Epílogo

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Soy víctima de una sensación pesadillezca de caída

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Soy víctima de una sensación pesadillezca de caída. Me despierto con los ojos ensanchados y el corazón en la mano. Me tranquilizo al convencerme de que estoy sentado en mi habitación, en mi cama.

Solo fue un sueño.

Estoy vivo.

Miro hacia la ventana. Parece que está por amanecer. Vuelvo a recostar la cabeza sobre la almohada y me quedo ahí, acostado sobre mi espalda,  viendo el techo, con uno de mis brazos tras la nuca. Intento procesar ese extraño sueño. A veces lo tengo, es recurrente. Ciertos detalles tienen sentido otros no tanto.

Los más disparatado de esa ficción nocturna, es yo sea policía. Jamás me atrevería, por el motivo que fuera, a tomar ese tipo de oficio.

Me enderezo de nuevo y me paso los dedos entre el cabello. Creo que lo mejor es ir a dar un paseo y tratar de olvidar lo que ocurrió en esa pesadilla.

Salgo de entre las cobijas y me visto con unos pantalones de mezclilla que están rasgados de las rodillas. Me pongo unos tenis tipo Vanz y sobre la playera roja que uso me coloco una gruesa y larga chamarra color verde militar. Subo el cierre y tomo mi mochila. Mi muñeca se siente liviana, vacía, pero la verdad es que jamás he usado nada alrededor de ella, con excepción de algún reloj que acabó extraviado a los pocos días de adquirirlo.

Abandono mi habitación y avanzo a lo largo del ancho pasillo. Mamá debe seguir dormida así que trato de que mis pisadas sean lo menos ruidosas posible. La casa en la que yo vivía en aquel sueño pudo haber entrado entera en la segunda planta de mi verdadera residencia.

Las paredes de piedra marrón claro nunca fueron de mi gusto, pero mamá dice que le dan un estilo único a la casa. Parece un bar de vino si me preguntan a mí. Debo admitir que en ocasiones me divierto palpando esas arrugadas y picudas paredes.

El piso luce recién pulido, lo que significa que alguno de los empleados ya está despierto.

Los pasillos acababan por formar un cuadrado que al final permiten una vista casi completa a la sala, que está en el piso de abajo.

Tratando de no hacer chirriar los escalones de madera cuando los piso, retrasé mi llegada al primer piso, pero finalmente logro bajar. Hubiera seguido mi camino de no ser porque, en medio de toda la oscuridad, vislumbro unas delicadas líneas de una brillante luz amarilla que atraviesa una de las puertas.

Camino hacia esa puerta, la de la derecha, la de la izquierda da hacia una sala adicional, y la abro sin el menor reparo. La luz cala en mis ojos, todavía adormilados.

El hombre que está sentado en el escritorio levanta la cabeza y me mira.

—¿Todo bien, Carter?¿A dónde vas tan temprano?

—Pa, ¿te levantaste temprano o es que no fuiste a dormir? —le pregunto y no puedo evitar bajar la mirada hacia su cuello, del que cuelga una cadena con un dije cuyas iniciales JK se hallan invertidas.

La Analogía De Carter©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora