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Hoseok

Casa olvido

'' En medio de las sombras, siempre está observando.
No hay forma de que la luz en tu corazón, lo aparte.
Se alimenta de la tristeza, de la soledad, y a veces bebe buen vino.
No hay forma de saber si lo consume la oscuridad o si él la consume.
Dicen que hace magia si te toca, te regala estrellas, te regala planetas.
Pone en tu paladar vía lácteas, y cubre tus oídos, para que no escuches malas palabras, para que sigas siendo un buen niño.
No es tu padre, nunca podrá serlo.
Aun así, tú eres su hijo.
Su protegido.
Trae más hermanos, y te querrá más.
Trae más luciérnagas a la luz y te amará.
Trae tesoros en tus manos y te adorará.
Trae más planetas, estrellas y vía lácteas de otros sitios y te golpeara.
Trae a los buscados, tacha la Viena maldita y al fin serás adoptado.
Cuentan por ahí, que la primera vez que te ama, recibes lo único que nunca estuviste buscando.
Libertad.
Susurran los desterrados, que la última vez que lo decepcionas, hay un final más triste que el de morir, te da lo único que nunca estuviste buscando.
Libertad.
Gritan los ocultos que en el instante en que te escondas, no te buscará. Porque siempre sabe dónde encontrarte, y no tienes lo único que nunca estuviste buscando.
Libertad. ''

-¿No es ésta nana muy grotesca para los niños?

-¿Grotesca? Te gustaba que te cantarán eso de pequeño.

-¿A mi?

-Se te debió de haber pegado de cuando el orfanato.

Hoseok que trasculcaba entre los archivos encontró su cédula de acojida.

-Señor Jeon.

-¿Encontraste la Viena?

-¿Porque?

SeokDul estaba leyendo algunos documentos en el otro escritorio.
Habían pasado años desde que la policía los había investigado por muerte beneficiaria así que su viejo cerebro no podía brindarle el nombre de todos aquellos relacionados con el caso. Era por ello que ahora estaban ahí en la isla Donbaekseom.

-¿Por qué qué?

Casi dos décadas atrás, SeokDul había estado en esa antigua villa para aparentar su duelo. Dos largos meses que Jungkook había resentido en el momento que su padre prefirió ser acompañado por su protegido moribundo a él. Su propio hijo.

-¿Porque me adoptó?

Una bruma de emociones invadió el cuerpo de ambos en esa polvorienta habitación.

-Mi pequeño, ven aquí.

Dos pies sucios y descalzos avanzan temerosos a la sombra que se asoma en la habitación abandonada.

-No temas más, tu señor viene a salvarte.

Hay algo en su voz, algo que te invita a correr hacia él y abrazarlo como si fuera un salvavidas. Y lo haces.

Todos lo hacen siempre.

Hoseok, escondido en el armario, espera a que el hombre come niños se vaya. Viene cada mes por uno de los refugiados y se los lleva a sabrá Dios donde.
Los adultos hablan mucho sobre la mansión.
Los chicos mayores sobre las calles.
Los niños pequeños sobre un hogar.

Hoseok habla sobre carnicerías.

Dice que el hombre come niños los lleva a una carnicería, los engaña diciendo que les van a dar muchos mimos, y cuando menos lo esperan les están comiendo la cara. Otros hombres comen niños les saborean la espalda, el cuello, los hombros, la panza, los tobillos. Él es testigo, una vez que fue a la cocina a robar galletas; los encontró chupándole los dedos como si fueran papas fritas. Escuchó jadeos, gritos, gemidos. Lo estaban masacrando en medio del lugar y nadie hacia nada para ayudarlo y estaba muy asustado como para atreverse siquiera un poco.

Debieron pasar meses desde que vio esa escena para comprender que también lo harían con él.

Hay una habitación, arriba en el piso para los niños mal portados. Te encierran y te dejan a oscuras y sin comida. Ese es tu castigo. No luz, no agua, no baño, no cama.
No, no y no.

Pero es la única habitación donde no venían a buscar niños. Venían.

Hoseok, ocho años, escondido en el único armario de la habitación, se mueve porque le da un calambre.

Tumba algo.

La puerta que se estaba cerrando, se abre de golpe.

Hoseok contiene el aliento.

Una sombra se posa frente a la puertilla, las lágrimas ya cubren su rostro.

Asustado, temeroso, indefenso.

-Vamos sal de ahí.

Es una voz diferente. Es dura, grave y fuerte. Se escucha enojada. Pero no prepotente.

-Sal si no quieres que yo mismo te saque.

Hoseok chilla cuando las manos se introducen y lo jalan de su polo viejo.

-No me coma.

Eso es lo único que sale de su boca. El color abandonando su rostro.

Hay confusión en el rostro adulto, curiosidad y finalmente, comprensión.

-Yo no como niños. Dime que hacías ahí.

-M-me estaba escondiendo.

SeokDul lo mueve hacia la cama y con la cabeza asiente esperando continúe.

-Yo vi. Se los comen. ¿Saben ricos huérfanos o algo? Siempre vienen aquí. Por los que no tienen papás.

Con un suspiro, el hombre sostiene al niño por los hombros.

-Yo no como niños, así que no sé.

-Hay pasos afuera. ¿Quiénes están ahí?

-Hombres que sólo hacen su trabajo. Niño, es tarde. Si no te duermes, un hombre oscuro, al que llaman copo de nieve, vendrá. Te congela con su mirada, te toca con sus manos heladas parecidas a las de un muerto. Y lo que pase después no te va a gustar.

Lágrimas en su rostro.

-No importa si es hoy o mañana, o en un mes. De todas formas, vendrá por mí.

Y SeokDul, que tiene un hijo, se compadece del pobre huérfano.

-Levántate. Vendrás conmigo.

-P-Pero usted dijo que no come niños.

-Y no lo hago. Te llevaré a mi casa. Ahí nadie va a buscarte.

- ¿De verdad? No me mienta por favor.

-Te prometo, yo voy a cuidarte. Pero tiene que ser ahora o los hombres come niños vendrán aquí.

No se llevó nada. Lo único que tenía consigo era el viejo relicario con la foto de una desconocida. Suponía su madre.

Tomo su mano y movió sus pies tan rápido y en silencio como pudo.

Salió de ese asqueroso lugar y por un momento no tuvo miedo de cerrar los ojos, siendo cargado en los brazos de SeokDul, sólo pudo pensar. Al fin un lugar al que llamar hogar.

Hoseok que no está acostumbrado a recibir abrazos mucho menos del señor Jeon. Se quedó de piedra mientras él anciano lo apresaba con desespero. Algunos vagos cabellos de color grisaseo oscuro le hacían cosquillas en la oreja pero se contubo de reír o si quiera respirar.

-Me recordaste a alguien que creí nunca volvería a ver.

Y con el temor clásico de cometer un error, Hoseok lo abrazó de vuelta. Fue breve y sin mucha convicción pero logro hacer que un par de lágrimas sinvergüenzas escaparan hacia sus mejillas.

Cuando se separarln, la sonora risa de SeokDul ahogó el silencio de la villa.

-Ahora, encuentra la viena, no tenemos mucho tiempo.

CON SOLO RECORDARTE  TaehyungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora