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Joaquín se subió la autobús con una disimulada sonrisa en su rostro, pagó su pasaje y de inmediato el chofer le tendió aquel boleto color rojo, lo tomó y caminó hasta sentarse en uno de los asientos de hasta atrás, llevó su mochila a su regazo y miró su boleto.

Frunció su ceño cuando terminó de sumar y maldijo en su mente.

No sumaba 21.

Lamió su labio inferior e intentó relajarse. De todas formas Emilio lo besaría.

Cuando se acercaba a la esquina donde se bajaba, se puso de pie y timbró, bajando una cuadra después y cruzando con cuidado la calle hacia la preparatoria.

–-¡Amor!

Escuchó y se dio la vuelta, mirando cómo el rizado caminaba hacia él. Joaquín sonrió con emoción y dio unos pequeños saltitos en su lugar, esperando a Emilio. Cuando éste estuvo frente a él, no lo pensó dos veces y se acercó a abrazarlo por el cuello, siendo sostenido por la cintura por el mayor.

—Me dijiste amor —susurró suavemente Joaquín.

—Si te incomoda o molesta, dime, ¿está bien?

Joaquín frunció el ceño.

—¿Por qué me incomodaría? —preguntó y se alejó un poco —No lo hace, me gusta mucho.

—Qué bueno, porque así te voy a decir muchas veces, ¿mh?

El menor asintió feliz y sacó del bolsillo trasero de su pantalón el boleto, levantándolo y siendo tomado por Emilio.

—No sumó veintiuno —susurró e hizo un puchero con sus labios —últimamente no he tenido mucha suerte, no sé por qué.

—Sería mucha coincidencia, ¿no crees?

—Sí. Igual me vas a besar, ¿verdad?

Emilio sonrió y asintió felizmente —Ven acá, bebé.

Así que Joaquín sin pensarlo dos veces acercó su rostro al del rizado y juntaron sus labios en un beso suave.

Un beso lento, un beso tan bonito.

Ni siquiera podían creer lo hermoso que era besar los labios del otro, era algo increíble, la sensación de besarse era tan irreal y no encontraban las palabras correctas para describirlo. Era simplemente precioso, era adictivo, era sólo... lo más bonito que podían experimentar.

Los labios de Joaquín eran suaves, eran gruesos y Emilio no podía dejar de besarlos, de morderlos y lamerlos delicadamente, disfrutando tanto su sabor, ese sabor que tanto le gustaba.

Y los labios de Emilio no eran tan diferentes. Joaquín los amaba demasiado, amaba sentirlos moviéndose contra los suyos, amaba cuando tomaba su labio inferior y lo jalaba suavemente, sin hacerle daño, sin lastimarlo, sólo haciéndolo sentir bien.

Como tenía que ser.

—Buenos días.

La voz de Diego se escuchó, haciéndolos separar, sin embargo sólo Emilio volteó a mirarlo asintiendo con la cabeza en forma de saludo, Joaquín dejó sus labios en la suave mejilla del rizado, respirando también el olor a menta que tenía. Las manos del mayor en ningún momento dejaron de rodear la delgada cintura de Joaquín y éste tampoco dejó de abrazarlo por el cuello.

Simplemente no querían soltarse. Nunca.

—Perdón por interrumpirlos, pero ya abrieron los salones y saben que el maestro de química es muy puntual —continuó hablando Diego, mirándolos —Joaquín, ¿me estás escuchando? —preguntó cuando notó que su amigo no dejaba de dar besitos en la mejilla del rizado.

Emilio se separó un poco y miró al pequeño, quien frunció el ceño y lo miró de vuelta.

—¿Qué pasó? —preguntó, volteando a su lado, donde se encontraba Diego fulminándolo con la mirada.

—¿Escuchaste lo que dije?

Joaquín se calló.

¿Había dicho algo?

Emilio mordió su labio inferior para evitar soltar una carcajada y abrazó con más fuerza al menor.

Diego suspiró y rodó los ojos.

—Joaco —dijo a manera de reproche y volvió a suspirar —ya me voy, ahí se ven —fue lo último que dijo antes de darse la vuelta y caminar hacia las escaleras del edificio, dejando a la pareja ahí.

—¿Qué había dicho? —preguntó Joaquín aún confundido, mirando a Emilio, quien sonreía.

—Que ya habían abierto los salones y que ya nos fuéramos porque el profe llega temprano, —dijo y llevó una de sus manos al rostro del menor, acariciando su mejilla —así que vámonos, amor.

Se separaron y sus manos fueron entrelazadas con fuerza pero a la vez con delicadeza. Y así caminaron hacia su salón, con el pequeño boleto de autobús guardando en la bolsa de la chaqueta de Emilio.

¿Ya cuántos boletos tenía guardados? No tenía idea, pero en definitiva eran bastantes.

Y amaba cuando llegaba la noche y abría su cartera, mirando el montón de boletos que Joaquín le había dado desde aquel primer día.

Y los iba a guardar para siempre, estaba seguro de ello.




















oigan, una pequeña aclaración, en este capítulo ya pasaron varios días en la historia del capítulo anterior, no necesariamente es un día después o así, no se si me explico, pero es más que nada para no escribir lo mismo siempre y avanzar un poco más rápido. para que lo tengan en cuenta, va? los tqm

21 [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora