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–-¿Qué pasó ahí, Emilio?

Habló Roy confundido cuando vio llegar a su amigo.

—¿De qué hablas? —preguntó el rizado sin mirarlo, lamiendo y mordiendo sus labios, sus mejillas se encontraban sonrojadas aún.

—Umh... ¿besaste a Joaquín? Quiero decir, nunca lo había visto hablar  contigo, ¿son novios y no me dijiste?

Emilio pasó saliva y lo miró.

—No lo somos, sólo... sólo fue un besito.

Roy reprimió una risa.

—¿Un besito? —preguntó y levantó las cejas —eso no fue un besito, no mames.

—Deja de chingar, Roy.

Sólo... no iba a decirle que literalmente recibió un boleto de autobús a cambio de un beso.

No se arrepentía de haberlo besado igual.

Por otro lado, Joaquín mantenía una muy leve sonrisa en su rostro, y comenzó a caminar hacia la entrada de la escuela, cuando llegó a su salón miró a Emilio y a su amigo hablando, se sonrojó cuando Roy le dijo algo al rizado y éste volteó a mirarlo.

Bajó la mirada y caminó hacia su butaca, sentándose.

No hablaron, pero las miradas no faltaron, tampoco sus mejillas sonrojadas.






Joaquín estaba completamente feliz, su sonrisa lo demostraba. Iba en un asiento del autobús mirando sus manos, en especial, su boleto.

De nuevo los números, aunque eran diferentes a los del día de ayer, sumaban un 21, y el pequeño estaba realmente muy feliz, porque no perdería la oportunidad de cambiarlo de nuevo con Emilio, necesitaba sentir de nuevo sus labios.

Cuando se bajó del transporte buscó con su mirada al rizado, cuando lo encontró éste ya lo estaba mirando así que le sonrió tiernamente y se acercó inseguro pero decidido.

—Hey, Emilio.

—Hola, Joaco, ¿cómo estás? —le preguntó simpático, viéndolo con ternura.

Joaquín se veía precioso con esa chamarra enorme.

—Yo... umh —comenzó y miró sobre el hombro del rizado, Roy los observaba curioso —ten —le tendió el boleto, nervioso.

—Veintiuno —susurró Emilio sonriendo.

—¿Me lo cambias?

Roy frunció el ceño.

El mayor sonrió con ganas y se acercó lentamente a Joaquín, éste suspiró y alzó su barbilla para mirarlo bien, ya que era un poco muy pequeño a comparación del otro.

Y sus labios se tocaron de nuevo.

El menor llevó sus manos al pecho de Emilio y éste las colocó en su delgada cintura, rodeándola con fuerza.

El beso fue más intenso que el día anterior, definitivamente más intenso, la lengua de Emilio lamía con gusto el labio inferior de Joaquín y éste sólo se dejaba, disfrutándolo tan bien.

Roy mantenía su boca abierta, mirándolos sorprendido.

Cuando los otros dos se separaron de aquel maravilloso beso, suspiraron y Joaquín fue bajando sus manos por el estómago de Emilio, acariciando la suave tela morada de la sudadera del rizado.

—Emilio —susurró el menor, aún con los ojitos cerrados.

—Mande —respondió el rizado y abrió sus ojos, mirando las largas pestañas del otro.

—N-No sé, yo- yo no sé.

Emilio sonrió con ternura y se alejó un poco, sin soltar la cintura de Joaquín.

—¿Qué pedo?

Ambos chicos voltearon hacia Roy, quien los miraba aún confundido.

El menor de los tres se sonrojó de sobremanera al recordar que el amigo de Emilio los estuvo mirando todo ese tiempo, y quiso que la tierra lo tragara, se puso detrás del mayor y bajó la mirada, mordiendo su labio.

—¿Tú... boleto —siguió hablando el moreno —... cambio- un beso?

—Roy, ¿qué te dije ayer? —le dijo Emilio y su amigo no respondió, aunque claro que lo recordaba —porfa.

Volteó a ver al pequeño sonrojado y le sonrió.

Joaquín rió avergonzado y lo miró de vuelta, soltándose poco a poco y retrocediendo lentamente sin retirar su mirada. Hasta que se volteó para caminar correctamente y sonrió con más ganas. Estaba tan feliz, tan contento. Tan orgulloso de sí mismo por atreverse a cambiar su boleto.

Quería que todos los días aquellos números pequeños sumaran 21, porque quería besar una y otra vez a Emilio.

21 [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora