One Shot 4

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4. Corrupta por amor

La chica caminaba por los pasillos del hospital sin mirar por dónde iba, leyendo el historial médico del próximo paciente con detenimiento.

Colocó un mechón que había decidido salirse del despreocupado recogido que llevaba, pues el último enfermo había sido una niña padeciente de leucemia a quien le fascinaba acariciar el cabello de la joven enfermera.

—Buenas tardes, señor Grayson —saludó vivaracha adentrándose en la habitación del anciano— ¿Cómo se encuentra hoy?

—Igual de mal que estos días atrás —se quejó incorporándose torpemente en la cama.

—No diga eso —le reprochó ayudándole a erguirse, mulliendo la almohada.

—Eres lo único que salva mis días —confesó sonriendo levemente.

Blair le dedicó una mirada consternada mientras le acercaba un vaso de agua y las pastillas que debía tomarse. El hombre no tenía familia, y aparentaba ser un cascarrabias con todos. Con todos menos con la chica, con quien parecía haber creado un vínculo especial.

Pasaron un largo rato conversando mientras jugaban al ajedrez, actividad que favorecía a su cerebro teniendo en cuenta el estado clínico del anciano. La enfermera estaba a un movimiento de vencer a su oponente, sin embargo, su tono de llamada arruinó el momento.

Miró la pantalla antes de colgar pero, al ver que se trataba de Jesse Pinkman, pulsó la tecla verde para aceptar la llamada.

—¿Qué ocurre?

—¿Blair? —la voz del chico sonó al otro lado.

—Sí, quién si no —bromeó levantándose de los pies de la cama, haciéndole al paciente un gesto indicando que enseguida regresaba.

—¿Dónde estás? —su voz sonó agitada, comenzando a preocupar a la joven.

—En el trabajo —respondió obvia dirigiéndose a la ventana de la habitación.

—Necesito que vengas a mi casa.

—No puedo irme así como así, mi turno acaba dentro de una hora.

—No puedo esperar —habló nervioso.

—¿Qué está pasando, Jesse? —cuestionó pasando sus sudorosas manos por el uniforme azul del hospital.

—Estoy herido.

—¿¡Es muy grave!? —susurró escondiendo su nerviosismo. Sin embargo, sus inquietos movimientos eran una señal evidente del desasosiego que sentía.

—Iré conduciendo. Pero tienes que atenderme tú.

—No —dijo rotunda—, ni se te ocurra coger el coche. Iré a tu casa. No te muevas, es una orden.

—Como sanitaria o como mandona innata —comentó burlón.

—Como alguien preocupada por ti —contestó rápidamente antes de colgar—. Lo siento señor Grayson, me ha surgido una emergencia. 

—Ve, no pasa nada. Terminaremos mañana —accedió amablemente introduciendo de nuevo el respirador en sus fosas nasales.

Blair corrió hacia el mostrador donde sus compañeras de planta trabajaban entre papeles, explicándole que un pariente necesitaba su ayuda. A lo que le dijeron que se podía ir sin problema, que ellas le cubrirían; la chica no solía faltar ni un día a su trabajo, por lo que comprendieron que debía de tratarse de algo grave. 

Jesse Pinkman || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora