Capítulo 6

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No sé que diantres hago aquí

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No sé que diantres hago aquí. Estoy en una montaña. Hay árboles a mi alrededor y algunos de mis amigos están aquí también. Siento tan real el viento, el olor a pino y la altura, principalmente la altura.

Hay algunos más, sé que son mis amigos pero no a todos puedo verles el rostro. Tampoco tengo la concentración adecuada para contarlos.

A una sí la reconozco, ella está parada al borde del acantilado.

—No te acerques tanto —le digo.

Me ignora.

De pronto un zumbido resuena en mis oídos. Comienza a temblar, es un temblor muy ligero, pero me asusto.

Me inclino casi por instinto y veo que los demás hacen lo mismo, todos menos ella. Su cabeza se gira hacia nosotros, el reflejo en su mirada me alerta y la sonrisa que esboza a continuación me asusta. Por un momento me quedo helado.

—¡Lis! —grita alguien más.

El pedazo de tierra que sostiene sus pies comienza a desmoronarse, hasta que no queda nada que la detenga.

—¡No! —grito yo, corro hacia ella y me deslizo de panza hasta tomarla de la mano.

Escucho los gritos detras de mí.

Desde ahí veo como sus pies flotan en la nada. Mi estómago se sentía extraño al estar raspando contra el suelo. La jalo con tanta fuerza como me es posible. No entiendo la mirada en sus ojos. Me mira pero no me ruega que la sostenga, solo me observa. No estoy dispuesto a dejarla caer, primero caería yo antes de ver morir a otro de mis amigos.

Alguien grita que no la suelte.

Claro que no lo iba a hacer. Esa era mi intención, pero cuando vuelve a temblar pierdo fuerza.

Me desestabilice un poco, así que colocó una mano en el borde para sujetarme. El brazo de Lis empezaba a resbalarse. Aprieto los dientes y la sujeto con ambas manos; está vez mis uñas se clavan en su piel. No me importa dejarle una cicatriz mientras pueda salvarla.

—No te soltaré —jadee.

Ella no responde.

Un ruido aturde mis oídos así que cierro los ojos. No fue ni un segundo, pero eso fue suficiente para perder la fuerza en el agarre.

Yo trato de aguantar.

—Lis..

Dos lágrimas corren de mis ojos.

Vuele a temblar y mis manos sueltan las suyas.

—¡Lisseth! —grito, al ver cómo su cuerpo cae cuesta abajo.

La Analogía De Carter©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora