Verdades que duelen

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La última vez en la que había entrado por la ventana de una casa para disculparme fue cuando estaba con Nayeon. Ella siempre cambiaba los cerrojos cuando estaba enojada conmigo, así que yo tenía que subir las escaleras exteriores, piso tras piso, para poder decirle que lo sentía.
Eran buenos tiempos aquellos.

En un primer momento no iba a entrar por la ventana, yo golpeé la puerta, pero, al no obtener ninguna respuesta, decidí asomarme por todas las ventanas, viéndo solamente oscuridad y soledad, hasta llegar a la de su habitación.
Verla completamente dormida, entregada a eso, deshecha en la cama, con la calma de un monje, en el silencio de una caja, fue... Fue como ver dormir a un bebé, me despertó una ternura semejante.

Abrí la ventana silenciosamente y entré, olvidando todo lo demás, sin importarme nada de nada.

Mis zapatos se quedaron a un lado de la habitación, abrazados con mi abrigo y mis medias. Mi cuerpo se adentró en la cama, buscando arropar a la rubia dormilona, quién no se percató de la presencia externa en el lugar.

Algo importante que debo destacar es que la puerta de su habitación estaba trabada con una silla, como si eso evitara que alguien pudiera pasar. Yo pude porque la traba de su ventana es fácil de quitar, solamente se necesita una buena técnica y mucha paciencia.

Sus ojitos se abrieron levemente al sentir el beso que le estampé en los labios. Se asustó un poco, pero se relajó al ver mis ojos. Entonces, después de varios segundos en los que solo nos miramos, creamos vida. Llenando los pequeños espacios de soledad de esa habitación, con fuego, con el amanecer que provocan mis labios cuando llegan a su cuello, mientras mis manos borran el azúl del mar en su cuerpo, cambiándolo, convirtiéndolo en rosadas praderas de flores

Sus labios suspiran temor, curiosidad, inspiran mi calor, espiran luz. Me bombardean llenos de dudas, de necesidades, de amor.
Sus brazos me buscan, al encontrarme me toman como su posesión y reclaman con una bandera cada uno de los nervios que llegan a tocar, para despertar cada vez más magma en mi interior.

Respiro y la siento, cerca de mí, en mí.
Todas las preguntas que podrían haber llegado a nuestras bocas expiran al rozar nuestras lenguas, que se conversan, se entienden, se perdonan.
Hoy no es un buen día para ser esposa, no es un buen día para ser novia, tampoco amiga. Hoy es un día en el que me alaga ser amante, ser parte de ella, de su juventud y felicidad.

Una vez dentro de ella me cuesta salir, es difícil apartarse de un imán cuando se es una placa de metal, como también lo es separar la lengua del hielo.

Diría que las noches a su lado son noches exitosas, horas en las que no dudo, en las que sé porqué la necesito. La necesito por y para mí, porque si no la tuviera, ya nada tendría sentido.

A la mañana siguiente.

Me despierta un beso, un beso poderoso y muy rico, que es dejado en mis labios, luego bajando por mi cuello.

Quiero hablarle, pero, cuando tomo aire para hablar, me percato de que ella me tiene amarrada a la cama.
Me sonríe al notar que noté lo que debía haber notado apenas mis ojos se abrieron.

Al ver los nudos, me confirmo que Mina es buena porque la maldad no se le da del todo, ya que, tiernamente, lo había hecho con telas suavecitas. Y todo era obra de su clásica picardía.

Esta vez no me permitió hacerle nada, ni siquiera besarla.
Creo que había notado que le hice más cosas anoche de las que ella a mí, pero, el problema es que... Con la edad que tengo ahora me aterra tener un infarto por sentir mi corazón latir tan rápido. Igualmente mi cardióloga dijo que no debía preocuparme, porque soy bastante jóven como para... Para tener un infarto por esas razones.

Mantenimiento - Jeongmi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora