Capítulo 01.

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Sana está siendo vestida y preparada para poder dirigirse hacía Daegu

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Sana está siendo vestida y preparada para poder dirigirse hacía Daegu. Le estaban poniendo un largo y bonito vestido, junto a una corona un poco pequeña, pero elegante, indicando que ella era la princesa de Seúl.

La Omega rubia salió de su habitación, y empezó a caminar hacia la salida del gran castillo de Seúl, dónde habían sirvientes en filas a los lados del pasillo, a modo de despedida. Cuando salió, pudo ver al capitán de la guardia y al hijo de este.

El hijo del capitán de la guardia y Sana eran amigos, este era un alfa castaño de nombre Mark, al cual le contaba casi todo y eran como los mejores amigos. El alfa se acercó un poco a la rubia y se inclina.

— Espero nos veamos pronto, Sana — Mark dijo con una sonrisa, pero al mismo tiempo, con tristeza en sus ojos.

— Yo también espero vernos pronto. — la Omega susurró y se acercó a su amigo, para después abrazarlo.

Sana subió al carruaje, dónde ya estaba su padre dentro; su hermana había decidido no acompañarles o siquiera despedirse de ella.

El carruaje empezó a moverse y cada minuto que pasaba, Sana se ponía más y más nerviosa. Había crecido parte de su adolescencia con maltratos de alfas hacia ella, y tenía miedo de que esta princesa de Daegu fuera mala con ella o le golpease como su hermana lo hacía.

El viaje a Daegu era muy largo, casi de dos días y la Omega estaba ansiosa. Su padre en el camino le iba dando indicaciones de como debía ser su conducta con su futura alfa y así es como duraron sus dos días en el carruaje.

Por fin habían llegado a Daegu, la rubia Omega estaba demasiado nerviosa, tenía miedo de conocer a la que sería su futura alfa y que está fuese mala con ella.

El rey de Seúl y Sana bajaron del carruaje, viendo al rey y a la reina de Daegu parados frente a la puerta y una chica de piel algo morena, con ojos marrones y cabello color azabache a un lado de él.

Ambos reyes quedaron frente a frente, los dos con una gran sonrisa. Ambas chicas a un lado de los reyes se miraron, la morena miraba con seriedad a la rubia, mientras esta la veía con miedo en sus ojos.

— Sean bienvenidos. —dice el rey de Daegu con una sonrisa.

Los cinco se adentraron al castillo, Sana se sentía incómoda por estar en aquel desconocido lugar, teniendo su cabeza gacha y solo siguiendo a lo tres reyes, estando un poco más atrás que todos.

La rubia nota como la princesa de Daegu se acerca a ella. La Omega estaba nerviosa, pero el aroma a café y menta que desprendía la alfa a un lado de ella, la calma extrañamente.

Ambos reyes se detienen, por lo que las princesas también lo hacen, quedando un poco más atrás de ellos. Una puerta es abierta, dejando ver una sala con sillones y una chimenea prendida, pues ya casi era de noche y hacia frío.

— Nosotros las dejaremos solas para que hablen — el rey de Daegu dice.

El rey de Seúl se acerca a Sana, y le susurra— Compórtate como un Omega debe hacerlo — después se retira con los reyes de Daegu.

Ambas princesas se sientan en un sillón diferente. Había un silencio incómodo gobernando aquella escena y Sana cada vez se ponía más nerviosa, pero sabía que ella no podía empezar a hablar si el permiso de la alfa, por lo que no se digno siquiera a mirar a la alfa frente a ella.

— Y... ¿Cómo te llamas? — pregunta la azabache

— Minatozaki Sana —contesta casi en susurró la Omega.

— Yo soy Chou Tzuyu — la alfa azabache le sonrió a la rubia, y esta se sintió más segura— Sabes, no debes respetar aquellas tontas reglas de sumisión que tienen los omegas.

— P-Pero yo... —Sana calla al notar que hablo sin permiso.

— A eso me refiero, no te calles. Siempre se me hicieron absurdas aquellas reglas que tienen los omegas —la azabache bufo, rodando los ojos.

— Mi padre ... Él me dijo que siguiera las reglas —susurró la rubia.

— Estás conmigo ahora, él no se enterará —al alfa le sonrió cálidamente a la omega, ella le devolvió la sonrisa.

Las dos chicas se quedaron en silencio después de eso, ninguna sabía que decir o como empezar la plática. De un momento a otro, la rubia nota como la azabache se levanta de su asiento y se sienta a un lado de ella.

— Sé que fuimos comprometidas a la fuerza —la morena empezó a hablar - Pero no quiero que esto sea incómodo para nosotras.

— ¿A qué te refieres? —cuestiona la Omega.

— Quiero decir que podemos empezar siendo amigas, para que esto no sea tan incómodo. —explica la alfa sonriente.

— Estoy de acuerdo contigo, no quiero que esta relación sea incómoda... —dice casi susurrando la rubia.

Ambas se miraron fijamente con una sonrisa en sus labios; repentinamente, la puerta es abierta, dejando ver a los tres reyes entrar por allí. Los dos reyes alfas sonrieron al notar como sus hijas ya estaban empezando a llevarse bien, y estas solo desviaron sus miradas al notar que estaban sus padres viéndolas.

— Hija... —empezó a hablar el padre de Sana—. Yo tengo que volver a Seúl, el rey debe estar allá para gobernar —sonríe— Ven aquí.

El rey de Seúl extiende sus brazos; Sana corre hacia él al entender lo que su padre quería, y cuando ya está junto a él, lo abraza. Su padre la abraza con fuerza mientras le susurraba un "pórtate bien" en el oído.

Ambos; padre e hija, se separaron. La Omega sentía como sus ojos se cristalizaron, no quería estar alejada de su padre; pero por otro lado, se sentía bien al saber que la alfa con la que sería comprometida, era buena persona

Lo último que vió Sana, fue a su padre entrar a aquel carruaje en el que habían llegado. El rey al estar dentro del carruaje, agita su mano y Sana, tímidamente, le responde igualmente.

 El rey al estar dentro del carruaje, agita su mano y Sana, tímidamente, le responde igualmente

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