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A medida que las horas, pasaban la casa se volvía más oscura y silenciosa. Arthur no hizo más que empeorar esa noche, su temperatura subía y bajaba a pesar de los esfuerzos de Lily. Estaba preocupada por ese chico solitario. Parecía no cansarse de refrescar su frente o de abrigarlo cuando su cuerpo se enfriaba.

— Creo que está resfriado — murmuró la niña intentando darle algo de agua.

Hablaba directamente a (t/n) en inglés, idioma que por suerte ambas conocían. Ya no necesitaban a Vash como intermediario: eso era bueno, porque andaba de un humor de perros.

— Está muy delgado — contestó ayudándola a levantar la cabeza del chico de la almohada —. Le tomará un tiempo mejorar.

La temperatura de Arthur finalmente se estabilizó un poco en la mañana, aunque el termómetro seguía marcando bastante más de lo normal. Aunque Lily era quien hacía la mayor parte del trabajo (t/n) estaba atenta a cualquier necesidad que pudiera complacer con los limitados medicamentos que tenían a mano. Al menos la fiebre era señal de que el sistema inmunológico del chico funcionaba y que no tenía esa enfermedad. Apenas Arthur había caído inconsciente tras ducharse, ella y Vash apartaron a Lily para examinar todo — ¡literalmente todo! — su cuerpo en busca de heridas, rasguños o erupciones cutáneas recientes. Ambos estaban rojos de vergüenza al concordar en que sólo tenía fiebre.

— Se ha dormido — murmuró al notar que su respiración se acompasaba —. Vamos a descansar, Lily.

Ambas salieron rumbo a la cocina tras cerrar la puerta silenciosamente. (t/n) calentó los restos de sopa del día anterior en tanto su compañera ponía los cubiertos. La vio sentarse a la mesa a esperar, leyendo las hojas donde habían escrito juntas las palabras en español que parecían importantes: "sí", "no", "agua", "comida", "peligro", "corre"... Lily parecía una princesa, con la espalda erguida y los tobillos delicadamente cruzados. Al recibir una cálida sonrisa de su parte pensó que debía ser la niña más tierna del mundo.

Buscaron a Vash, pero no estaba en ninguna parte de la casa. (t/n) tuvo tiempo de llamar a sus padres y Lily de ensayar unas cuantas palabras antes de oír que llamaban a la puerta de la calle. Tres golpes rápidos y uno lento. Lily se deslizó rápidamente para abrirle la puerta.

— Grüezi* — dijo el chico a su hermana, yendo directamente al lavaplatos de la cocina. Tenía el cabello desordenado y el pálido rostro manchado de gris. Al verlo, (t/n) pensó que no le hacía gracia alguna que saliera sin avisar, aunque algo le decía que nadie sería capaz de disuadirlo si quería hacerlo. Por lo menos era obvio que tenía cerebro suficiente para no ponerlas en peligro por contacto puesto que se quitó el abrigo manchado de sangre seca, poniéndolo en una bolsa plástica.

— ¿Cómo está todo afuera?

— Siguen llegando — el estómago de Vash gruñó cuando destapó la olla vacía —. Si llegan más tendremos que irnos.

(t/n) le acercó un trozo de queso que había tomado de la cocina de los Kirkland. Era del bueno, cremoso, de sabor suave. Sintió algo de reticencia, sabía que se arrepentiría después pero alargó su mano ofreciéndoselo. Vash le agradeció escuetamente. Masticó un par de bocados diciendo que iría a limpiar las armas.

Un rato después la chica fue a la sala donde las alineaba en el piso, cada una más peligrosa que la anterior. Se le revolvía el estómago al ver las manos de Vash moviéndose con rapidez, usando una lata de aerosol en algunas piezas y frotando otras con discos de lo que parecía ser algodón empapado con alguna solución química. De pronto lo vio armar el rifle, y posicionó el cañón a través de los barrotes de la ventana abierta. El disparo sonó poco más fuerte que un aplauso solitario. Usaba alguna especie de silenciador.

ᴅ ᴇ ᴠ ᴀ ꜱ ᴛ ᴀ ᴄ ɪ ᴏ ɴ - ʜ ᴇ ᴛ ᴀ ʟ ɪ ᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora