Capítulo 22

31 11 1
                                    

Los nudillos de mi mano derecha se impactaron contra la mesa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Los nudillos de mi mano derecha se impactaron contra la mesa.

—¿Qué hora es? —murmuré, más dormido que despierto.

—Las 7:15 AM —indicó una voz gruesa.

Me enderecé. Los músculos de mi espalda estaban engarrotados. Me froté los ojos y de pronto caí en cuenta de lo que pasaba.

Distinguí la silueta de un hombre sentado en su escritorio.

—¡Buenos días, señor! —Me senté lo más derecho que pude y me llevé la mano derecha a la frente como un reflejo.

Me había embriagado y quedado dormido en la oficina del Inspector General.

¡Diablos!

Entonces, cuando mis ojos hicieron contacto con la luz que atravesaba por la ventana, exclamé un quejido de dolor. Sentía que la cabeza me iba a explotar. Me punzaba y un silbido persistía en mis oídos.

Apreté los ojos, esperando que pasara.

—Debe ser la resaca. Bebieron mucho anoche. —El inspector usó la cabeza para señalar la única botella en la mesa.

¿Una sola botella?

Ni siquiera estaba vacía y aún quedaba rastro de vino en las copas.

¿Tan poco tolerancia tengo al alcohol?

¿Los tres somos tan malos bebiendo?

Iván, que presumía de su resistencia, roncaba en el sillón de enfrente en ese mismo momento. Y James...

¿Dónde está James?

Me rasqué la cabeza

El inspector General se rio.

—¿De todos mis vinos tuvieron que tomar de ese? —Sacudió la cabeza.

—Lo siento. Fue un error. No volverá a pasar. —Me levanté— Fue un placer volver a verlo. Despidame de su esposa. Tengo algo que hacer y ya se me hizo tarde —me excusé, recogiendo mi chamarra.

Me di la media vuelta. Estaba muerto de la vergüenza. Quería que la tierra se abriera y me tragara. Estaba a punto de huir de ahí cuando:

—Te tengo, canalla. —Una mano se aferró a mí tobillo.

—¡Ay Dios! —El susto me hizo dar un brinco.

Miré hacia abajo y ahí estaba James, de panza contra el piso.

—¡Cállate, tonto! Es muy temprano —masculló Iván y cuando se rovoloteó en el sillón, la copa que estaba sobre su abdomen se estampó contra el suelo.

El estallido hizo que los otros dos recobraran parte de su juicio. Y, cuando se enteraron de la presencia ajena a la noche anterior, se incorporaron como resortes. Nosotros éramos los verdaderos intrusos ahí, en especial yo.

La Analogía De Carter©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora