10. Hasta el infinito y más allá
El sol de la mañana se abría paso entre las cortinas claras que cubrían vagamente las ventanas de mi dormitorio. Pero no fue hasta que uno de los rayos rebotó con el cristal del cenicero de mi mesita de noche, que me desperté arrugando la nariz por la incomodidad de la intensa luz.
Las sábanas limpias abrazaban mi piel desnuda, y su cuerpo me daba calor. Con una sonrisa atontada en el rostro al saber que estaba junto a mí, me di la vuelta lentamente hasta quedar cara a cara. Su brazo derecho quedaba debajo de mi cuello, y fue eso lo que provocó que el hombre a mi lado abriera los ojos al notar el movimiento.
—No quería despertarte —susurré estirando el cuello para besarle.
—Ojalá me despertases así todos los días —respondió tras el corto beso, sonriendo como solo él sabía hacer.
Apoyé la cabeza en su hombro, y tracé cariñosamente las líneas del pequeño dragón que tenía tatuado en el pectoral izquierdo. Jesse cogió mi mano y, despacio, entrelazó nuestros dedos de la forma más tierna que jamás podría imaginar. Nuestras manos encajaban a la perfección; como si estuvieran hecha la una para la otra, como si alguien nos hubiera predestinado.
—¿Sabes qué falta aquí? —preguntó bajando la barbilla para verme.
—Ilumíname —vacilé riendo escasamente.
—Un anillo.
Me incorporé, ignorando que mi torso quedase al descubierto y mis pelos cayeran despeinados. Jesse mantenía sus ojos azules, preciosos a la luz matutina, sobre los míos.
—Jesse... —murmuré apartando los cabellos que se interponían en mi visión— Sabes que no tengo muy buena experiencia en eso.
Unos golpecitos en la puerta hicieron que me deslizase de la cama para tomar mi camisón del suelo y abrirla con una sonrisa.
—Buenos días princesa —hablé cogiendo a mi hija en brazos para llevarla a la cama.
—Hola Jesse —parloteó gateando sobre el colchón, logrando hacer sonreír al rubio, a quien agradecí que llevara puestos los calzoncillos.
—Buenos días —respondió abrazándola.
Me senté junto a ellos sin poder evitar una sonrisa con pinceladas de tristeza. Adoraba ver cómo trataba a la pequeña, y lo bien que se llevaban. Pero, a la vez, me dolía saber en lo que Jesse andaba metido y me inquietaba pensar lo que nos podía pasar si algo salía mal.
Con dieciocho años, me fugué de casa de mis padres con un chico que pensé era el amor de mi vida. Un tipo mayor, con chupa de cuero y un buen coche, quien me prometió el cielo y lo único que me dio fue la espalda en cuanto supo que estaba embarazada.
—¿Vamos a desayunar tortitas? —los rizos castaños de mi hija rebotaban con alegría a la vez que ella saltaba de rodillas en la cama.
—Kate, no tengo masa de tortitas —respondí apenada por no poder satisfacer el deseo de la pequeña de seis años.
—Pero yo puedo llevarte a un sitio en el que te darán todas las tortitas que quieras —dijo Jesse alzando las cejas, emocionando a la niña con su tono.
—¿Y no se acabarán nunca? —preguntó con un brillo especial en los ojos, colocando sus pequeñas manos en el pecho del hombre quien negó lentamente a la vez que sonreía.
—Nunca —reiteró con énfasis.
Saltó emocionada, dando palmas. Estaba a punto de regañarle por saltar en la cama, sin embargo, Jesse se lanzó sobre ella y comenzó a hacerle cosquillas, derribándola. Contagiándome por la risa de los dos, me uní al rubio y levanté un poco la camiseta de su pijama para pegar la boca en su barriguita y soplar, causándole cosquillas.
—Para, para —carcajeaba sin apenas respirar.
Decidimos hacerle caso, cesando la guerra de cosquillas. La senté en mis piernas y le recogí el cabello en una coleta con la goma que tenía en mi muñeca.
—Venga, vístete y nos vamos —le dije dándole un beso en la cabeza antes de que se bajase de la cama.
—Vale mamá.
Y, tarareando una canción de su dibujos animados favoritos, salió de allí dejándonos a solas de nuevo.
—Sé que ese hijo de puta te hizo mucho daño —soltó acercándose a mí, colocando un mechón de pelo tras mi oreja—. Pero solo te pido una oportunidad. No quiero que te cases conmigo si no estás segura, pero quiero comprarte ese anillo porque te lo mereces. Te mereces ese final feliz que te vendieron con dieciocho años.
Jesse conocía mi historia, de hecho, era de los pocos a los que se la había contado porque no era algo que fuera largando a todo el mundo. Nunca había sacado el tema de mi ex, y sabía que si lo hacía ahora era porque estaba empeñado en formar una familia conmigo.
Mordí mi labio inferior, y me subí sobre él con las piernas a los lados de su cadera. Acaricié los rasguños de su rostro, haciendo que cerrase los ojos disfrutando de mis caricias. Poco a poco, mi dedo índice viajó hasta sus delgados labios, ganándome un gruñido gustoso de su parte. Apretó mi cintura entre sus manos, provocando que se me escapase un jadeo.
—Solo quiero un final feliz si es contigo —murmuré sobre sus labios. húmedos por nuestras respiraciones entremezcladas.
Jesse no pudo esconder la sonrisa, y me respondió con un beso lento y sensual. Enterré mis dedos en su cabello alborotado, y él sus manos debajo de mi camisón. Antes de separarnos, atrapé su labio inferior con mis dientes. Quería quedarme con él en la cama, terminar esto, hacer que la erección que notaba palpitante debajo de mí no se quedase ahí, pero unos pasitos acelerados hicieron que abandonara mi posición para comenzar a "hacer la cama". Jesse no se quedó atrás, y le dio tiempo de ponerse los vaqueros, se abrochaba el cinturón justo cuando una cabecita aparecía de nuevo por la puerta.
—Ya estoy lista. ¿A que soy rápida? —presumió peinando una muñeca.
—Demasiado —dijo Jesse sonriendo de lado mientras me miraba de reojo.
Una vez en el bar, Jesse y yo mirábamos enternecidos a Kate comer sus tortitas con miel y fresas. Había insistido en cortarse su propia comida, y no había quien lograra convencerla de lo contrario.
—¿Quieres ver algo de magia? —cuestionó el joven masticando.
—No hables con la boca llena —le regañé limpiándome con una servilleta.
Tragó de forma sonora y alzó las cejas pidiéndome permiso, haciendo que la pequeña se riera y cayera algo de miel sobre su falda morada. Me miró haciendo un puchero, sin saber qué hacer. Era su falda favorita y se la había manchado. Pero, antes de que yo pudiera hacer nada, Jesse tomó agua y una servilleta para limpiar todo lo posible.
—Gracias, papá.
El chico levantó la cabeza para mirar a la pequeña a su lado. Pude notar cómo sus ojos se cristalizaban y su labio temblaba, rompiéndome el corazón.
—No Kate, yo... —empezó a decir, le costaba hablar.
—Sí —le corté—, Jesse es tu papá. ¿Por que tú le quieres mucho, verdad? —mi hija asintió sonriente— ¿Cuánto me dijiste anoche que le querías?
—Hasta el infinito y más allá —respondió extendiendo los brazos.
Tomé el vaso de cristal que contenía mi batido de chocolate, observando la reacción del rubio, quien contenía la emoción. Abrazó a Kate con afecto, y parpadeó repetidas veces para conseguir disipar las lágrimas.
—Bueno, yo quiero ver esa magia de la que hablabas —sonreí cambiando de tema.
—¡Sí! —exclamó llevándose otro trocito de tortita a la boca.
Y así quería pasar el resto de mis días. Con anillo o sin él, casada o no. Eso no importaba, lo que deseaba era ser feliz con mi hija y Jesse. Los tres juntos, sin madrastras malvadas ni dragones, ni tipos duros con chaqueta de cuero y coche.
Me ha encantado escribir este shot ❤ Espero que a vosotras os guste 😊
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Jesse Pinkman || One Shots
AléatoireHistorias cortas sobre Breaking Bad en las que tú puedes ser la protagonista. //PEDIDOS ABIERTOS// Aclarar que, la mayoría de personajes y escenarios no me pertenecen. Todos los derechos reservados. Copyright©