzó sobre (t/n), quien al esquivarlos pasó tan cerca de Ludwig que estuvo a punto de chocar con él.

— ¿(t/n), estás bien?

Fue lo último que escuchó del albino antes de que los árboles lo engulleran. En el caos se sentía perdida, los contagiados aparecían unos tras otros como si esperaran por ellos. Uno particularmente rápido la atacó, obligándola a moverse de forma tan brusca que se vio desestabilizada. Cayó, perdiendo de vista su vehículo.

— ¡Mierda! — al azotarse contra las piedras del camino, se convirtió en el centro de atención de todos a su alrededor. Ludwig se movió con rapidez, subiéndola a su motocicleta, cuyo ruido atraía a los contagiados, además del calor que emanaban y de los chillidos que salían de la boca de (t/n).

Poco antes de alcanzar un conjunto de pequeñas casas se oyó un ruido estrepitoso que les hizo descubrir que una rueda estaba pinchada.

—  Debemos parar — musitó el alemán frenando gradualmente. Ya no podían usar el vehículo pero al menos estaban a poca distancia a de los setos que delimitaban el lugar — . Toma lo que puedas y vamos. Gilbert irá a casa. También nosotros.

— ¿Ya llegamos? ¿Y qué pasará con los demás?

En menos de un minuto sacaron lo poco que llevaban en el maletero, llenaron sus bolsillos y una mochila pequeña que llevaba Ludwig. Caminaron sin detenerse hasta traspasar los pequeños árboles, sin hacer comentarios ni ruido al ver acercarse un par de contagiados.

— Roderich ha venido antes, le dirá a Vash que venga. Es lo más probable, sólo espero que no se pierda — murmuró al cabo de un rato —.  Nosotros tendremos que seguir a pie.

Tenía razón, claro. (t/n) le siguió como un cachorrito hasta que ya no pudo más.

—  Oye, ¿podemos ir más lento? Me duelen los pies.

Hacía largo rato que se quedaba atrás. Ludwig también estaba cansado. Iba al gimnasio todos los días para mantenerse en forma, pero siempre se alimentaba bien antes y después de un trabajo duro. Al notar que (t/n) no dejaba de tropezar con sus propios pies comprendió que no podría seguirle el ritmo, así que decidió obedecerle, hasta que un montón de chatarra les detuvo.

—  Esto parece... no sé, un accidente múltiple — musitó la chica. Estaba algo confundida y los ojos le dolían por la luz rebotando en el pavimento.

— Quédate acá. Yo iré a revisar.

El alemán rogaba que la estructura no cediera bajo su peso, ya que necesitaba ver qué había del otro lado. Necesitaba tomar ese camino, era el más rápido para llegar. La otra opción era dar la vuelta al pueblo y (t/n) no resistiría la caminata. Dudaba que él mismo pudiera hacerlo.

— Son demasiados.

Tenía que admitir para sí mismo que, aunque (t/n) estaba fuera de forma, era bastante rápida. Al menos para alguien que no parecía demasiado en forma.

— ¿Por qué subiste?

— No importa. ¿Cómo me ibas a explicar eso?

Indicó con su dedo a decenas, cientos de cuerpos con la tez negruzca. Era de lo más extraño. Algunos tenían ampollas ensangrentadas, otros eran apenas sacos de huesos cuya piel traslúcida parecía papel. Sin importar su tono de piel — blanco, negro, moreno, rosáceo, amarillento —, todos compartían un extraño rubor negro que los uniformaba. Tampoco se movían.

ᴅ ᴇ ᴠ ᴀ ꜱ ᴛ ᴀ ᴄ ɪ ᴏ ɴ - ʜ ᴇ ᴛ ᴀ ʟ ɪ ᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora