One Shot 12

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Advertencia: no demasiada, un poquito subidito de tono😏


12. Empapados

Con los auriculares reproduciendo música a un alto volumen, Blair bailaba en bikini en el patio trasero de su pequeña casa. 

Era un día caluroso en Albuquerque, y la joven había decidido disfrutar de los rayos del sol mientras fumaba algo de la hierba que había conseguido de un chico grande de vestimenta blanca y cresta. 

Jesse, estando en el salón de su casa disfrutando de la recién comprada televisión, oyó los tarareos y canturreos procedentes de la parte de atrás. Cogió su paquete de cigarrillos y salió pretendiendo no saber que se encontraría con su vecina.

Apoyándose en la puerta blanca de madera, no pudo evitar sonreír divertido al toparse con Blair bailando alocadamente, con los auriculares conectados al reproductor de música. Encendió en pitillo disfrutando del cuerpo moreno y ejercitado de la joven, bien a la vista debido a que tan solo llevaba un pequeño bañador negro. 

En uno de los giros que dió, Blair se percató de la presencia del rubio, quien enseguida apartó la mirada de su cuerpo. Entonces, Jesse cayó en la cuenta del por qué la castaña no tenía vergüenza alguna, al ver el final del canuto que se estaba fumando entre sus labios.

—Que, ¿disfrutando las vistas? —cuestionó descaradamente apagando el reproductor sujeto por la tira de la parte inferior del bikini. 

—Sí, la verdad es que el cielo está muy bonito hoy —respondió vacilante, dejándose caer en el semimuro de piedra que separaba ambas casas. 

Blair sonrió, dándose cuenta de que su vecino tenía ganas de jugar, y no dudó en subir las escaleras de su parte para tomar la botella de cerveza que había dejado en la mesa que tenía allí. 

Se apoyó en el muro, acercando el gollete a sus labios lentamente para beber el líquido amargo. Conscientemente, dejó que una gota de cerveza resbalase por su barbilla hasta llegar al pecho. A pesar de fingir estar observando un nido de pájaros que habitaba en la copa del árbol del jardín, sabía que el chico tenía sus ojos azules sobre ella. 

Jesse comenzaba a notar cómo su miembro comenzaba a erguirse, pues le fue imposible no imaginarse a sí mismo lamiendo el espacio entre los pechos de la joven para retirarle la gota de cerveza. Se dió la vuelta para apagar el cigarro en el cenicero que tenía en el lado opuesto, y así de paso intentar sofocar sus deseos.  

Desde el primer día que vió a la castaña, Jesse no pudo sacársela de la cabeza. Y, vivir pared con pared, no le ayudaba precisamente. Cuando escuchaba la ducha se la imaginaba desnuda, cuando volvía por la noche se preguntaba dónde habría estado, y cuando veía las luces apagadas pensaba en cómo se sentiría dormir junto a ella. 

—¿No tienes calor? —preguntó Blair señalando su camiseta de mangas largas— Es decir, hay unos treinta grados. 

El rubio bajó la vista a la prenda negra que llevaba, comenzando a sentirse acalorado de repente. Había pasado todo el día con el aire acondicionado encendido y no le había sido necesario cambiarse de ropa.

—Ahora que lo dices, sí. Tengo calor. 

—Quítatela —contestó encogiéndose de hombros, empinando la botella para terminarla. 

Jesse sonrió de lado, impresionado por la personalidad de la joven y, acto seguido, tiró de la parte de atrás del cuello de la camiseta para deshacerse de ella. 

Blair bajó los escalones, ganándose la mirada del rubio sobre su trasero firme casi totalmente expuesto por el tanga. Se agachó para coger la manguera tirada en el suelo, y giró el grifo para dejar que el agua fluyera. 

—¿Qué vas a hacer?

—Regar las plantas —contestó obvia—. ¿Qué creías, que me iba a echar agua en plan sensual?

Jesse no sabía dónde meterse, era justo lo que se había imaginado, y no le hubiera importado en absoluto ver a la castaña empapada. Se rascó la cabeza, pensando en una respuesta.

—Las regué yo ayer —mintió. 

—Ah, ¿sí? —cuestionó levantando una ceja— Entonces sí que me puedo mojar yo. 

Y, para la estupefacción del rubio, Blair levantó el brazo dejando que el agua le recorriera de arriba abajo. Los pezones comenzaban a notarse a través del tejido del bañador, y la erección del chico regresaba con más fuerza que antes. 

La castaña dirigió el chorro en su dirección, escaleras arriba, empapándole los pantalones vaqueros y el pecho al descubierto. Ambos soltaron una carcajada, sintiéndose como niños pequeños en aquel momento. 

Jesse bajó los escalones cubriéndose con la cara con las manos, pues la chica continuaba mojándole. Cuando llegó a su altura, no le resultó difícil arrebatarle la manguera para devolverle el gesto y dirigirle el caño de agua. 

Mientras Blair intentaba quitarle de nuevo la manguera al rubio, no pudo resistirse a la imagen de qué sucedería si besase a su vecino. Aquellos ojos azules parecían angelicales a la luz del sol y no cesaban de buscar sus labios, aunque el joven lo hiciera sin darse cuenta. 

Sin quererlo, ambos se habían sumergido en sus propios pensamientos obscenos, quedando pecho con pecho mientras el agua caía directamente al suelo, ya que Jesse había dejado de poner resistencia, bajando los brazos. Con la vista viajando de los labios a los ojos, la chica fue la primera en hablar.

—¿Te pongo nervioso? —preguntó mordiéndose el labio inferior, sintiendo el característico calor de la excitación en su entrepierna. 

—No —contestó rotundo, aclarándose la garganta. 

Entonces, Blair posó una mano sobre el tatuaje del pecho de su vecino con una sonrisa juguetona.

—¿Y por qué tu corazón late deprisa? —añadió levantando la cabeza, provocando que sus labios quedasen entreabiertos.

—Porque hemos estado pelándonos por la manguera y...

—Calla y bésame —susurró interrumpiéndole de golpe, cortando la estúpida explicación del chico.

Tirando hacia un lado el tubo de plástico, Jesse agarró firmemente la cintura de la castaña para pegarla más a él a la vez que unían sus bocas. Por otro lado, Blair sujetó el cuello del chico, con los pulgares en las mejillas de su vecino. El, tan esperado beso, fue uno apasionado, excitante y caliente. 

Sus lenguas ya batallaban sin escrúpulos en el interior de la boca del contrario. y el agua no hacía más que intensificar las caricias pues las manos de ambos se deslizaban por el cuerpo del otro ágilmente. 

Tuvieron que quedarse sin aliento para separarse, pero solo deshicieron la unión de sus labios, ya que seguían abrazados, notando la agitada respiración del adversario.

—¿Disfrutando de las vistas? —le volvió a preguntar sonriente, como al inicio del encuentro.

—Sí, son las mejores del mundo —respondió, esta vez, refiriéndose a su vecina. 

Jesse Pinkman || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora