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Joaquín sonrió con felicidad cuando escuchó unos suaves golpes en la puerta y sin pensarlo caminó rápidamente a ella, abriéndola y sonriendo aún más cuando miró a su novio del otro lado y con un pequeño girasol en una de sus manos.

–-¡Una macetita!

Exclamó el pequeño y se acercó para tomar la maceta con ambas manos y ponerla frente a él, admirando lo realmente bonitos que se veían aquellos pétalos amarillos.

—Yo también te quiero, mi amor —habló Emilio con reclamo cuando Joaquín no lo saludó, aunque mantenía una sonrisa en sus labios.

Los ojitos de su novio brillaban tanto al mirar aquel girasol en sus manos. Le había encantado, Emilio estaba seguro de ello.

Joaquín subió su mirada y aún sonriendo se acercó a su novio y, con cuidado de no dejar caer la maceta, llevó una de sus manos al cuello del rizado y acercó su rostro, rozando sus labios primero para luego besarlos tiernamente.

—Perdón, Emi —susurró cuando se separaron y ambos lamieron sus labios inconscientemente, —es que me gustó muchísimo, estoy muy feliz de que te acordaras de lo que te dije la otra vez —habló y las manos de Emilio se apretaron en su delgada cintura, escuchándolo atento. —Normalmente a las personas que les cuento algo se les olvida al siguiente día y me pone triste saber que no me prestan atención.

La sonrisa del rizado desapareció y apretó su mandíbula con fuerza, pasando saliva e intentando regular su respiración. Tranquilo, mierda, sólo hazle saber que tú siempre vas a estar para escucharlo. Pensó y quiso sonreír de nuevo, llevando una de sus manos a la mejilla de Joaquín y acariciándola suavemente.

—Si pudiera iría con cada una de esas personas y les partiría la madre por no haberte prestado la atención que mereces —sólo pudo decir y suspiró, notando los ojitos confundidos de su novio. —Perdón —susurró y pegó su frente a la de Joaquín, cerrando sus ojos —es que me pongo a pensar y no sé- no sé cómo alguien no podría escucharte, amor, tu voz es preciosa y la manera en la que cuentas las cosas me hace querer saber más y me hace sonreír tanto por la emoción con la que estás hablando.

Era verdad. El entusiasmo en la voz del menor se notaba a kilómetros, Emilio podía escucharla y lo único que podía hacer era recargar su rostro en una de sus manos y mirarlo con tanta maldita admiración.

—Cada pequeña cosa de ti, Joaquín —continuó diciendo el mayor y el pequeño sólo lo miraba con sus ojitos brillando —cada detalle de ti, por más chiquito que sea, es precioso. Yo lo noto, mi amor.

Joaquín se separó y se agachó para dejar con cuidado la macetita ahí, se enderezó de inmediato y soltó un suspiro, llevando ambas manitas al cuello de Emilio y rodeándolo con delicadeza. Las manos del mayor se fueron nuevamente a la delgada cintura de Joaquín y acercó su cuerpo al de él, sosteniéndolo con fuerza y suavidad al mismo tiempo.

—¿Quieres decir que, como que me... —comenzó a preguntar y pasó saliva, bajando su mirada —me aprecias? —susurró con inseguridad y el agarre en su cintura se volvió más fuerte.

—¿Que si te aprecio, Joaco? —preguntó y se acercó a dejar un piquito en los gruesos labios de su novio —Dios mío, cariño, ¿sabes lo que se le hace a una obra de arte? —preguntó sin esperar respuesta y continuó —Justamente, apreciarla. Admirar cada cosa, admirar y apreciar su belleza. Darse cuenta de lo hermosa que es por cada detalle de ella. Y déjame decirte, amor, que tú no eres más que una preciosa obra de arte, entonces, ¿qué debería de hacer?

Las mejillas de Joaquín ya se encontraban completamente rojas e intentaba evitar una sonrisa mordiéndose su labio inferior, aunque por supuesto que no lo logró.

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⏰ Última actualización: May 07, 2021 ⏰

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21 [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora