One Shot 3

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3. Novio falso

Era la una de la madrugada y, a pesar de la escandalosa hora, mi turno de trabajo acababa de empezar hacía nada. El ambiente en el club nocturno era denso: fuertes olores a sudor, alcohol y otras sustancias ilícitas formaban parte de la atmósfera que se respiraba. 

Paseaba recogiendo las bebidas inacabadas de los clientes con la bandeja en alto, esquivando a las personas desconsideradas que se chocaban conmigo. Me dirigí a uno de los reservados, del que vi salir a un hombre trajeado con tres chicas enganchadas. Agrupaba los vasos y copas sobre la superficie negra que sujetaba, colocando unos encima de otros con concentración. 

Entonces, una gran mano acarició mis muslos al descubierto, subiendo hasta mi nuca. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando aferró sus dedos alrededor de mi cuello, acercándome a él.

—Me encanta vuestro uniforme —susurró en mi oído con una voz pegajosa—. Nunca me cansaré de admirar esos pechos firmes.

Marco había estado forzándome para acostarme con él durante meses. Cierto era que trabajaba en un club de stripteasse donde también había habitaciones privadas para satisfacer a los clientes. Pero yo dejé muy claro antes de firmar mi contrato que lo máximo que haría sería bailar si alguna de las bailarinas no podía asistir a su actuación. Por lo tanto, una simple camarera como yo tenía todo el derecho a negarse a las cantidades que me ofrecía a cambio de sexo.

—Marco, te he dicho mil veces que tengo novio —recalqué aún a poca distancia de sus labios. 

—¿Y quién es? —cuestionó relajando el agarre el cual, sin duda, sería visible debido a mi coleta— Siempre te vas sola y vienes en tu propio coche. 

—¿Me has estado espiando? —pregunté sorprendida bajando los escalones, para así no estar a solas con él.

—No evites mi pregunta —se interpuso entre mí y la entrada a la barra, cruzándose de brazos—. Quién coño es tu novio. 

Y, en aquel momento, como por arte de magia, un gorro negro y una holgada chaqueta de cuadros se apoyó en la barra de forma despreocupada. Sonreí triunfante y señalé con la mano a mi amigo Jesse Pinkman, quien había decidido aparecer justo en el instante adecuado. 

—¿Ese esmirriado? —rió de forma áspera— Nena, te mereces mucho más que un drogata.

No pude evitar recordar la noche que me colé sin querer en una de sus reuniones. El hombre pertenecía a una mafia italiana que hacía frecuentemente negocios con los cárteles de por aquí. Jesse sería un adicto, pero el chico no iba por ahí matando a gente y metiéndose en asuntos turbios. 

Me percaté de que Marco seguía mirándome, esperando una respuesta a su comentario. Me limité a encogerme de hombros pues no sabía qué contestar, no se me daba demasiado bien mentir.

—Bueno, pues charlaré con el chico que no me deja acostarme con la mujer más guapa de Albuquerque.

Anduvo a paso firme hacia él, quien se hallaba totalmente ajeno a la situación. Me alteré pensando lo peor, de modo que solté estrepitosamente la bandeja sobre el mostrador y corrí sobre mis tacones brillantes hacia los hombres. 

—¡Tú! —exclamó dándole una palmada en la espalda. 

Jesse alzó la cabeza que mantenía apoyada en sus manos mientras observaba la cerveza que le habían servido. Miró al gran hombre de pelo negro de pie junto a él, y desvió sus ojos azules al notar el resplandor de mi top de lentejuelas. Junté las palmas de mis manos en un gesto de súplica a la vez que hacía un puchero, todo a espaldas de Marco y de forma silenciosa.

Jesse Pinkman || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora