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–-Emilio me quiere mucho, ¿lo sabías, Diego?

El chico levantó sus cejas y asintió.

—Claro que lo sé, —respondió y tomó otro cheeto de la bolsa que él y Joaquín compartían —si cada que puedes vas a su lugar y te sientas en una de sus piernas, honestamente a veces me hacen sentir mal tercio.

El menor frunció el ceño y lo miró —Diego, ¿tú crees que incomodamos a la gente cuando nos hacemos cariñitos y así? Quiero decir, en el salón —aclaró —como- que no les agrade.

—Pues yo no he visto a alguien quejándose, Joaco —habló Diego y volteó para mirarlo —casi nadie los mira, creo que no les importa mucho. La mayoría del salón son buena onda, y algunos amigos de Emilio, así que no creo que incomoden.

Y era verdad.

La mente de Joaquín de repente se había llenado de un par de pequeñas inseguridades después de que hubieran recibido miradas desagradables en el autobús. Él no sabía que podía molestar a alguien más por el simple hecho de estar con su novio o por tener muestras de afecto, pero desde ese día, bueno, supo lo que era la realidad.

Y no le gustó.

—Pero, ¿y si sí?

Diego terminó de masticar su cheeto y lo miró frunciendo el ceño.

—Pues que te valga, Joaquín, no es su vida.

—Pero es que yo no quisiera incomodar a nadie, Diego —siguió hablando el pequeño y formó un puchero en sus labios.

Diego hizo una mueca y entrecerró sus ojos mirando cómo su amigo miraba a dirección de Emilio, quien estaba sentado y rodeado de sus amigos.

—Joaquín, —llamó y éste volteó a verlo —habla de esto con Emilio, te estás sintiendo inseguro y creo que él puede ayudarte, acuérdate que hablar con tu pareja siempre es lo mejor.

Sí, lo sabía. Sabía que la confianza en una relación era una de las cosas más importantes.

—De acuerdo —suspiró Joaquín y llevó de nuevo su mirada a Emilio —Okay, hoy hablo con él.

—Bien, eso está bien, vas a ver que puede ayudarte y ayudarse mutuamente.

Bueno, tenían que perdonar a Joaquín, pero él no sabía nada de eso, él no sabía lo que era estar en una relación, lo que era tener un novio ni tener a alguien tan bonito como Emilio.

No, no tenía una idea, pero agradecía inmensamente tener a Diego en su vida.


Sus labios estaban moviéndose con rapidez sobre los otros, las manos de Joaquín se encontraban en la nuca de su novio empujándolo más hacia él, mientras que las de Emilio estaban a cada lado del rostro del pequeño, sosteniendo su propio peso.

—Emi —susurró apenas el menor cuando su novio se alejó para continuar los besos en sus suaves mejillas —quiero hablarte d-de algo.

Emilio de inmediato se alejó y lo miró atento —¿Qué pasó? —preguntó y, aún con su respirar algo agitada, se enderezó para sentarse a un lado, Joaquín se quedó acostado y suspiró, mirándolo —Cualquier cosa, dímelo.

El pecho del menor subía y baja cada vez más lento, lamió sus labios y habló —Estaba hablando con Diego, ya sabes- umh, sobre algo que... me hizo dudar.

Emilio frunció el ceño y después abrió sus ojos en grande, asustado. —¿Vas a terminarme?

Joaquín se sentó rápidamente y negó con la cabeza una y otra vez.

21 [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora