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–-Diego, por favor.

—Que no.

—Diego, por favor.

—No, Joaquín, no.

—Por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por fa-

—¡No te voy a cambiar mi puto boleto con el veintiuno sólo porque a ti te salió quince, Joaquín!

—Pero Diego-

—Joaquín —interrumpió el mayor, tomando de los hombros a Joaquín y mirándolo serio, —por un día que no beses a Emilio no pasa nada, no siempre te va a salir veintiuno.

—Pero tú tienes un veintiuno —hizo un puchero y luego miró su boleto —yo quince. Por favor.

—¿Cómo sabes que yo no quiero cambiarlo con alguien? —preguntó Diego, alejándose.

—No te atreves, ya te ha salido varias veces el veintiuno y no haces nada. Mejor dámelo, Diego, ándale —siguió rogando a su amigo.

—Bien —suspiró y alzó su mano hacia Joaquín con el papel rojo en ella —toma.

—¡Gracias, gracias! —exclamó el menor y abrazó fuertemente a Diego, feliz porque besaría a Emilio otra vez.

Rápidamente caminó hacia dentro de la preparatoria, buscando entre toda la gente a aquel chico de rizos suaves. Cuando lo encontró con su amigo de nuevo, sonrió y caminó hacia él.

—Emi —habló y éste volteó, mirándolo con una pequeña sonrisa en sus labios.

Joaquín le mostró su boleto y sonrió aún más. El mayor miró el pequeño papel y luego subió a mirada a los labios gruesos y rosados del otro, se acercó y lo tomó la cintura acercándolo lo más que podía. Caderas juntas, pechos juntos, labios juntos, de nuevo, como tanto les gustaba hacerlo.

La mayoría de las personas los miraban con curiosidad, preguntándose si ya eran novios o algo por estilo, otras los ignoraban y unas pocas los miraban con desagrado o asco, lo cual... no les importaba. Realmente nadie tenía porqué sorprenderse, era sólo un beso, normal.

Cuando se separaron con un chasquido, Emilio lamió sus labios y suspiró.

Y una vez más, Roy se sentía mal tercio.

—Es tanta suerte la que tienes de que te salga veintiuno en la mayoría de tus boletos, Joaco —mencionó el rizado mirando al otro.

—Mmh, bueno... —comenzó a decir Joaquín nerviosamente —Así que tú digas mucha suerte, pues no tanta, Emi.

Emilio frunció el ceño —Claro que tienes suerte.

—No, es que... yo sólo quiero besarte —susurró tímido y bajó la mirada sonrojado.

—¿De qué hablas, Joaquín? —preguntó Emilio también susurrando, esa conversación ya era sólo de ambos.

—Ayer me salió veinte y hoy quince, sólo que hoy le rogué un montón a Diego para que me cambiara su boleto con el veintiuno y lo hizo.

Emilio hizo un gesto de ternura y sonrió, llevando sus manos a las mejillas rojitas del menor.

—Aunque no tuvieras veintiuno te hubiera besado, Joaquín, como ayer, ¿te acuerdas?

—Pero ayer yo fui quién te besé porque no me aguanté.

—¿No te aguantaste? —Emilio rió levemente rozando la punta de su nariz con la de Joaquín.

—Sí, tú sólo- hiciste que te besara porque sí. Yo no iba a hacerlo porque no era justo pero tú me hiciste hacerlo porque te acercaste mucho a mí y me dijiste que querías besarme y yo también quería, pero-

—Hey, hey, Joaco, tranqui —habló suavemente mirándolo con cariño —te entiendo, tranquilo.

—Pueden... sólo —se escuchó la voz de Roy, interrumpiéndolos. Ambos lo miraron atentos —ya saben, dejar de ser tan... así. Me hace sentir solo.

—No, Roy —Joaquín se separó de Emilio y caminó hacia el moreno, mirándolo triste —No estás solo, no digas eso —negó con la cabeza y se acercó un poco más, abrazándolo levemente —Si quieres puedo darte mi boleto del autobús para que lo cambies por un beso de quien quieras.

Emilio se murió de ternura.

Y Roy sólo quiso llorar.

Joaquín era la persona más bonita del mundo, no tenían duda.

21 [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora