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Joaquín esperaba ansiosamente subirse al autobús para poder pagar su pasaje y recibir su boleto.

Sus talones se levantaban una y otra vez, dando pequeños saltitos. El autobús no pasaba y estaba comenzando a desesperarse.

Después de cinco minutos más, las puertas del transporte se abrieron justo delante de él, subió rápidamente y le tendió su dinero al chófer, recibiendo a cambio su pequeño boleto color rojo.

Mordió su labio y caminó por el pasillo, llegando a uno de los asientos hasta la parte de atrás, sentándose y quitando su mochila de la espalda, llevándola a su regazo. Bajó la mirada hacia su boleto y comenzó a sumar mentalmente los números pequeños de hasta abajo.

Sonrío con felicidad cuando terminó.

–-Veintiuno —susurró.

A su mente vino la imagen de aquel chico de rizos cafés que había llegado hace un par de semanas a la preparatoria, había sido cambiado del turno vespertino al matutino, y Joaquín no podía estar más feliz. Definitivamente quería un beso de aquellos dulces y rosados labios.

No era la primera vez que le salía el número 21 en su boleto, claro que no, pero el problema era que no había alguien con quién cambiarlo. No quería un beso, de absolutamente nadie.

Hasta que llegó Emilio y sus labios realmente querían hacer contacto con los suyos.

Veinte minutos después se puso de pie y dio un par de pasos para llegar a las escaleras de la puerta de bajada, presionó el timbre y el autobús se detuvo una cuadra después, en la esquina de su preparatoria. Bajó contento y miró hacia todos lados, necesitaba encontrar urgentemente a Emilio antes de que diera la hora de entrada. Su dedos apretaban con fuerza el pequeño papel rojo y sus dientes mordían su labio inferior, y su mente le repetía una y otra vez ¿En serio harás eso? Qué valiente eres, ojalá no te mire raro.

Rezaba por que en serio no lo mirara raro, porque se echaría a llorar en cuanto llegara a casa.

Siguió con sus pensamientos hasta que lo miró y abrió más sus ojos, caminando más rápido para alcanzarlo, ya que el rizado caminaba también aunque a paso lento y calmado.

Joaquín amaba cómo caminaba. Tan perfecto.

Cuando estuvo detrás de él, nervioso (muy) pasó saliva y estiró su mano, tocando su hombro con suavidad, Emilio volteó confundido y lo miró, relajando su expresión al ver al pequeño chico.

—Hey —saludó sonriente y con ternura.

—Hola, Emilio —dijo tímidamente Joaquín, su mano con el boleto en ella se encontraba en su espalda, queriendo dárselo pero a la vez teniendo un debate mental.

—Hola... Joaquín, ¿verdad? —preguntó el mayor con una sonrisa leve y entrecerrando sus ojos.

—Sí, sí, Joaquín, soy.

Estaba muy nervioso. Pero ya no podía echarse para atrás, ya estaba ahí, así que suspiró profundamente y pasó su mano al frente, alzándola hacia el rizado, éste miró extrañado el boleto en su mano y volvió a mirar a Joaquín.

—Ten —habló el menor, agitando su mano un poco.

—¿Qué? —preguntó confundido, ¿por qué él querría un boleto de autobús?

—Tómalo —insistió.

—¿Qué tiene? —Emilio tomó el boleto y lo miró —No entiendo.

—Suma los números.

Emilio lo hizo, susurrando.

—Veintiuno, da veintiuno —dijo cuando terminó de sumar y subió su mirada hacia el menor.

—¡Sí! —Joaquín sonrió emocionado.

—Y...

—Te lo cambio.

—¿Tú... quieres un beso? —preguntó el rizado, frunciendo el ceño —¿Un beso mío?

—¡Sí!

—¿Por qué?

—Porque eres bonito.

Las mejillas de ambos se sonrojaron y Emilio parpadeó rápidamente, captando lo que el otro estaba diciéndole. Realmente... él quería un beso, de... de él. Un beso. En los labios. De él.

—O-Okay —soltó aún un poco confundido y pasó saliva, no tan seguro de lo que estaba a punto de hacer —Okay, ¿por qué no? —rió nerviosamente.

Joaquín sonrió feliz y se acercó rápidamente a Emilio, se paró sobre las puntas de sus pequeños pies y acercó su rostro al del otro, siendo detenido por una mano en su mejilla.

—¿Qué haces? —reaccionó Emilio y abrió grande los ojos.

Joaquín frunció el ceño —Umh... ¿besarte?

—Yo- sí, pero-

El menor sólo lo miraba confundido. ¿No le había dicho que sí? ¿se había arrepentido?

—Quiero decir, —continuó el rizado mirando los ojos cafés de Joaquín, suspiró y relajó sus facciones —Ven aquí —el menor volvió a sonreír y se acercó.

Y sus labios se juntaron, como lo deseaba desde que miró a Emilio.

Fue un beso realmente pequeño, el rizado movió un poco sus labios, inseguro, pero aún así pensó que los del contrario sabían increíblemente bien, eran tan suaves y... joder, se sentía maravilloso y no creía que fuera sólo... pasar eso. Besarlo.

Joaquín llevó sus cálidas manos a la sudadera azul cielo de Emilio, sosteniéndose y sin ganas de que terminara aquel beso.

Y pensó que había sido el mejor del mundo.

Se separaron y, estando aún nariz con nariz, se miraron a los ojos, Joaquín mordió su propio labio sintiendo un sabor de menta y sonrió poco a poco.

Emilio se alejó lentamente y retrocedió unos pasos cortos, pasó saliva y le dio una sonrisa leve al otro. Su mano apretó con fuerza el boleto, se dio la vuelta y siguió caminando hasta la entrada de la preparatoria.

Joaquín dejó de sonreír y abrió un poco sus labios y sus ojos, mirando hacia otro lado y cayendo en cuenta de lo que acababa de hacer.

—Oh, por dios.

Realmente había cambiado su boleto del autobús por un beso. Un beso de Emilio.

¡Un beso!

21 [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora