One Shot 9

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9. No necesito que me protejas

Hacía frío, no acostumbrábamos a estas temperaturas en Albuquerque. Sin embargo, el enfado que tenía solo lograba que la chaqueta de cuero barata que vestía fuese suficiente para calentarme. 

Apretando el puño alrededor del sobre que guardaba en el bolsillo de mi chaqueta, divisé la casa de Jesse a la vuelta de la esquina. Las paredes, a pesar de ser gruesas, no eran suficiente para amortiguar el potente sonido de los altavoces. Golpeé la puerta de madera con los nudillos, tornándolos rojos por la fuerza ejercida. 

Al ver que era imposible que me lograsen oír con el volumen de la música haciendo vibrar mis pies, giré el pomo, pero algo impedía que pasase. Con el hombro izquierdo empujé un par de veces hasta que, un cuerpo grande e inconsciente, se cayó a un lado destaponando la entrada. 

—Joder —murmuré observando al hombre obeso yacer aún con la botella de cerveza en la mano. 

—¡Ey, Jesse! —escuché a alguien gritar cerca de mí— ¡Está aquí Blair! —siguió, alzando la mano para señalarme.

Seguí los ojos rojos de Skinny Pete, encontrándome con el rubio levantando una ceja, sorprendido. En cuanto sus ojos azules se toparon con los míos, apreté la mandíbula para retener las barbaridades que quería gritarle en aquel instante. 

Aplastó el cigarro que estaba fumando en la mesa de cristal a rebosar de porquería, provocándome una mueca de asco al ver los trozos de pizza tirados por ahí como si nada. Me acerqué a él tratando de esquivar la decena de cuerpos en el suelo y de pie y, quedando bastante próxima de su rostro, saqué el gran sobre para balancearlo delante de sus narices.

—Sabes que te he estado llamando —dije levantando la voz.

Él me dio un manotazo en la mano para que volviera a guardar lo que había sacado y, tomándome del brazo, me arrastró hasta su habitación apartando a los desconocidos que se interponían en su camino. 

—¿¡Cómo se te ocurre sacar eso ahí abajo!? —exclamó cerrando la puerta con pestillo.

—Entonces sabes lo que es —declaré cruzándome de brazos, mis sospechas se confirmaban.

—No lo sé, ¡pero en un sobre así no puede haber nada bueno! 

—¿Pero tú has visto cómo están? —me quejé— ¡No se acuerdan ni de su nombre!

—No están tan mal —respondió, dejándome claro que ni él mismo lo creía. 

—Jesse —le corté volviendo a sacar el sobre abultado y tirándolo sobre la cama—. No vengo para que te inventes excusas. Ya veo que tienes que ser el anfitrión de la jodida fiesta del año y todo eso. Solo tenemos que hablar de una cosa, y es de esto —señalé el objeto en la deshecha cama.

—No entiendo por qué quieres hablar de, lo que sea eso, conmigo. No he tenido nada que ver.

—Después de que me intentaran violar aquellos tíos, los mismos que mataron a Combo, los atropellaron en el barrio. A uno le dispararon en la puta cabeza. Y, la misma noche, aparece esto en mi buzón. Demasiada casualidad, ¿no crees?

—Pudo haber sido cualquiera Blair.

—No Jesse —di un paso hacia él—. Eras el único, ¡el único! —grité empujándole—, al que le conté lo que me pasó. ¿Fuiste tú?

Desvió la mirada hacia una esquina detrás de mí, metiendo las manos en los bolsillos de los vaqueros que llevaba. Era obvio que sabía mucho más de lo que me querría contar, y que seguía afectado por lo que fuera que hubiera pasado.

—¿Sabes qué? Lo que hayas hecho con esos hijos de puta me importa una mierda, no quiero saberlo. Pero tienes que decirme una cosa, ¿alguien va a venir a buscar esto?

Aquellos dos indeseables me persiguieron hasta mi casa, se intentaron aprovechar de mí y, al oír el coche de Jesse, robaron lo que pudieron y se marcharon. Dejándome con la ropa hecha jirones en el suelo de mi habitación. 

—No —contestó con un nudo en la garganta, aquello era lo mismo que admitir que estuvo involucrado en la muerte de los hombres.

—Y qué se supone que tengo que hacer con el dinero...

—Úsalo para salir de ese barrio de mierda, cómprate una casa nueva. O puedes gastártelo en droga. Pero prefiero creer que no vas a hacerlo.

—No necesito tu dinero. No necesito tu pena. ¡No necesito que me protejas! —grité, harta de que me trataran como a la princesita a la que salvar.

—Las cosas pasan, Blair. ¡Esos dos cabrones merecían morir por lo que te hicieron! ¡Por lo que le hicieron a Combo!

—¿¡Y tú eres mejor que ellos ahora!?

—¡No —se pasó la mano por el rostro, frustrado—, pero al menos viviré sabiendo que estás a salvo!

—No pienso coger tu puto dinero, Jesse —afirmé temblando, mis sentimientos hacia el rubio delante de mí me hacían demasiado débil. 

Caminé hacia la puerta escondiendo las lágrimas pero entonces, una mano tatuada me agarró de la muñeca.

—Blair, por favor... —susurró atrayéndome a él.

Acunó mi mejilla con la palma de su mano y, con el pulgar, se deshizo de la gota salada que había resbalado. Cerré los ojos, agradeciendo el contacto cálido que me proporcionaba. 

—Fueron a por ti por mi culpa —confesó haciéndome abrir los ojos, viendo los suyos aguados también—. No sabían para quién trabajaban y...

—Eh, no te pongas sentimental ahora —dije sonriendo ligeramente—. Pero puedo cuidar de mí misma.

—Lo sé, pero no quiero perderte. No a ti, Blair —murmuró y, sin dejarme tiempo para responder, unió sus labios con los míos. 

El beso era caliente, apasionado, rápido y placentero. Nuestras lenguas se enroscaban y exploraban la boca del contrario sin ningún escrúpulo. No puedo descifrar de dónde salió aquella fogosidad; puede que del enfado, del miedo a perdernos, o simplemente que lo anhelábamos desde hacía mucho y nunca vimos el momento. 

Jesse se desprendió de mi chaqueta mientras yo desabrochaba su cinturón. Pronto, entre besos y lamidas, nos encontrábamos desnudos en su cama. El rubio jugueteaba con mis pechos a la vez que me encargaba de moverme sobre él. Sentados, mientras seguía entrando y saliendo de mí, me miró a los ojos y dijo:

—Sé que no necesitas que te proteja, pero no puedo imaginarme lo que sería perderte. No lo soportaría.

Jesse Pinkman || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora