One Shot 15

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15. No es lo mismo

A veces perdemos a alguien y, como consecuencia, a nosotros mismos. Si esa persona era tan importante para ti como para dar tu propia vida por ella, dejará un vacío en tu interior que nunca sanará por completo. Siempre habrá un olor, un objeto, una expresión que te recuerde que ya no está ahí, que no está contigo... 

—Tienes que aprender a seguir adelante, aunque sigas teniéndola clavada en tu interior —la voz del señor White me parecían tan lejana, que no recordaba que se encontraba sentado en el otro extremo del sofá.

Mi cabeza se limitaba a proyectar escenas vividas con ella, como si la castaña que veía fuera real, como si si la imaginaba con suficiente detalle, sentada en la silla frente a mí, se materializaría. 

—Eres perfecta —le susurré al oído. 

Desnudos en mi cama, con las respiraciones tranquilas, acompasadas. Yo apoyado sobre mi codo derecho, acariciando su costado: desde el cuello a la cadera, lenta, suavemente. Blair, mientras tanto, de espaldas a mí, con sus ojos cerrados y las mejillas sonrosadas por lo que habíamos estado haciendo momentos atrás. 

Parecía tan vulnerable, tan frágil... Nunca me perdonaría si le sucediese algo.

—Jesse, Gus quiere que tengamos la remesa para finales de semana. Te necesito —dijo el mayor ajustándose las gafas, mientras mi mirada seguía perdida en la esquina de la habitación. 

—¡Te necesito conmigo, Blair! —sollozaba sobre su cuerpo— ¡Vamos, eres fuerte! Sobrevivirás a esto... —añadí esto último con la voz rota, no podía aceptarlo.

Rompí en llanto. Ver el rostro pálido e inexpresivo de la castaña me dolió tanto o más que un disparo. Me sentía impotente, debería haberla salvado, yo debería haber recibido esa bala de Joaquín Salamanca.

Mike apretó mi hombro, levanté la cabeza encontrándome con el expolicía negando lentamente, sintiendo la pérdida de la chica.

Observé el anillo que Blair me había regalado no hacía demasiado tiempo, y rasqué con la uña la sangre que aún permanecía adherida al metal. 

—La sangre sale muy bien con amoníaco —apuntó el señor White atento a mis movimientos. 

Con lágrimas en los ojos le miré, indignado y triste a partes iguales, pues la poca sensibilidad de mi antiguo profesor me había hecho daño. No quería que hablasen de ello, eso lo haría real... A veces tan solo deseaba que fuera un sueño, que hubiese fumado más de la cuenta y hubiera terminado viendo cosas irreales. Pero, por desgracia, ese anillo ensangrentado no hacía más que confirmarme la peor de mis pesadillas. 

El hombre extendió el brazo, y tomé la cerveza que el señor White me sirvió sin preguntar, recayendo en otro recuerdo. Sin embargo, este consiguió que mis comisuras se curvaran mínimamente. 

—¿No tienes abridor? —me recriminó Blair con una sonrisa burlona— Qué clase de persona trae cerveza al desierto... ¡y no coge un jodido abridor! —dijo riendo a carcajadas. La acción provocaba que sus ojos se achinasen, cosa que me parecía de lo más dulce. 

—Soy un puto desastre —me quejé mirando la pequeña nevera a escaleras de la autocaravana.

Apreté la mandíbula tratando de medir la fuerza de mis dientes y, tras pasar mi propio criterio, decidí que sería buena idea usar mi boca para quitar la chapa de la botella.

Jesse Pinkman || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora