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Era un día nuevo y Joaquín estaba en su habitación, buscando su cartera con impaciencia.

En los últimos días no había recibido ningún boleto con el número 21, lo cual le frustraba y ponía triste de alguna manera, aunque pensó que de todas formas Emi siempre lo besaría, pero él realmente quería cambiar sus boletos y no le parecía justo que Emilio no recibiera nada a cambio.

Por supuesto que Joaquín no sabía que al rizado no le importaban muchos los boletos (en realidad sí, pero no exactamente que dé el número 21), él sólo quería besar al pequeño, quería besarlo tanto, porque en serio le gustaba mucho hacerlo.

Joaquín abrió su cartera cuando la encontró dentro de un cajón y rebuscó dentro. Sonrió cuando miró el montón de boletos de autobús que ahí se encontraban de días pasados, cuando Emilio aún no entraba a su preparatoria.

–-Tengo que hallar más veintiunos, sé que hay más —susurró para sí mismo, sacando los boletos y regándolos por su cama.

Se sentó con las piernas cruzadas y comenzó.

Iba a sumar cada número de cada boleto para ver cuáles sumaban 21 y cambiarlos por otro besito de Emilio.








Emilio estaba preocupado.

Joaquín no había ido a clases hoy y en serio estaba preocupado. Muy.

Decidió tranquilizarse y esperar al siguiente día, quizá sólo había tenido un pequeño inconveniente, pensó.

Y sí, al siguiente día Emilio se encontraba sentado en una de las jardineras, mirando hacia la entrada de la preparatoria, esperando ver entrar al pequeño castaño.

Joaquín se bajó del autobús con prisa, y caminó rápidamente hacia el portón de la escuela, entrando y buscando al rizado con su mirada, cuando lo encontró, sonrió tiernamente y caminó hacia él, esté hizo lo mismo y cuando estuvieron frente a frente, Emilio no dudó ni un segundo en envolverlo con sus brazos fuertemente. Joaquín llevó sus manos a la espalda del mayor y lo abrazó de igual manera.

Se habían extrañado mucho.

—¿Por qué no viniste ayer? —preguntó Emilio cuando se separaron, mirándolo —me preocupé, ¿sabes?

El menor lo miró de vuelta y abrió sus labios sin decir palabra alguna.

¿En serio se había preocupado tanto?

—Me quedé dormido —respondió después de unos segundos —y mi mamá pensó que no tenía clases, porque bueno, normalmente nunca falto y siempre me levanto temprano para alcanzar a arreglarme y así, y como esta vez no escuché mi alarma, mi mamá pensó que no tenía clases, por eso no me despertó, entonces por eso no vine, porque dije "¿para qué?" y de todas formas me desperté como hasta las once y...

Emilio lo escuchaba y miraba con una sonrisa en sus labios, sus ojitos brillando y prestándole toda la atención.

—...y pues de todas formas no creo que hayamos hecho algo importante, ¿verdad? Dime que no, porque me sentiría más mal porque yo soy muy responsable y nunca falto y realmente creo que una falta puede afectarme en muchas cosas y-

Se interrumpió a sí mismo, callándose y sonrojándose al darse cuenta de que estaba hablando de más.

—Perdón, estoy hablando mucho de nuevo —habló bajito y llevó una de sus manos cubierta por la manga de su sudadera morada a su mejilla —¿por qué no me dices que estoy hablando mucho, Emilio?

El rizado sonrió y negó con la cabeza.

—Porque no me molesta, si quieres hablar mucho, hazlo, —respondió —aparte tu voz es muy bonita, podría escucharte todo el día y no me canso, ¿mh?

Joaquín se sonrojó aún más, por supuesto.

—Oye, Joaco —continuó hablando Emilio —¿y por qué te quedaste dormido? ¿no dormiste bien?

Joaquín abrió un poco más sus ojos y sus labios, pensando en un excusa. Obviamente no le diría que se había desvelado contando los números de todos sus boletos del autobús.

—Es que... —comenzó a decir —amh... estaba viendo una película y- bueno, se me fue el tiempo muy rápido.

No sabía mentir.

Pero Emilio no mencionó nada.

—Oh, okay.

El menor mordió su labio inferior y metió su mano a la bolsa de su sudadera, sacando un par de boletos de que encontró el día anterior, se los tendió a Emilio y sonrió tiernamente.

El rizado los tomó.

—¿Dos?

—S-Sí, es uno de ayer y uno de hoy —respondió —es que como ayer no vine no te lo pude dar, entonces te cambio dos boletos por dos besos.

¿Por qué era tan tierno? Lo era, demasiado.

Emilio lo miraba con un brillo en sus ojos, pensando "¿Por qué no le hablé desde antes? Es un bebé tan tierno, dios mío".

—Entonces... —dijo el mayor —¿Te doy dos besos? —preguntó con una sonrisa.

Joaquín asintió varias veces y se acercó a Emilio, llevando sus pequeñas manos al pecho de éste. El mayor lo tomó de la cintura y lo acercó aún más, las puntas de sus narices ya rozaban.

Así que sin más, ambos se acercaron hasta juntar sus labios, besándolos con ganas y ternura a la vez, probándose y disfrutando de aquel sabor tan bueno del otro.

En serio se habían extrañado tanto.

Se separon después de unos segundos y se miraron, sonriendo.

Pero eran dos besos, ¿recuerdan?

Emilio llevó sus manos a las mejillas sonrojadas del menor y sostuvo su rostro, acercándose y besando sus labios de nuevo, con más ganas que antes, queriendo darle más de dos besos.

Y Joaquín también quería más de dos besos. Quería todos los besos del mundo. Quería que Emilio lo besara una y otra vez.

¿Y quién sabe?

21 [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora