Tu voz

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Unos meses después.

— ¿A dónde vamos? —Preguntaba la rubia de falda corta a tablas.

— A donde nos lleve el viento. —Le digo sonriente.

— Jeongyeon, yo debería estar en casa, tengo cosas que hacer, y hace una hora que estamos caminando. —Frené y la acerqué a mí, lo suficiente como para poder usar de excusa acomodar su falda, solo para tenerla cerca y verla a los ojos.

Esa seriedad cansada que llevaba se convierte en una sonrisa tierna al oír mi voz susurrar.— Quería comprar helado... ¿No te gustó? Puedes darmelo, soy especialista en tomarme el helados feos que no le gustan a otros. Soy padre.

— No, no. Solamente no quiero caminar tanto... Estoy cansada. Anoche dormí 3 horas y media...

— Eso no es mi culpa, es tuya, así que no me metas en tus líos. —Continué arrastrándola.

Caminamos un rato más, 5 cuadras, quizá.— ¿Falta mucho? —Preguntó luego de un bostezo, entonces paré.

— Para nada, ya llegamos. —Ella miró a la pequeña casa, blanca con maderas claras, frente a nosotras. Con todas sus plantas y esas cosas.

— ¿Qué es esto? —Le entregué la llave.

— ¿Puedes abrirla por mí? Es que me duele la muñeca. —Asintió sonriente y caminamos de la mano.

— ¿Es tu nueva casa o algo así?

— Es demasiado pequeña para mi gusto, a decir verdad...

— ¿Entonces qué hacemos aquí? —Miraba los muebles con una pequeña sonrisa, probablemente imaginándose cosas sucias.

— Dijiste que te disgustaba tu casa... —Me miró de reojo, con una sonrisa llena de sorpresa.

— Espera... ¿Es para mí? —La emoción en su voz me obligó a reír.

Asentí levemente.

— ¡¡¡Estás loca!!! ¡¿Cómo se te ocurre comprarme una casa?! —Saltó a mis brazos.— Te dije que debías dejar de malgastar tu dinero en mí.

— Cariño... No es malgastar, a nadie, con veinte años, le gusta vivir junto a sus padres... —Estaba a punto de llorar de la emoción.— ¿Te gusta?

Me tomó de la camiseta con fuerza, acercándome a sus labios.— ¿Que si me gusta?¡Me encanta! —No me besó, sino que fue a la cocina, entre saltos de alegría.— ¡¡¡Mira eso, tengo mi propio microondas!!! —Corrió al baño.— ¡¡Y una ducha con esa cosa de vidrio que no es una cortina!!

Volteó para mirarme, entonces se cubrió la boca.— Espera... ¡¡¡Vamos arriba!!! —Subió las escaleras con rapidez.

La seguí y me la encontré saltando en la cama.

— ¡¡Mira mi cama grande!! —Se dejó caer de espaldas y soltó un suspiro de cansancio.— Estoy cansada... —Jadeó un poco, entonces se sentó y me miró desafiante.— Tú...

Caminó hacia mí y me besó apasionadamente, acorralandome contra la pared.

Se separó de mis labios.— ¿Compraste todo esto?¿los muebles y todo?

— No, no. Los muebles ya estaban, pero puedes cambiarlos, si es lo que quieres. —Acomodé su desordenado cabello.— Sé que no es muy grande, pero el alquiler es bastante alcanzable; si piensas que tendrás mi ayuda para pagarlo, hasta que vuelvas a encontrar un trabajo; además está en una zona segura y muy cercana a mi casa... —Volvió a besarme con pasión.

— Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo. —Rió con alegría.— Eres la mujer más fantástica e impredecible que he conocido.

Cerró los ojos al sentir una de mis manos bajo su falda.

— ¿Te gustaría estrenar mi nueva cama? —Mientras decía eso yo le quité la falda.

— No es una mala idea...

Antes, cuando lo haciamos en su casa, siempre alguien interrumpía, así que, esta vez, fue como presenciar el comienzo de una nueva era, en la que nadie podría entrometerse entre ella y yo.

Tanta fue su emoción que no me permitió salir en toda la tarde, cada vez que amenazaba con irme ella decía algo como.— No te vayas, Jeong... Necesito tu cariño. —Y se subia sobre mí, buscando más caricias, que yo no podía evitar darle. Es que, cualquier persona que haya oído la dulce y serena voz de Mina, puede entender mi amor por acariciar su espalda mientras me susurra cosas al oído, mientras me habla entre risitas, sonrisas, miradas tiernas y besos.

Sé que no debía hacer cosas como la que hice hoy, pero ella lo vale, su felicidad vale oro. Además yo necesitaba, y necesito, disculparme, compensarle lo que sucedería en un futuro cercano, lo que derrumbaría todo lo que hemos construído.

— ¿Por qué no te quedas esta noche? —Volea sobre mí y coloca mis manos en sus pechos, pero yo bajo con una para acariciar su estómago, recibiendo un largo y lento suspiro de su parte.— No quiero dormir sola...

Su olor me envuelve en una nube de caramelo, su vocesita me lleva a un parque de luces doradas, que insisten en hacerme brillar. Me veo acorralada por su Arsenal de besos y caricias, por su calor, que me invita a abrazarla hasta el final de los tiempos.
Desería poder cantarle en un murmullo que no puedo separarme de ella porque  soy un abrojo que ama a las rubias.

— No me toques tanto, que no te quedará nada para más tarde...

Mantenimiento - Jeongmi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora