Capitulo 29

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Y volvió

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Y volvió... el hediondo olor a humo regresó.

—Carter, por favor despierta. Por favor abre los ojos.

Esa voz sonaba demasiado lejana. Escuchaba a medias, pero eso no me bastó para confirmar que seguía con vida. Podía hacer más. Abrí los ojos con mucho cuidado, me costaba hacerlo. Me di cuenta de que, desgraciadamente, solo había perdido el conocimiento por unos segundos. Quizá mi cuerpo acabó por resignarse y decidió por sí mismo que lo mejor era manejar el dolor con los ojos abiertos.

—¿Puedes oírme, Carter?

El rostro de James estaba frente a mí como una imagen multiple y borrosa. Con una de sus manos me golpeaba la mejilla izquierda y con la otra me presionaba la herida. Cuando intenté levantarme, sentí un pinchazo en el abdomen que me obligó a volver a recostarme, esta vez con los dientes apretados. La espalda me ardía.

—Sí... —me asusté al escuchar mi voz : sonaba demasiado ronca y era difícil de controlar—, te escucho.

¡Ay, endemoniada herida, ardía como el mismo infierno!

—Eso, mantente despierto, aguanta solo un poco más —James se rebulló descuidadamente por la emoción y eso lo hizo emitir un gemido. Su mano pasó de pronto de estar en mi rostro a presionar su pierna.

—Te disparó también, ¿cierto? —percibí un regusto metálico dentro de mi boca.

—No es nada. No gastes energía hablando. Yo estaré bien. Ni siquiera me duele.

Pero eso no era cierto. A juzgar por la gran mancha roja en su pantalón y la sangre que seguía corriendo hasta encharcarse en el piso, donde se mezclaba con el agua, la bala debió de haberle perforado una arteria. Esa herida también debía ser insoportable y aún así se forzó a arrastrarse hasta mí.

Las llamas que se exigían dejaban atrás gruesas y turbias cortinas de humo. Allá afuera se escuchaba el sonido de las sirenas. Allá afuera, allá abajo, un lugar que en esos instantes figuraba ser un mundo inalcanzable. Tiempo atrás, me retorcía de rabia al tan solo pensar en la clase de disparo con que esos demonios optaron con acabar la vida de mi amigo: un disparo en la cabeza. Sin embargo, al vivirlo en carne propia, me sentí aliviado de que al menos él no hubiera pasado por tal desventura antes de fallecer. La agonía de estar allí, moribundo, desangrandome, sintiendo dolor, viendo como la vida se me escapaba de las manos era un sensación indestructible. Al menos él se fue rápido y sin dolor, y sin enterarse tal vez.

—James...—jadeé y al hacerlo lancé otro escupitajo de sangre.

Me entraron unas ganas vehementes de gritar. En algunas series, aquellos dramas coreanos de época que mis amigas solían obligarme a ver, cuando un personaje escupía sangre después de ser herido o envenenado significaba que la parca rondaba su cuerpo.

La Analogía De Carter©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora